miércoles, 30 de enero de 2013

CANCIÓN-OCULTA (3 - 2)


St. Claire, Washington (EE.UU.)
2 de noviembre de 1992

Tal y como había temido en un principio, su manada estaba luchando en esos momentos por sobrevivir. Él mismo estaba enzarzado en un fiero combate con una versión corrupta de sí mismo: un Colmillo Plateado al servicio del Wyrm. Los Galliard llamaban Espirales Plateadas a semejantes traidores, que suponían una gran vergüenza para el honor de toda su tribu. Sin embargo, Canción-Oculta no tenía tiempo para sentirse avergonzado. Sólo podía concentrarse en su adversario y tratar de derrotarlo. Ni siquiera la voz invisible que se ocultaba en las profundidades de su mente había tenido tiempo para entonar sus cantos de sirena.

Su enemigo era rápido, pero no demasiado hábil, lo que igualaba mucho el combate a pesar de que le sacara más años, y por tanto más experiencia, que los que poseía el joven Philodox. Su rápida aparición caminando de lado desde la Penumbra le había proporcionado la oportunidad de sorprenderle y golpearle a traición durante los primeros segundos, pero Canción-Oculta se había impuesto a la sorpresa y ahora los dos estaban rodando por el suelo, forcejeando para encontrar un espacio donde hundir las garras o morder con sus grandes fauces en forma Crinos.

La Espiral Plateada logró ponerse encima suyo y le clavó con fuerza las garras en sus brazos. Canción-Oculta aulló de dolor sin dejar de forcejear. Su rival apartó la cabeza para coger impulso antes de darle una buena dentellada, pero esta vez el joven Philodox se anticipó a su ataque y consiguió que sus garras atravesasen la piel de su cuello. Su enemigo se apartó de él de inmediato con un entrecortado gañido de dolor mientras usaba una de sus grandes manos para contener la sangre que manaba a chorros desde su garganta.

Libre para moverse con libertad, Canción-Oculta rodó por el suelo para aumentar la distancia que lo separaba de su rival. Con un rápido vistazo, vio a Lars y Voz-de-Plata luchar contra dos hombres más, mientras Crow aferraba firmemente el tobillo del más gordo. El Theurge debía haberles seguido por la Penumbra y caminado de lado para ayudar a sus hermanos más necesitados. A pesar de la profunda furia que sentía en su interior, Canción-Oculta se obligó a pensar con frialdad. La Espiral Plateada estaba gravemente herida, aunque ni mucho menos derrotada, un francotirador permanecía escondido en alguna parte y podrían llegar refuerzos enemigos en cualquier momento. Por más que le doliese, su fría mente de Philodox llegó a la única conclusión razonable: huir.

Se alejó corriendo hacia sus hermanos mientras la frustrada Espiral Plateada desenrollaba con la mano libre un látigo de púas y espinas que había llevado hasta ese momento alrededor de la cintura. Probablemente su reacción también había sorprendido al misterioso francotirador que había cerca porque llegó a cobijarse tras unas tuberías sin recibir ni un solo disparo. Justo ese momento Lars hundió profundamente sus garras en el tipo obeso al que Crow aferraba por el tobillo con sus fauces, condenándolo a una muerte larga y extremadamente dolorosa. No obstante, también vio a tres guardias, armados con fusiles automáticos, venir corriendo hacia ellos tan rápido como podían. "No vamos a quedarnos", pensó él con rapidez.

-¡Marchaos!-, les ordenó a sus hermanos usando el tono de voz más autoritario que pudo reunir dadas las circunstancias. -¡Volved a la arboleda!

Un disparo hizo saltar chispas contra una tubería a pocos centímetros de su cabeza. "Maldito francotirador", maldijo el Colmillo Plateado mientras procuraba agacharse para no ser un blanco fácil.

-¿Y Faruq?-, aulló Voz-de-Plata desde su posición. -¿Y los niños?

-Yo me encargo de eso-, le respondió él. -Lars, ¡sácalos de aquí ahora mismo!

-¡Suerte!-, gruñó el Theurge.

Canción-Oculta se arriesgó a echar otro vistazo. Los tres guardias estaban tomando posiciones a su alrededor, con sus mortíferas armas listas para realizar su trabajo. No habían entendido los aullidos y gruñidos de la lengua Garou, pero la Espiral Plateada sí que lo había hecho, aunque no pudiera hacer nada para impedirles escapar.

Resguardados en su posición, sus hermanos estaban contemplando su propio reflejo con suma atención. Canción-Oculta no esperó a verlos desaparecer caminando de lado, sino que corrió con todas sus fuerzas entre las tuberías, adentrándose hacia el interior de las instalaciones.

-No os quedéis ahí parados, imbéciles-, escuchó gritar a una voz destrozada con un marcado acento ruso. -Perseguid al que se escapa. ¡Acabar con él, maldita sea!

-.-

No había dejado de correr desde entonces, a pesar de estar completamente agotado. Sólo se había detenido en dos ocasiones. La primera vez lo había hecho para usar su don espiritual de Resistir Dolor, lo que le permitió ignorar los sufrimientos de las heridas causadas durante su pelea contra la Espiral Plateada. También había aprovechado ese breve respiro para recuperar su forma Homínida. Más tarde estuvo a punto de darse de bruces con una de las patrullas de guardias, pero logró esconderse a tiempo detrás de unas cajas durante un largo y aterrador minuto. La voz invisible de su cabeza eligió ese momento para susurrarle todo tipo de amenazas y proposiciones de traición inimaginables, con una fuerza que aturdió al joven Philodox, pero logró ignorarla a fuerza de recordarse los lazos que lo unían con sus hermanos de manada y el profundo cariño que les tenía.

Durante la carrera, no había encontrado ni rastro de Faruq, aunque por otro lado tampoco había escuchado nuevos disparos. Eso parecía una buena señal o, al menos, eso quería creer. Aprovechando la ocasión, decidió colarse en el edificio principal utilizando una entrada abierta de carga y descarga. Parecía que la alerta antiterrorista había cogido en plena faena a los trabajadores de aquel pequeño almacén, porque dentro había un pequeño furgón de reparto, con la puerta abierta y cajas de cartón en completo desorden por todas partes. Canción-Oculta pasó junto a dos carretillas elevadoras y varias estanterías metálicas llenas de productos cosméticos empaquetados. Sólo se detuvo cuando escuchó una voz baja detrás de una puerta del almacén:

-¿Cuándo terminará este jodido simulacro?

-No lo sé, pero esta vez ha sido muy realista. Por un segundo creí que había oído disparos de verdad.

-¡Eh, vosotros dos! Espabilad. Tenemos que terminar de responder a las preguntas de las hojas de evaluación de pruebas de emergencia antes de poder volver al trabajo.

El joven Philodox perdió el interés por la conversación y abandonó el almacén a través de unas escaleras de emergencia. Subió hasta la última planta, confiando en que allí no lo buscarían por ahora mientras trataba de idear sin éxito un plan que lo ayudase a encontrar a Faruq y a los menores secuestrados. Cuando llegó al último piso, la puerta de la escaleras le condujo a un pasillo alfombrado que daba al ascensor y a dos puertas, una en cada extremo del pasillo. Otra puerta de emergencia junto al ascensor debía conducir a la azotea. En las paredes había cuadros de paisajes urbanos surrealistas. Inseguro acerca de lo que debía hacer a continuación, se acercó a una de las puertas y se puso a escuchar. Nada. Resoplando se dirigió a la otra puerta. Esta vez sí pudo escuchar una voz masculina muy enfadada:

-Me importa una mierda lo que diga Dmitri. Quiero este desastre controlado antes de una hora o empezarán a rodar cabezas-. Hubo unos instantes de silencio antes de que la voz volviese a hablar. -Exacto. ¡Díselo con esas putas palabras!

Canción-Oculta escuchó un fuerte golpe cuando el propietario de la voz colgó el teléfono. "Ahora o nunca", se dijo con firmeza. Adoptó la forma de hombre prehistórico que los Garou llamaban Glabro, aumentando su masa corporal y su musculatura. A continuación abrió la puerta de una violenta patada. Al otro lado había un lujoso despacho desde cuya cristalera se divisaba parte de las instalaciones de Pangloss, así como toda la ciudad de St. Claire. A un lado había un surtido mueble bar junto a un cómodo sofá de cuero blanco y el televisor nuevo más grande que hubiese visto nunca el joven Philodox. Al otro un ejecutivo sorprendido se sentaba sobre una cómoda silla detrás de un enorme escritorio de caoba, casi completamente desocupado salvo por un ordenador nuevo de la marca Sunburst y unos informes llenos de gráficos y columnas de datos.

El ejecutivo era un hombre de buena constitución que aún no debía haber cumplido los cuarenta años. Tenía el cabello corto y ondulado, con alguna cana en las sienes, y vestía un traje gris oscuro con una corbata color burdeos y camisa blanca. Canción-Oculta corrió hacia el escritorio para evitar que el tipo llamase a los guardias de seguridad. En lugar de hacer eso, el hombre abrió con decisión uno de los cajones de su mesa y sacó una pistola automática negra. El Colmillo Plateado cogió el teléfono y golpeó con él violentamente la cara del ejecutivo antes de que pudiese emplear su pistola. El tipo se desplomó sobre su silla, con la nariz rota y la cara cubierta de sangre. El Philodox le quitó el arma sin encontrar resistencia esta vez. Luego le quitó el cargador y observó su contenido: balas plateadas. "¿De dónde sacarán tanta plata?  ¿Y quién les fabrica las balas?", se preguntó irritado mientras arrojaba el cargador a un lado y la inofensiva pistola al otro.

-Sólo te lo voy a preguntar una sola vez. ¿Dónde tenéis a los niños secuestrados?

El ejecutivo respondió con un repentino puñetazo en la cara. Le impactó con fuerza y habilidad, rompiéndole a él también el puente de la nariz. Canción-Oculta retrocedió por la sorpresa y el hombre se levantó por fin de la silla, separando las piernas y manteniendo una posición de guardia con sus manos. "No tengo tiempo para estos juegos", decidió el Philodox mientras hizo que su cuerpo adoptase la forma Crinos. Para su sorpresa, el ejecutivo no enloqueció de terror ni se vio afectado por ningún otro efecto del Delirio que afligía a los humanos mundanos cuando recordaban instintivamente los terrores primigenios del Impergium. En lugar de eso, el hombre le dio una patada por detrás de la rodilla, doblándosela con la suficiente fuerza como para derribarlo al suelo si hubiese estado en forma Homínida. Canción-Oculta tuvo que agacharse involuntariamente para no perder el equilibrio, momento que aprovechó el ejecutivo para alzar su puño de nuevo contra su cara, pero en esta ocasión el Colmillo Plateado lo atrapó con su manaza y luego la apretó con todas sus fuerzas. Los gritos del hombre no les impidieron escuchar a ninguno de los dos el crujido provocado por los huesos al partirse al unísono.

Canción-Oculta soltó la mano del ejecutivo y lo agarró por el cuello, alzándolo en vilo a unos buenos centímetros del suelo. Sin embargo, se detuvo al escuchar ruidos a su espalda. Utilizando al ejecutivo como escudo humano, se volvió a tiempo para ver a dos guardias de seguridad apuntándole con sus pistolas automáticas.

-¡Suelta al señor Norge! ¡Ahora!-, le gritó el más viejo de los dos, pero su voz parecía más asustada que amenazadora.

-¡No!-, gruñó Canción-Oculta con una voz gutural e inhumana. -Soltad las armas o lo mato.

-¡No! ¡Ni se os ocurra soltarlas!-, gritó el hombre que tenía apresado. Había un fuerte deje nasal en sus palabras-¿Qué? ¿Hacemos un trato, hijo de puta?

Canción-Oculta tenía que reconocer que el tipo era un hueso duro de roer, algo que no le venía bien precisamente. Apretó su presa con más fuerza para asegurarse de que su víctima no intentaría ninguna estupidez y luego dio unos cortos pasos hacia el gran ventanal que iluminaba el despacho. Oyó más pasos. Otro guardia entró en el despacho apuntándole con un arma automática.

-Escucha. No seas estúpido-, siguió diciéndole el ejecutivo mientras él calculaba en silencio las posibilidades que tenía de salir con vida si atravesaba de un salto el ventanal. -Ninguno de los dos tiene que morir hoy. Yo soy un hombre de negocios y tú una criatura de honor. ¡Hagamos un trato que nos beneficie a ambos!

-¿Quién eres?-, le gruñó Canción-Oculta para ganar tiempo.

-Michael Norge. Director de Pangloss Cosmetics. Soy la persona que está al mando de las actividades de la empresa en St. Claire.

Los guardias no dejaron de apuntarle en ningún momento. Canción-Oculta estaba seguro de que si hacía cualquier amago de saltar,abrirían fuego con sus armas, incluso si para ello tenían que matar a su jefe. Michael Norge también debía saberlo, de ahí la desesperación de su voz, pero el Philodox necesitaba algo más que palabras vacías para sobrevivir esa mañana.

-Será mejor que el trato que me propones merezca la pena, porque nos quedamos sin tiempo-, le amenazó a su vez para que no creyese que podía jugársela.

-De acuerdo... escucha... Júrame por tu honor que me dejarás con vida y que ni tú ni tu manada volverá a atacar esta fábrica nunca más y os dejaré que os marchéis sin que nadie os lo impida.

-No me voy a ir sin los niños secuestrados-, le presionó él.

-Nosotros no hemos secuestrado a esos malditos críos. ¡Te lo juro!-, le aseguró Norge. -Rapta Pañales no trabaja para nosotros. ¡Somos los menos interesados en que haya tanta atención mediática sobre St. Claire, créeme!

Hubo algo en sus palabras que convenció a Canción-Oculta de que Michael Norge decía la verdad. Su instinto de Philodox le decía que era así. Pangloss estuviese enzarzada en otros asuntos ilegales, puede que incluso más graves que el secuestro de siete menores, pero desde luego no les interesaba tanta atención sobre esta ciudad. El cerebro de Canción-Oculta siguió trabajando a toda velocidad.

-Tú y yo somos enemigos. Aunque aceptara el trato que me propones y tú lo respetases, avisaría de inmediato a otras manadas de hombres lobo para que detengan vuestros planes en St. Claire.

-Lo sé. Es razonable. Yo también tendré más refuerzos para recibirlos cuando llegue el momento. Pero lo importante es que tú y yo salvemos la vida... Ninguno de nosotros tiene por qué morir hoy.

-¿Ellos obedecerán tus órdenes?

-Lo harán, si no haces ninguna tontería.

-¿Y el hombre lobo ruso?

-¿Quién? ¿Dmitri?-, preguntó Norge. -Sí, el también las obedecerá.

Canción-Oculta captó una breve inseguridad en las palabras del hombre. No obstante, no tenía más opciones. Debía apostar por la negociación antes de que la Espiral Plateada y los otros guardias de seguridad tuviesen tiempo para planear una trampa por su cuenta.

-Está bien, Michael Norge. Le daré una oportunidad a la oferta que propones. Sin embargo, pongo dos condiciones: no debe haber guardias a lo largo de nuestro camino hasta la salida y te llevaré conmigo hasta los límites del territorio de la empresa para asegurarme de que tus subordinados no intentarán jugármela. Si aceptas esas condiciones, te daré mi palabra de honor de que no te mataré y que mis hermanos no atacarán de nuevo esta fábrica. Tras decir eso acercó las puntas de sus garras al cuello del hombre. -¿Qué me dices? ¿Aceptas mis condiciones?

martes, 29 de enero de 2013

VOZ-DE-PLATA (3 - 2)



St. Claire, Washington (EE.UU.)
2 de noviembre de 1992

"Este hijo de puta es verdaderamente rápido", pensó con amargura el joven Galliard de los Hijos de Gaia mientras esquivaba por los pelos el ataque del guardia de seguridad. La afilada hoja del cuchillo de su enemigo, que ya había probado su sangre hacía escasos segundos, pasó volando a pocos centímetros de su hocico como un rayo. Aquel guardia no era un simple humano. Parecía una parodia grotesca de una persona normal, con bultos, llagas y heridas esparcidas a lo largo de toda su piel. Tenía el pelo sucio y desagradable, pero lo más asqueroso era el líquido amarillo que caía pasmosamente de sus narices, manchándole labios, la barbilla y la camisa de su uniforme de su seguridad de color marrón pardo.

El fomori, pues eso es lo que era precisamente la criatura contra la que estaba luchando, siguió moviéndose, pasando por debajo de su enorme y peludo brazo derecho mientras le clavaba con extrema pericia el cuchillo en algún punto del costado entre el hueso de la cadera y las costillas. La hoja entró y salió del cuerpo Crinos de Voz-de-Plata con un movimiento fluido, atravesándole como si fuese un pavo en el Día de Acción de Gracias. El Galliard aulló cuando sintió un tsunami de dolor recorriéndole todo su cuerpo, pese a lo cual tuvo las suficientes fuerzas para golpear al fomori con su otra garra. Quedaron tres surcos sangrientos a lo largo del hombro izquierdo de la criatura, que chilló dolorida al mismo tiempo que retrocedía unos pasos mientras recuperaba su guardia.

Voz-de-Plata aprovechó esos segundos vitales para echar un vistazo a su alrededor. Un horrible rastro de sangre le guió hacia una improvisada cobertura que había encontrado Crow detrás de un enorme tubo industrial. Un francotirador oculto le había disparado en dos ocasiones. Sus heridas parecían terriblemente graves y ni siquiera la fisiología superior de su cuerpo Garou podía hacer nada para reponerse. "Balas de plata", se dio cuenta el Galliard con un escalofrío. La mole medio humana medio lobuna del Fianna estaba tumbada en el suelo y escupiendo sangre.

A pocos metros de allí, dos enormes figuras Crinos de pelaje plateado estaban enzarzadas en un combate despiadado y sin cuartel. Voz-de-Plata sabía que una de ellas era Canción-Oculta, pero no tenía ni idea de quién era la otra. En cualquier caso, el combate parecía muy igualado. Los cuerpos de ambos contendientes mostraban numerosos y desgarros que daban una buena muestra de la ferocidad de su lucha.

Para su desazón, el Galliard no vio por ninguna parte a Lars. Suponía que el Fenris debía estar en la Penumbra junto con Uktena, el tótem espiritual de su manada, pero tal y como les iban las cosas en el reino físico, dudaba mucho de que al Theurge le fueran mejor.

El despiste de Voz-de-Plata pudo haberle costado muy caro. El fomori sacó fuerzas de flaqueza y se abalanzó sobre él gritando como un salvaje enloquecido. Sus gritos fueron lo que hicieron que el Galliard centrase su atención en el combate que estaba librando. Esta vez fue más rápido que su enemigo. Con una mano le cogió el brazo que sostenía el cuchillo y con la otra atravesó los ojos del fomori con sus garras. La criatura se tambaleó unos segundos sin dejar de gritar, para finalmente caer al suelo entre violentos temblores.

No obstante, el Galliard no tenía tiempo para tomarse un respiro. Tenía que curar las heridas de Crow si querían ganar aquel combate. Salió a la carrera desde detrás del depósito, exponiéndose voluntariamente a los disparos del francotirador, y siguió el rastro de sangre que había dejado su hermano. Un disparo tardío pasó a una distancia peligrosamente escasa de su enorme cuerpo, sin rozarle siquiera. Llegó hasta donde estaba su hermano caído y se cubrió también para evitar recibir nuevos disparos.

Desgraciadamente, no tuvo tiempo para curar sus heridas, ya que dos hombres cargaron contra ellos.  "Mierda", pensó mientras se ponía a cuatro patas y les enseñaba los enormes colmillos que relucían en sus fauces. Esos bastardos debían haberse internado por el laberinto de tuberías que tenían a su derecha, sin que nadie los viera acercarse.

El más grande de ellos era un hombre de algo menos de cuarenta años, obeso, con cuello de toro y cara porcina. Tenía un físico impresionante, pero parecía extraordinariamente feo. Sobre la calva de su cabeza llevaba tatuados un dragón rojo de estilo nórdico y una esvástica estilizada. En sus manos sostenía un bate de béisbol remachado con clavos relucientes, casi plateados. "Bañados en plata, probablemente", se dio cuenta el Galliard.

El otro hombre era un esperpento humano lleno de piercings en todas las partes visibles de su cuerpo: orejas, nariz, cejas y labios. Tenía el pelo rapado en uno de los lados de su cabeza y largo y teñido de varios colores en el otro. Iba vestido con un largo gabán negro, pantalones de cuero y botas altas. No llevaba nada de ropa debajo del gabán, dejando entrever tatuajes obscenos y más piercings en sus pechos y el ombligo. Éste iba armado con una navaja de filo plateado.

Se estaban acercando rápidamente al lugar en el que estaban cobijados. Si intentaban interceptarlos, se expondrían a otro disparo del misterioso francotirador y Voz-de-Plata dudaba que ese malnacido volviese a fallar el tiro. A su lado, Crow lo imitó poniéndose en pie sobre sus cuatro patas a pesar de la gravedad de sus heridas. Sus feroces gruñidos no asustaron a sus enemigos, pero el Galliard percibió una pequeña nota de temor en sus ojos. Dispuesto a librar el que podría ser el combate de su vida, el Hijo de Gaia todavía dedicó dos escasos segundos para pensar en Faruq. "¡Gaia, sálvalo!", oró precipitadamente antes de que sus enemigos iniciasen el cuerpo a cuerpo.

-.-

St. Claire, Washington (EE.UU.)
2 de noviembre de 1992

Tras pasar toda la noche durmiendo incómodamente en la vieja furgoneta de Rossaline y tomarse un café y unas tostadas con mantequilla y mermelada para desayunar, los cinco se habían dirigido al sur de la ciudad para inspeccionar desde lejos la factoría de Pangloss Cosmetics. Cuando pasaron por la carretera que conducía a los terrenos de la compañía, pudieron ver la mayoría de las instalaciones. Todo parecía estar completamente en orden. Había un edificio central, cuya brillante fachada de cristal probablemente albergase las oficinas y los laboratorios principales, que a su vez estaba rodeado de almacenes, depósitos industriales y un complejo entramado de tuberías de todos los tamaños imaginables que unían todas las instalaciones entre sí. Todo ello estaba rodeado a su vez por una verja metálica de rejilla de dos metros y medio de altura.

Lars hizo que la furgoneta siguiese de largo hasta llegar a un desvío comarcal y, una vez allí, la aparcó en el arcén. A continuación todos se bajaron del vehículo y atravesaron en pocos minutos la pequeña arboleda que los separaba de los territorios de la compañía en completo silencio. El hedor causado por los humos químicos de las chimeneas era penetrante, aunque también dejaba un vacío indefinido en su nariz. Cuando por fin volvieron a ver la verja a unos quinientos metros de distancia, no pudo permanecer callado por más tiempo:

-Todo parece en orden, ¿no? Incluso parece un lugar relativamente limpio.

-Sí, claro-, murmuró Erguido-cual-Montaña con un ligero tono de burla en su voz.

-Voy a mirar en la Penumbra-, manifestó Lars mientras sacaba un pequeño espejo de mano de uno de los bolsillos de su cazadora.

-Te acompaño-, respondió Faruq.

Los dos caminaron de lado con rapidez, dejando al resto de su manada en el mundo real. A pesar de que vieron las figuras distantes de varios trabajadores desde su posición, no descubrieron a ningún guardia de seguridad patrullando las instalaciones, lo cual ofrecía buenas perspectivas si decidían echar un vistazo "más de cerca".

-Este sitio apesta a Wyrm-, afirmó Canción-Oculta poniendo un profundo gesto de desagrado en su cara.

Ninguno rebatió su afirmación. Sabían que el Philodox no haría ese tipo de observaciones a la ligera. "Adiós a mis esperanzas de una investigación fácil", pensó Voz-de-Plata con resignación. Poco después, Lars y Faruq aparecieron a su lado. Ellos tampoco traían buenas noticias.

-En la Penumbra estos terrenos son una plaga espiritual-, les informó el Theurge. -Están lleno de Kalus y de elementales corruptos que parecen estar compuestos de líquidos tóxicos. Me temo que es imposible acercarnos por la Umbra sin que nos descubran.

-Entonces tendremos que hacerlo por el reino físico-, afirmó Crow con seriedad.

-Si vamos de frente podríamos poner en peligro a los niños y niñas secuestrados-, intervino Faruq. -Deberíais dejarme que ir delante. Puedo echar un vistazo sin que nadie me vea y luego regresar con cualquier información útil que haya descubierto ahí dentro.

-Suena sensato-, le apoyó Voz-de-Plata.

-Pero no sabemos si los niños están allí o no-, objetó Crow. -¿Para qué desperdiciar el elemento sorpresa de nuestro ataque?

-Todavía no hemos decidido si vamos a atacar-, respondió Canción-Oculta mirando suspicaz al Ahroun. -Hay trabajadores inocentes ahí dentro. ¿Tan rápido vas a poner en peligro sus vidas por tus ansias de gloria?

Al principio, Crow pareció visiblemente ofendido por las duras palabras del Philodox, incluso estuvo a punto de darle una mala contestación, pero finalmente se tragó su orgullo y aceptó la reprimenda implícita del alfa de la manada.

-Entonces, ¿me das permiso para intentar colarme?-, preguntó Faruq con un tono de voz excelentemente neutro.

-No lo sé-, respondió el Colmillo Plateado. -La verdad es que no me gusta que nos separemos. Recuerda lo que pasó la última vez que intentaste colarte por tu cuenta para reunir información. Aquel día casi morimos todos nosotros.

-Lo sé. Esta vez soy consciente de los riesgos, pero también de lo que está en juego. Vamos contrarreloj. Si esos niños aún viven y están secuestrados en la factoría de Pangloss, puede que cada hora que pase se reduzcan sus posibilidades de salir con vida. No tenemos más alternativas y lo sabes. Por eso te ruego que asumamos de nuevo ese riesgo cuanto antes

Los argumentos de Faruq fueron demoledores. Canción-Oculta no podía rebatirlos fácilmente, por lo que buscó el consejo del resto. Crow asintió en silencio para dar su conformidad, al igual que Lars. Solo el Hijo de Gaia dijo a las claras lo que todos pensaban en ese momento:

-Sus cortas vidas están en nuestras manos...

-¡Está bien, maldita sea!-, exclamó el alfa dando por fin su brazo a torcer. -Entra, cuélate ahí dentro y averigua todo lo que puedas. Sólo tendrás cuarenta y cinco minutos de reloj. Nosotros te esperaremos aquí. Pasado ese tiempo, entraremos a rescatarte.

-De acuerdo-, respondió el Caminante Silencioso con seriedad.

-Y si te metes en problemas antes de que llegue la hora, aúlla, con todas tus fuerzas-, le dijo Crow preocupado. -La caballería no tardará mucho tiempo en rescatarte.

-Vale, vale. No os preocupéis. No es la primera vez que hago esto.

-No nos lo recuerdes-, respondió Voz-de-Plata. -Cuídate ahí dentro, ¿vale?-, le dijo después mientras le daba un fuerte y breve abrazo a su hermano de manada.

Faruq asintió sin decir nada, aunque su cara mostraba una de las típicas sonrisas que ponía cuando iba a hacer alguna travesura especialmente molesta. A continuación, el Caminante Silencioso les dio la espalda sin despedirse siquiera y se encaminó hacia la verja. La saltó con agilidad para después correr hacia uno de los depósitos. A medida que lo veían acercarse a las instalaciones, era más difícil distinguirlo, hasta que finalmente desapareció a simple vista.

-Yo vigilaré por la Umbra-, les anunció Lars. -Si ocurre algo al otro lado de la Celosía, os avisaré de inmediato.

-¿Quieres que te acompañe?-, se ofreció Voz-de-Plata.

-No, gracias, mejor quédate con el resto-, respondió el Theurge mientas volvía a alzar el pequeño espejo de mano que llevaba encima para buscar su reflejo en él.

-Alea iacta est-, murmuró Canción-Oculta intentando vigilar el lugar por el que se había marchado Faruq.

-.-

No pasó la mitad del tiempo acordado antes de que se escuchasen los primeros disparos provocados por armas de fuego de gran calibre. Canción-Oculta les hizo un gesto y los tres salieron corriendo en sus formas Homínidas hacia la verja metálica.

-¿No avisamos a Lars?-, preguntó Voz-de-Plata mientras corrían.

-No hay tiempo-, gruñó el alfa sin detenerse. -Hay que intentar sacar a Faruq del lío en el que esté metido.

Los tres saltaron la verja metálica mientras escuchaban el sonido provocado por una sirena atronadora a través del sistema de megafonía de la factoría. Tras ese horroroso sonido, escucharon una voz metálica que parecía provenir de todas las direcciones:

-¡Alerta terrorista! ¡Alerta terrorista! Esto no es un simulacro-, el mensaje se repitió una vez más antes de volver a dar paso a la sirena.

Cuando llegaron al depósito, Voz-de-Plata pudo ver a varios operarios, vestidos con sus uniformes y cascos de trabajo, huir aterrados en todas direcciones. La situación parecía casi surrealista. "¿De verdad tienen un protocolo de seguridad para ataques de hombres lobo?", se preguntó el Galliard divertido.

No tuvo mucho tiempo para disfrutar la ironía de la idea. Un nuevo disparo alcanzó de lleno a Crow, derribándolo al suelo. Al principio el Hijo de Gaia pensaba que su hermano estaba muerto por la cantidad de sangre que cubría su cuerpo, pero luego vio cómo el Ahroun hacía el esfuerzo de levantarse al mismo tiempo que se transformaba en Crinos.

Canción-Oculta también adoptó la forma de guerra de los Garou mientras el Galliard hacía el amago de correr para auxiliar a su hermano y ponerlo a cubierto. Sin embargo, pese a sus buenas intenciones, no puedo hacer tal cosa. Un brazo salió entre dos tuberías y le hizo un feo corte en la cara que apunto estuvo de costarle un ojo al Hijo de Gaia. Un guardia de seguridad armado con un cuchillo de combate salió de su escondite inmediatamente después y cargó contra él a una velocidad sobrehumana.

lunes, 28 de enero de 2013

ERGUIDO-CUAL-MONTAÑA (3 - 2)



St. Claire, Washington (EE.UU.)
1 de noviembre de 1992

Faruq y él se dedicaron a vagar por la parte oriental de St. Claire durante las siguientes horas, buscando inútilmente alguna pista del secuestrador conocido como Rapta Pañales o de la influencia del Wyrm. Desgraciadamente, no tuvieron tanta suerte como habían esperado. En el territorio urbano, las calles de la ciudad estaban atestadas de periodistas, policías y vecinos asustados que vigilaban con abierta hostilidad a todos los desconocidos con los que se cruzaban. El miedo y la impotencia estaban generando mucha tensión entre unos y otros, por lo que Crow tenía bastante claro que tarde o temprano habría incidentes violentos si alguien no resolvía rápidamente el problema.

A continuación avanzaron hacia el extrarradio de la ciudad, con sus pequeñas casitas y caravanas rodeadas de profundos bosques y arboledas. Aquí parecía que la civilización sólo había logrado dar unos pasos tímidos frente a la fuerza primigenia de la naturaleza, pero los lejanos disparos de los cazadores les recordaron que ni siquiera los lugares salvajes estaban libres de la presencia humana durante la temporada de caza. Faruq y él decidieron evitar por el momento los bosques en forma lobuna para evitar que los disparasen por error aquellos fanáticos de las armas.

Estaban entrando en la garganta cubierta de niebla que los lugareños conocían como Norge Valley para investigar aquel suburbio de caravanas y casuchas de mala muerte bajo la luz de la luna gibosa, cuando vieron a un coche patrulla pasar a su lado con las luces encendidas. El vehículo siguió a toda velocidad hasta llegar a un cruce y luego se desvió hacia el sur.

-Debe haber ocurrido algo. ¡Vamos!-, le gritó a Faruq intentando hacerse oír por encima del ruido provocado por la sirena.

Sin darle tiempo a dar su conformidad o decir cualquier cosa, el Ahroun salió corriendo por la carretera en la misma dirección en la que había ido el coche patrulla. Puede que Rapta Pañales hubiese secuestrado a otro niño o puede que hubiese problemas menos apremiantes, pero en cualquier caso él estaba decidido a ayudar como pudiese. La emoción del momento vigorizó todo su cuerpo y se dejó llevar por ella corriendo tanto como podía. El corazón le saltaba desbocado y feliz. Crow no estaba hecho para ser paciente. No podía estarlo aunque quisiera. Era un Ahroun, un guerrero de Gaia, una criatura nacida para actuar. Ya había sido demasiado paciente durante todos esos meses como Guardián del túmulo de Stanley Park.

Menos de un minuto después de que se hubiese puesto a correr por la carretera, Faruq le alcanzó, poniéndose a su altura con una sonrisa descarada y adelantándose unos pocos metros para tomarle el pelo. Estaba haciendo trampa, por supuesto, usando alguno de los dones espirituales de su tribu para tratar de ridiculizarlo. Crow no se enfadó sino que sonrió también a su pesar al reconocer la broma del Ragabash. "Esta vez no he caído en tus burlas", pensó el Fianna contento.

Su repentino buen humor desapareció de golpe cuando pasaron junto a la caravana de la familia Wheeler, aunque no vieron a ninguno de los padres de la última niña secuestrada. Tampoco se veía por ninguna parte el coche patrulla, aunque seguían pudiendo escuchar el ruido de su sirena. Los dos jóvenes pasaron por delante del pequeño muro de Norge High, el instituto público de St. Claire, y siguieron corriendo casi un kilómetro y medio desde Norge Valley hasta que por fin vieron varios vehículos de policía junto a un destartalado club de carretera  llamado Loose Caboose.

El edificio era una enorme estructura de madera sin ventanas, parecido a un granero, y estaba decorado con luces amarillas parpadeantes y pinturas toscas de mujeres semidesnudas. En el aparcamiento había varias motos aparcadas, aunque una de ellas yacía tirada sobre el asfalto convertida en un amasijo de chatarra, así como tres coches de policía y dos ambulancias. Los agentes de policía se esforzaban en vano por contener al pequeño grupo de periodistas y curiosos que se habían acercado al lugar para enterarse de lo que había pasado. Entre los presentes, reconocieron con facilidad a la periodista con la que había hablado Canción-Oculta. Cindy Crawley estaba acompañada de su operador de cámara, informando puntualmente de las nuevas noticias ocurridas en St. Claire.

-Vigila por aquí. Yo voy a echar un vistazo a la Penumbra-, le dijo Faruq.

Su hermano no le dio tiempo para asentir, sino que se alejó corriendo hacia unos matorrales. "¡Jodido bastardo! ¡Me la ha devuelto!", se dio cuenta demasiado tarde el Fianna. No tuvo más remedio que mezclarse entre la multitud y escuchar en silencio los rumores que corrían.

-Jerry me dijo que fue un condenado lobo. ¿Te lo puedes creer?

-Yo he oído que no fue más que un tiroteo empezado por unos motoristas. Gente de fuera de la ciudad.

-Creo que hay al menos doce muertos y heridos.

El grupo de curiosos creció gradualmente, al igual que la gravedad de los rumores que circulaban entre los presentes. Dos coches más de policía, así como una ambulancia más, se habían acercado también hasta el lugar del incidente. Uno de los policías que acaban de llegar el jefe Olson, el cabrón malnacido que les había amenazado para que abandonasen la ciudad antes de que pasasen veinticuatro horas. Por fortuna, el jefe de la policía de St. Claire tenía demasiadas preocupaciones en ese momento como para reconocerle entre la multitud, por lo que entró directamente en el local.

Unos minutos después, llegó otro coche, un BMW negro, del que se bajó un hombre delgado y de poco más de cuarenta años, que estaba empezando a perder pelo. Iba vestido con un pulcro traje negro con corbata del mismo color y una camisa blanca impoluta. El hombre también entró en el edificio sin que ninguno de los policías se lo impidiera:

-Malditos federales-, escuchó decir a uno de los policías.

Pasaron unos diez minutos más sin que ocurriese ninguna otra novedad. Al final, el agente del FBI volvió a salir del local. Cindy Crawley le urgió a que explicase a los ciudadanos del estado de Washington lo que estaba ocurriendo, pero el hombre se negó a responder a sus preguntas con un seco "sin comentarios". Luego se subió de nuevo al BMW y se marchó por donde había venido. Su partida levantó más rumores entre los presentes cuando algunos se dieron cuenta de que el jefe Olson y el resto de los policías seguían en el interior del edificio.

Crow se giró cuando vio por el rabillo del ojo que alguien se acercaba a él entre la multitud. Esperó unos segundos y se volvió fingiendo estar despistado, pero sólo era Faruq. Su hermano le hizo un gesto con la mano para que lo siguiese. El Fianna asintió y juntos se apartaron de la multitud de curiosos.

-Has tardado en volver. ¿Qué has descubierto en la Umbra?

-Solo a una pequeña Perdición menor en el reflejo umbral de este sitio, pero cuando miré desde allí el mundo físico vi un par de cosas muy interesantes. El cristal de la cabina del DJ tenía dos impactos de bala. Hay dos heridos y un muerto que parece haber sido despedazado por algún tipo de animal salvaje. A mí me parece que ha sido obra de un Garou.

-¿Estás seguro de eso?-, preguntó el Fianna sorprendido.

-Sí. Por ejemplo, la bestia que atacó a ese hombre le desgarró la mano derecha, con la que empuñaba una pistola, y cayó durante la pelea encima del tapete de una mesa de billar. Hay que tener mucha fuerza para arrancar así una mano de una sola acometida...

-Sí, tienes razón-, asintió él por experiencia propia. -La mayoría de los curiosos creen que hubo un tiroteo iniciado por unos motoristas de fuera de la ciudad, pero al principio una mujer aseguraba que uno de los policías le había dicho que un lobo salvaje se había colado dentro del local. ¿Crees que Rapta Pañales es un hombre lobo?-, preguntó visiblemente asqueado.

-No sé si es el secuestrador es un Garou, pero estoy convencido de que quien fuera que ha provocado este desastre sí lo es.

-¿Viste alguna otra cosa que nos pueda ayudar?

-No, nada más.

-Entonces deberíamos volver al centro de la ciudad. Tenemos que contarle al resto de la manada lo que ha ocurrido aquí. Además, de todas formas ya casi es la hora a la que habíamos.

-.-

Llegaron al Sherwood veinte minutos tarde. El restaurante estaba otra vez lleno de clientes, pero sus hermanos habían logrado coger una pequeña mesa al fondo del local. Ya habían empezado a cenar sin ellos, aunque ni él ni Faruq se quejaron demasiado. Con el hambre que traían, ellos tampoco hubieran podido esperar demasiado, así que les contaron lo que había pasado en el Loose Caboose mientras esperaban a que les trajesen su comida.

-¿Un hombre lobo?-, preguntó Voz-de-Plata. -Eso podría tener sentido. Explicaría cómo el secuestrador pudo entrar en todas esas casas sin que nadie lo viese ni tener que forzar puertas o ventanas.

-Todavía no sabemos si el Garou que atacó el Loose Caboose es Rapta Pañales o no-, objetó Canción-Oculta.

-Muy cierto-, confirmó Lars mientras daba un buen mordisco a lo que quedaba de su hamburguesa.

-Yo creo que deberíamos investigar esa posibilidad. St. Claire está rodeada de bosques. ¿Qué mejor escondite para el secuestrador? Lo malo es que con tantos cazadores humanos podríamos tener problemas si no tenemos mucho cuidado.

-Razón de más para darnos un día más antes de meter las narices en los bosques-, respondió el joven alfa.

-¿Y qué haremos cuando se nos acabe le plazo del jefe Olson?-, preguntó Faruq.

-No me iré sin salvar a esos niños y niñas o, en el caso de que eso no sea posible, encontrar al culpable de sus desgracias-, afirmó el Philodox seriamente. -Creo que todos estamos completamente de acuerdo con ese objetivo. Si es necesario, evitaremos a la policía y al jefe Olson siempre que podamos para proseguir nuestras investigaciones. ¿Es segura la Penumbra de St. Claire?-, le preguntó a Lars.

-Básicamente sí-, respondió el Theurge. -Aquí los espíritus de la Tejedora no son demasiado fuertes, excepto en el Instituto Politécnico de Washington. Por otra lado, el Wyrm tiene algunos espíritus menores  aquí. ¿Sabéis qué son los Kalus?

-¡Algún tipo de Perdiciones!-, respondió Voz-de-Plata con seguridad diciendo lo obvio.

-Sí, eso es-, confirmó Lars. -Son espíritus de la corrupción. Suelen adoptar una imagen fantasmal, de medio metro de alto, con alas, diminutas manos en forma de garra y pezuñas hendidas. Se dedican a infectar las mentes humanas con ideas y pensamientos malvados. Esta tarde he encontrado una docena repartidos por toda Penumbra de la ciudad.

-¿Eso no es normal?-, preguntó Canción-Oculta.

-En plagas espirituales y otros lugares mancillados por el Wyrm como la mina donde estaba escondida la prisión del Narlthus, sí, pero por ahora no he visto un lugar así en la ciudad.

-A lo mejor tienen un refugio secreto o están a las afueras-, dijo pensativo el Fianna.

-Puede ser-, concedió el Theurge-, pero al verlos he tenido una idea: ¿y si ellos son los causantes de la alta tasa de violencia doméstica y abusos sexuales?

Ninguno de ellos podía saberlo con certeza, pero la pregunta era ciertamente inquietante. Si Lars tenía razón al sugerir que los Kalus eran los causantes de los crímenes cometidos en St. Claire, la manada tendría que intentar acabar con todos ellos o pedir ayuda a otros Garou. En cualquier caso, estaba claro que no podían marcharse sin más cuando cogiesen a Rapta Pañales. Una camarera pelirroja y entrada en años les trajo la cena mientras estaban sumidos en sus propios pensamientos.

-¿Y vosotros?-, le preguntó a Canción-Oculta mientras engullía un mordisco de perrito caliente bien cargado de cebolla, mostaza y ketchup. -¿Habéis descubierto algo?

-No, nada-, respondió el Philodox. -Están decorando las principales calles de la ciudad para un festival local que tendrá lugar el próximo sábado, pero aparte de la excitante noticia de que los ciudadanos de St. Claire están divididos acerca de si se debería celebrar la fiesta o no por los secuestros, no hay más novedades.

-¡Esta ciudad apesta!-, exclamó en bajo Voz-de-Plata. -Cada vez estoy más convencido de ello.

-Sí, yo también lo creo-, le apoyó Faruq.

Crow asintió con la cabeza mientras daba un último bocado a su perrito caliente. Había estado verdaderamente bueno. Vio cómo Canción-Oculta se estiraba para observar a alguien que acaba de entrar en el restaurante y, acto seguido, se levantó de la mesa.

-Vuelvo en un momento-, les dijo el alfa de la manada.

Tanto el Fianna como el resto de sus hermanos lo observaron alejarse con curiosidad, sin perder de vista al Colmillo Plateado, que se había acercado a saludar a Cindy Crawler y su cámara.

-¿Creéis que le gusta?-, preguntó Voz-de-Plata.

-Tal vez-, respondió Faruq con una sonrisa malvada. -Oye, ¿estás muy triste porque esta noche no nos pudo atender Jessy?

-.-

Canción-Oculta volvió unos cinco minutos más tarde. A Crow le parecía que estaba pensativo, como dándole vueltas a una idea que rondase en su mente. Cuando se sentó de nuevo en su mesa, toda la manada estaba pendiente de saber qué había averiguado.

-Tengo algunos detalles más de lo que pasó en el Loose Caboose. Nuestro hombre lobo no estaba solo. Los testigos aseguran que un pequeño grupo de moteros entró en el bar con un lobo domesticado y atacaron a Edgar Chase, un guardia de seguridad de Pangloss que solía pasarse por allí.

-Anna Wheeler también dijo que trabajaba en Pangloss. ¿Creéis que esa empresa tiene algo que ver con los secuestros y el ataque de ese supuesto Garou?-, preguntó Voz-de-Plata.

-Venga, ya. No, hombre-, respondió Faruq. - Estamos en los malditos Estados Unidos. Aquí es normal que la mitad de la población dependa de una gran empresa u otra.

-Pues a mí sí me parece sospechoso-, intervino Crow. -Todos sabemos que a veces los siervos del Wyrm emplean la codicia humana para envenenar a Gaia con productos tóxicos y altamente contaminantes. Tal vez Pangloss sea una empresa controlada por nuestros enemigos.

-Vamos a tener que comprobarlo-, coincidió con él Canción-Oculta. -En Toronto ya vimos de primera mano que esos rumores son ciertos. Esta noche descansaremos en la furgoneta y mañana por la mañana haremos una visita a Pangloss Comestics. ¿Estamos todos de acuerdo?

Todos asintieron, incluso Faruq que no parecía muy convencido, aunque con él uno nunca sabía si estaba fingiendo para tomarte el pelo, para reafirmarte en una decisión correcta o porque verdaderamente tenía dudas al respecto. A Crow no le importaba. Si tenían razón respecto a Pangloss, puede que pronto pudiese liberar su furia Ahroun una vez más sobre los enemigos de Gaia.

viernes, 25 de enero de 2013

FARUQ (3 - 1)


St. Claire, Washington (EE.UU.)
1 de noviembre de 1992

Crow y él habían pedido un trozo de tarta de arándanos y otro de manzana mientras observaban a sus hermanos hablar con la policía en la calle. Aunque parecían tener una conversación amistosa, su instinto le decía a Faruq que los agentes de la ley no les ayudarían mucho durante su estancia en St. Claire. Cuando la conversación terminó y sus hermanos volvieron a entrar en el restaurante, el Caminante Silencioso supo que no traían buenas noticias.

-Y eso es todo-, dijo Voz-de-Plata después de repetirles a él y al Fianna toda la conversación por la que acababan de pasar. -Tenemos veinticuatro horas para salvar a esos pobres niños.

-Bueno, no tenemos que hacer caso necesariamente del ultimátum que nos ha dado-, intervino él.

-¿Ah, no?-, preguntó el Hijo de Gaia. -Y según tú, ¿qué deberíamos hacer mañana a estas horas?

-Ser más discretos-, respondió él con naturalidad, -y movernos principalmente por la Penumbra.

-Creo que es una buena idea-, le apoyó Crow.

-En lugar de discutir entre nosotros, deberíamos aprovechar al máximo el tiempo que nos queda para movernos con libertad por la ciudad, -afirmó Canción-Oculta.

-¿Seguimos investigando a las familias?-, le preguntó Lars.

-No, esa puerta quedó cerrada gracias a la llamada de Robert Wheeler-, dijo el alfa pensativo, -pero mirad a vuestro alrededor. Este restaurante está lleno de periodistas. Llevan más tiempo aquí que ninguno de nosotros y a estas alturas ya deben estar al tanto de los trapos sucios de media ciudad. Quizás alguno de ellos tenga conocimiento de algo que sin saberlo nos pueda encaminar en la dirección correcta.

-Una idea interesante-, reconoció Faruq intrigado, -pero no creo que vayan a compartir sus secretitos con un grupo de jóvenes raros como nosotros.

-Por eso no iremos todos nosotros-, explicó Canción-Oculta. -Solo uno, dos como mucho. Tenemos que abordar a alguien que esté solo.

-¿Qué os parece la mujer de la mesa del fondo?-, preguntó Lars, señalando discretamente a una morena, de  unos treinta años, de pelo rizoso, vestida con una americana verde oscuro bajo la cual llevaba un jersey fino de color negro y unos pantalones lisos del mismo color. Tenía los labios pintados de color rojo fresa y la cara ligeramente maquillada. Estaba estudiando unas hojas sueltas que había sacado del portafolios verde oscuro que reposaba a su lado en la mesa mientras se tomaba con calma un café solo.

-Es perfecta-, reconoció Canción-Oculta. -Iré a hablar con ella.

-¡Espera! ¿Qué le vas a decir?-, quiso saber Crow, cogiéndole de la mano.

-Voy a proponerle un trato. Vosotros esperadme en la furgoneta.

-No tardes demasiado o nos pondremos celosos-, se burló Faruq con una sonrisa cargada de picardía.

-.-

-¿Y bien?-, preguntó Voz-de-Plata.

-No ha sido fácil, pero está hecho. Le hablé de la huella que encontró Faruq detrás de la caravana de los Wheeler y le prometí que compartiría con ella en exclusiva cualquier nuevo descubrimiento a cambio de que ella me hablase un poco de los secuestros y de la ciudad en general.

-Pero ¿te ha contado algo interesante o no?-, insistó el Galliard dando voz a la pregunta que todos ellos pensaban.

-Sí. Se llama Cindy Crawley y trabaja para un canal local de televisión. Ella fue la primera periodista en llamar al secuestrador "Rapta Pañales", cosa que empezó a hacer después de que varios niños de la ciudad, a los que estaba entrevistando por separado, le confesasen que habían soñado con él y que lo llamaban entre ellos con ese nombre.

-¿Que más le contaron de esos sueños?-, preguntó Lars sumamente inquieto.

-Bueno, ella no insistió mucho en eso, pero según los niños entrevistados Rapta Pañales es un hombre escurridizo, de piel pálida y pelo enmarañado. Viste unos vaqueros rotos, una sucia cazadora de cuero, una gorra de béisbol, botas y unas oscuras gafas de sol.

-¿Crees que esa descripción es fiable?- , le preguntó Faruq a Lars.

-Quizás. No lo sé-, confesó frustrado el Theurge. -Tendremos que estar atentos por si vemos a alguien cuya descripción encaje de ese modo.

-Pero tú mismo lo dijiste ayer, ¿no?-, intervino Crow. -Los espíritus se comunican a través de los sueños...

-Sí, es cierto, pero la mayoría de los sueños no son modelados por los espíritus, sino que responden a nuestros recuerdos, expectativas y miedos más ocultos.

-En cualquier caso, si esos niños tienen razón, entonces nuestro secuestrador no es un humano normal y corriente, sino una criatura sobrenatural de algún tipo-, dedujo Faruq pensando en voz alta-, por lo que nuestra ayuda aquí es más necesaria que nunca.

-Cindy Crawler También me contó un detalle más que puede ser relevante-, les dijo el alfa de la manada. -Ha descubierto que St. Claire tiene unas elevadas tasas de violencia doméstica, abusos sexuales y violaciones para una ciudad de su tamaño, a pesar de que la mayoría de las mujeres maltratadas no denuncian públicamente su situación y acaban volviendo con sus maridos.

-¿Y cómo es eso posible?-, preguntó Faruq.

-Todavía no lo sabe. El canal para el que trabaja la obliga a centrarse en los secuestros, pero ella está decidida a investigar más a fondo la ciudad cuando hayan detenido a Rapta Pañales.

Los cinco se quedaron en silencio, intentando hallar sin éxito alguna explicación que sirviese para descifrar aquel extraño enigma. Finalmente, fue Faruq quien rompió el silencio:

-No podemos cruzarnos de brazos. Como no nos dejan acercarnos a las familias, deberíamos separarnos y dar una vuelta por St. Claire. Puede que veamos a alguien que encaje con la "descripción" de Rapta Pañales o que descubramos alguna pista que aclare qué demonios está pasando aquí. En cualquier caso, tenemos que movernos.

-Faruq tiene razón-, le apoyó Lars. -Debemos movernos para abarcar el máximo terreno posible y también deberíamos investigar en la Penumbra local.

-Estoy de acuerdo-, terció Crow.

-Entonces haremos lo que has propuesto-, dijo Canción-Oculta. -Voz-de-Plata y yo recorreremos la parte occidental de la ciudad y Faruq y Crow harán lo mismo en la parte oriental. Lars, tú investiga en la Umbra. Nos reuniremos en este mismo restaurante a las ocho de la tarde para cenar. ¡Movámonos como si tuviésemos prisa!

jueves, 24 de enero de 2013

LARS (3 - 1)


Vancouver, Columbia Británica (Canadá)
29 de octubre de 1992

Las tinieblas lo envolvían con su asfixiante abrazo, como si fuesen conscientes de su presencia en aquel laberinto oscuro en el que había caído. Hacía frío y estaba húmedo, pero no existía ningún silencio benévolo que pudiese evitar que escuchase el llanto caótico de varias gargantas infantiles gritando a pleno pulmón a su alrededor. Su único consuelo es que sabía que Uktena estaba a su lado, ya que podía ver sus ojos amarillos brillando en la oscuridad. Caminó unos pocos pasos con cuidado, apoyando las manos en una de las húmedas paredes del laberinto. "¿Dónde estoy?", preguntó confuso en voz alta. "¿Por qué lloran los niños?" La oscuridad no respondió a sus preguntas, sino que pareció que se tragaba su voz, distorsionándola, al mismo tiempo que aumentaba el volumen de los llantos. Tal fue el estrépito que escuchó, que cayó de rodillas sobre el suelo de tierra, víctima de un fuerte dolor de cabeza.

Los llantos redujeron su cacofonía mucho tiempo después, aunque se los podía seguir escuchando con claridad, y él pudo recuperarse lo suficiente para ponerse en pie apoyándose pesadamente contra la pared. Dio un paso en la oscuridad. Luego otro. Los llantos seguían allí, intentando llamar su atención, desesperados a veces, presa de un dolor insoportable en otras ocasiones, pero siempre estaban allí. Él siguió caminando por aquel terrible laberinto de esquinas y pasillos oscuros sin hacer el menor ruido, puesto que no quería experimentar una nueva explosión de lloros y gritos que lo volviesen a dejar indefenso. Uktena lo seguía callado. Ambos se adentraron en la oscuridad hasta que Lars se despertó del sueño.

St. Claire, Washington (EE.UU.)
1 de noviembre de 1992

Como no sabían cuál sería el restaurante de precio más asequible de St. Claire, decidieron comer en uno de los seis establecimientos del centro de la ciudad. Tenía el nostálgico nombre de Sherwood, aunque en realidad no dejaba de ser la típica hamburguesería americana de la década de los 60, con una barra en el centro y mesas con sofás rojos y blancos a los lados. En ese momento, el local estaba lleno de gente: periodistas cotilleando entre ellos, cazadores de fin de semana apunto de marcharse y unos pocos lugareños de todas las edades que miraban disgustados el aluvión de personas que se había apoderado de "su" establecimiento. Dos camareras no daban a basto, llevando constantemente comida, refrescos y café entre las mesas y la puerta del fondo que conducía a la cocina. Dentro del local olía sobretodo a carne a la plancha, pollo frito y hamburguesa, olores que hicieron que todos ellos salivasen al pensar siquiera en comer. De fondo Jerry Lee Lewis atronaba desde unos altavoces colgados en el techo con su clásico tema Great Balls of the Fire.

A pesar de que todo parecía indicar que tendrían que conformarse con sentarse a comer en la barra separados unos de otros, un grupo de hombres abandonó una mesa junto a la calle mientras se reían entre ellos por algún chiste privado. Lars y sus hermanos de manada ocuparon la mesa antes de que se la quitase una pareja avispada y consultaron la carta con atención, eligiendo cada uno la comida rápida que le apetecía en esos momentos. Luego les atendió una camera joven, de pelo rubio teñido y cara inocente, que se demoró más tiempo del necesario en explicarles las especialidades de la casa y tomarles nota. La camera, cuyo nombre era Jessy, sonrió con coquetería a Voz-de-Plata en un par de ocasiones, por lo que el Galliard le devolvió las sonrisas con picardía, lo que a su vez despertó toda clase de celos y comentarios cómicos injustificados por parte de Faruq y Crow. "No os puedo sacar de casa", les intentó comunicar el Hijo de Gaia negando visiblemente con la cabeza cuando Jessi les dio la espalda.

Dicho a su favor, se comportaron correctamente cuando la atareada camarera volvió para traerles los platos que habían pedido. Esta vez la muchacha no tuvo tiempo para seguir flirteando y se marchó corriendo a limpiar otra mesa que acaba de quedar temporalmente vacía. Lars quería desconectar del problema que estaban investigando como hacían sus hermanos, pero no podía permitirse semejante lujo, sino que permanecía comiendo en silencio mientras su mente rebuscaba en el sueño que le había enviado Uktena, buscando alguna pista o clave que hubiera pasado inadvertida hasta ese momento.

-¿Qué hacen esos dos?-, preguntó sorprendido Canción-Oculta en voz baja.

Su pregunta interrumpió la animada conversación de la mesa y sacó a Lars del bucle de sus pensamientos.  Todos ellos miraron por el ventanal de la calle para ver a una pareja de policías junto a la furgoneta de la prima de Voz-de-Plata. Uno de ellos estaba anotando la matrícula, mientras su compañero intentaba echar un vistazo al interior del vehículo desde el lado de la calle de la ventanilla. Ambos agentes iban vestidos con un uniforme oficial de color azul marengo y camisas negras.

-¡Mierda!-, maldijo Crow. -¿Ahora qué hacemos?

-Probablemente sólo estén comprobando vehículos sospechosos que estén en la ciudad-, afirmó Voz-de-Plata sin mucha convicción.

-Vamos a tener que averiguarlo-, murmuró Canción-Oculta. -Lars, Bobby, venid conmigo. El resto quedaros aquí y terminad la comida. No queremos llamar la atención más de lo necesario. ¿De acuerdo?

Se levantaron de la mesa mientras sus hermanos daban su conformidad al apresurado plan y salieron del restaurante con calma, como si sólo fuesen a estirar un poco las piernas. Su breve paseo los acercó a la furgoneta en el momento en que los dos policías estaban hablando entre sí.

-¿Puedo ayudarles, agentes?-, les preguntó el Philodox.

-Eso depende-, respondió con voz suave uno de los uniformados. Se hallaba a finales de la cuarentena y tenía el pelo oscuro, la cara afeitada y los ojos pardos. -¿Es vuestra esta furgoneta?

-No exactamente-, respondió Voz-de-Plata. -Es de mi prima. ¿Por qué lo pregunta?

-Tu prima, ¿eh?-, asintió el agente con una sonrisa comprensiva. -Vale. ¿Cómo se llama ella? ¿Dónde puedo encontrarla?

-Se llama Rossaline Lloyd y ahora mismo está en Seattle, visitando a unas amigas.

-¿Y vosotros quiénes sois? ¿Creo que no os he visto nunca en St. Claire, verdad?

-No, señor, somos de Vancouver-, respondió el Galliard, -la ciudad canadiense, no la que tienen aquí con el mismo nombre. Yo soy Robert Smith y mis amigos son Jacob Henderson y Lars Braaten.

-¿Así que sois ciudadanos canadienses?-, preguntó el otro agente. Era más delgado que su compañero, pero tenía la cara agriada y envejecida. De hecho, sus ojos grises dejaban entrever perfectamente los efectos del paso de los años sobre él.

-Sí, eso es-, le confirmó Voz-de-Plata.

-¿Ocurre algún problema, agentes?-, preguntó con educación Canción-Oculta.

-Algo así-, respondió el primer policía. -Soy el jefe Olson, de la oficina de policía de St. Claire. Hace más o menos una hora recibimos una llamada de un vecino de la ciudad, Robert Wheeler, un padre desesperado que está pasando por la terrible experiencia. Robert nos dijo que dos jóvenes de fuera de la ciudad les habían estado molestando, haciendo preguntas sobre su hija desaparecida y buscando pelea. Esos jóvenes revoltosos sois vosotros, ¿no?

La voz del jefe Olson era comedida y educada, pero su última pregunta les había cogido completamente indefensos a pesar de que los tres se olían el rumbo que iba a tomar la conversación. Lars sabía que no habían cometido ningún delito por ahora, pero el jefe Olson podía meterles en algunos apuros si les pedía los pasaportes.

-Nosotros no fuimos buscando pelea-, objetó el Theurge. -Sólo tratamos de ofrecerles nuestra ayuda para encontrar a su hija.

-Me da igual si vuestras intenciones eran buenas o no-, respondió el Jefe Olson. -Mis hombres están abrumados de trabajo con los secuestros, también tenemos encima al FBI y a la prensa, y lo que menos necesitamos es a un grupo de idiotas molestando a las familias de los secuestrados. Así que os diré lo que vamos hacer: os doy veinticuatro horas para que os larguéis de St. Claire y si pasado ese tiempo seguís por aquí, tendré que comprobar vuestros pasaportes y los papeles de la furgoneta, hablar con esa Rossaline y si es necesario llamar a Canadá para que vuestros padres sepan dónde están sus hijos y en qué problemas se están metiendo. ¿Me he explicado con suficiente claridad?

-Perfectamente-, respondió Canción-Oculta disimulando con éxito el enfado que debía estar sintiendo al ser tratado como un niño.

-Me alegra oírlo, en serio. Hacedme caso y todos olvidaremos pronto este asunto-, les dijo el jefe Olson mientras se daba la vuelta para marcharse. Su compañero le siguió tras echarles a todos una última mirada despectiva con sus ojos grises.

miércoles, 23 de enero de 2013

CANCIÓN-OCULTA (3 - 1)

St. Claire, Washington (EE.UU.)
1 de noviembre de 1992

El joven Philodox abrió la la pequeña puertilla de la verja que rodeaba la caravana de los Wheeler, para luego llegar con paso decidido hasta la puerta. Sin embargo, antes de molestar a los desconsolados padres, echó un último vistazo a su alrededor para asegurarse de que todo estaba.en orden. Voz-de-Plata estaba detrás de él, con un mirada preocupada oscureciendo sus suaves ojos de color avellana. Faruq acababa de pasar a la parte de atrás de la propiedad y no se veía por ninguna parte a Lars y Crow. "Empieza el espectáculo", pensó para sí mismo mientras llamaba a la puerta.

Una mujer de pelo castaño, largo y enmarañado, la abrió de golpe. El aspecto de su cara era muy elocuente: tenía los ojos llorosos, casi rojos, en los que se veía una profunda tristeza que parecía no haber tocado fondo todavía. A pesar de las circunstancias por las que estaba pasando, el rostro de Anna Wheeler no lucía marca de ojeras, sino un brillo saludable y natural. Iba vestida con un jersey fino de un anodino color gris y unos pantalones lisos y oscuros, que evidenciaban un ligero exceso de peso. Estaba fumando un cigarrillo a medio terminar y les miró durante unos segundos entre sorprendida y decepcionada antes de hacer la inevitable pregunta sin soltar del todo la puerta de la caravana:

-¿Quiénes sois vosotros?- susurró ahora asustada.

-¿Anna Wheeler?-, preguntó Voz-de-Plata innecesariamente. -Somos becarios de un importante periódico de Seattle. Nuestro supervisor está aquí, en St. Claire, cubriendo la noticia de los secuestros y cree haber dado con la clave del caso. Sin embargo, desea comprobar algunos datos antes de compartir lo que sabe con el FBI.  Sólo le llevara unos minutos contestar a nuestras preguntas señora y, si nos ayuda, puede que este caso se resuelva en cuestión de días.

Canción-Oculta aprovechó la distracción de la mujer para utilizar discretamente su don de Olor de la Auténtica Forma sobre ella, sólo para estar seguros, y se sintió muy aliviado al comprobar que Anna Wheeler era completamente humana. Ella dio una lenta calada a su cigarrillo al mismo tiempo que intentaba escrutar sus intenciones. Se lo pensó un tiempo, pero la desesperación en la que se encontraba la ayudó a tomar la decisión correcta.

-Está bien, pero tendremos que tener la charla aquí fuera-, murmuró nerviosa mientras cerraba la puerta de la caravana con mucho cuidado. -Mi marido está durmiendo.

A ellos les pareció bien, por supuesto. Anna Wheeler cerró la puerta de su caravana con extremo cuidado y se alejó unos pocos pasos de la caravana. Miraba a su alrededor, nerviosa, como un animal herida al que hubieran arrinconado en un callejón sin salida. Su angustia era palpable y contagiosa. Canción-Oculta se sentía mal por albergar sospechas hacia ella, pero no podía descartar a ningún sospechoso por ahora. Mientras ella volvía a fumar de su cigarrillo, él uso el don del Sentir al Wyrm. Para su gran sorpresa, descubrió un ligero tufo del Wyrm, aunque era demasiado pequeño para saber si procedía de ella o de la caravana. En cualquier caso, el descubrimiento le puso en guardia inmediatamente.

-¿Qué queréis saber?-, preguntó ella con un corto suspiro.

-Todo-, respondió el Philodox, -pero empecemos desde el principio. Háblenos de la noche en que desapareció su hija Tracy.

-No hay mucho que contar. Mi hija siempre duerme en la misma cama que nosotros. La noche del jueves ella y yo fuimos a acostarnos mientras mi marido terminaba de ver una película, como hemos hecho tantas veces. Cuando sonó el despertador, vi que no estaba en la cama ni dentro la caravana. Todavía tenía la ropa con la que iba a ir al colegio sobre una de las sillas, perfectamente doblada como siempre... ella no la había cogido.

Anna Wheeler detuvo su relato emocionada, mientras trataba en vano de contener las lágrimas que estaban inundando en seguida sus ojos. Tiró el cigarrillo al suelo del césped y lo pisoteó con desidia, al mismo tiempo que se pasaba la mano por la cara para limpiarse las lágrimas.

-Tampoco había cogido sus zapatos... ni siquiera las zapatillas... ¿A dónde iba a ir ella sola descalza? La han secuestrado. ¡Alguien ha secuestrado a mi pequeña!

Voz-de-Plata apoyó la mano en su hombro para intentar darle fuerzas, en un gesto solidario lleno de compasión por su parte. Canción-Oculta, por otra parte, no podía permitirse ceder a la compasión. Tenía que averiguar la verdad para poder salvar a la pequeña Tracy Wheeler, así que continuó con su ronda de preguntas.

-¿La puerta y la ventana estaban bien? ¿No había señales de que hubiesen sido forzadas por la noche?

-Sí, estaban bien. Fue una de las primeras cosas que miró la policía.

-¿Y usted y su marido no escucharon nada inusual por la noche? ¿Ningún ruido?

-Lo único que me despertó fue mi marido al acostarse, pero luego dormí de un tirón el resto de la noche. Siempre estoy muy cansada cuando salgo del trabajo.

-¿Podría decirnos en qué trabaja, por favor?-, preguntó Voz-de-Plata.

-Soy operaria en una cadena de montaje de Pangloss.

-¿Y su marido?

-Él no tiene trabajo. Lleva muchos años en paro.

-¿Y su familia? ¿Alguno de sus familiares vive en St. Claire?-, preguntó Canción-Oculta retomando el control de la conversación.

-No. Mi hija y mi esposo son la única familia que me quedaba hasta ahora... hasta este jueves... ella era la única razón de mi vida para seguir viviendo y si... si... le han hecho algo, no sé lo que voy a hacer... de verdad que no lo sé...

-Pero ¿quién coño sois vosotros?- gritó de repente una voz masculina.

Al volverse, vieron a un hombre de unos cuarenta años en la puerta de la caravana, apoyándose contra el marco para mantenerse en pie mientras sostenía en alto una botella de cerveza King a medio beber con su mano derecha. Tenía una barba corta y sin cuidar y sus ojos estaban vidriosos por el alcohol. Llevaba puesta una camiseta azul de un equipo llamado los Stallions, unos mugrientos pantalones vaqueros y unas zapatillas gastadas en una de las cuales asomaba el dedo gordo.

-¡Largo de aquí! ¿Me oís? ¡Fuera de nuestra propiedad o llamo al sheriff ahora mismo!-, dijo dando unos pasos torpes en su dirección. Luchaba contra el alcohol para poder decir cada una de las palabras que salieron de su boca.

-Frank, por favor, sólo intentan ayudarnos-, suplicó Anna mientras se interponía entre su marido y ellos temblando como un animal en peligro.

-¡Calla! ¡Cállate de una maldita vez y entra en nuestra jodida casa!-, le gritó el señor Wheeler señalando la caravana con la mano libre.

Ella aceptó sumisamente la orden, marchándose sin despedirse ni mirar atrás. El cuerpo de Canción-Oculta estaba crispado por la tensión. Durante unos segundos, tuvo la impresión de que aquel borracho iba a golpear a su mujer delante de ellos. Voz-de-Plata también debió haber intuido perfectamente lo mismo, porque su mirada bondadosa había sido sustituida por una más dura e iracunda.

-¿No me habéis oído, buitres? ¡Fuera de mi propiedad!-, volvió a gritar el hombre alzando en alto su botella de cerveza con un gesto que intentaba ser amenazador.

-Tiene razón. Vámonos antes de que alguien cometa una locura-, murmuró Voz-de-Plata a su lado.

Canción-Oculta sabía que tenía razón. Debían rescatar a Tracy Wheeler sin llamar la atención, así que se obligó a recordárselo a sí mismo. No obstante, el joven Philodox lanzó una mirada desafiante a Frank Wheeler mientras retrocedía durante unos pocos pasos antes de darle la espalda.

Los dos jóvenes se subieron a la furgoneta. Sus hermanos los estaban esperando allí. Una vez que entraron, Lars puso en marcha el vehículo para alejarse rápidamente de allí, mientras el señor Wheeler seguía apostado en la puerta de su caravana, vigilándoles hasta que lo perdieron de vista.

-.-

Voz-de-Plata les contó todo lo que se dijo durante la conversación. Recordaba hasta los detalles más pequeños gracias a un don de los Galliard que había aprendido antes de sus pruebas de Auspicio. El resto de la manada lo escuchó con suma atención hasta que terminó su relato.

-Hay algo más que debéis saber-, dijo Canción-Oculta cuando Voz-de-Plata terminó de contar lo que había pasado. -Descubrí un pequeño olor que delataba la influencia del Wyrm, pero ignoro si procedía de la caravana, de Frank Wheeler o de su esposa. ¿Vosotros qué habéis averiguado?

-Poco más que eso-, respondió Lars mientras aparcaba la furgoneta en una de las calles de la ciudad. -No descubrimos nada nuevo en la Umbra más allá de un sutil olor del Wyrm en el reflejo espiritual donde está la caravana.

-Pero no había rastro de Perdiciones, ni de otro espíritu que pudiese estar implicado-, añadió Crow visiblemente decepcionado.

-¿Y tú?-, preguntó a Faruq el Colmillo Plateado.

-Encontré un montón de huellas en la parte de atrás de la caravana. Supuse que la mayoría de ellas pertenecían a los policías que estaban investigando el caso, por lo que me alejé unos metros antes de seguir husmeando y di en el clavo. Hallé una huella, hecha por una bota militar, pero no sé si pertenece a un hombre o una mujer.

-¿Y ahora qué hacemos?-, quiso saber Crow. -No tenemos nada firme que nos conduzca al culpable.

-Tendremos que tener paciencia e investigar a las otras familias con hijos secuestrados. Tal vez descubramos alguna otra pista o puede que demos con el patrón del secuestrador. En cualquier caso, por ahora sólo veo tres detalles comunes en todos los secuestros: se produjeron de noche, sin forzar puertas o ventanas y sin que hubiera ningún testigo de los asaltos.

-¿Crees que el secuestrador es una sanguijuela?-, preguntó Lars sorprendido.

-No tiene por qué-, respondió Faruq por el alfa. -Muchas personas aprovechan la oscuridad de la noche para encubrir sus crímenes.

-A lo mejor deberíamos hacer patrullas nocturnas-, intervino Crow. -Puede que así pillemos antes al secuestrador.

-Esa idea no es del todo descartable-, reconoció Canción-Oculta. -De hecho, puede que tengamos que ponerla en práctica tarde o temprano. Por ahora creo que deberíamos ir a comer algo rápido y después probamos suerte investigando a las otras familias.

martes, 22 de enero de 2013

VOZ-DE-PLATA (3 - 1)


St. Claire, Washington (EE.UU.)
1 de noviembre de 1992

Voz-de-Plata se despertó sintiendo una molestia en la espalda. A continuación descubrió aturdido que de alguna forma había estado durmiendo de lado sobre una bota de Crow. El Ahroun ni siquiera se había enterado de lo sucedido y dormía a su lado tan profundamente como lo haría un oso en invierno. Aunque la escasa luz que había en la parte de atrás de la furgoneta gracias a las cortinas que cubrían las ventanillas le impedía verle, Voz-de-Plata podía escuchar también la respiración de Lars a su lado. Intentando contener un bostezo, se acercó a los asientos de adelante, sin hacer ruido ni pisar a sus hermanos de manada. Faruq estaba sentado en el asiento del conductor, vigilando a través del parabrisas. El reloj del salpicadero le reveló que eran las ocho de la mañana. Fuera del vehículo, el área de servicios tenía algo de actividad y el cielo estaba parcheado por nubes grises que apenas dejaban huecos a través de los cuales caían brillantes rayos soleados.

-Hola-, murmuró el Galliard con voz pastosa.

-Hola-, le respondió el Caminante Silencioso. -¿Has podido dormir algo con esos dos ahí?

-Menos de lo que hubiera querido pero no me quejo-, respondió intentando contener un repentino bostezo. -Oye, ¿dónde está Canción-Oculta?

-Está en el restaurante cogiendo café. Supuso que todos lo íbamos a necesitar hoy.

-Genial. Sólo por ese detalle ya se merece ser el alfa de la manada.

Faruq asintió con una sincera sonrisa en sus labios y dejó de prestarle atención para vigilar de nuevo los alrededores. Voz-de-Plata, acomodado en el asiento del copiloto, hizo lo mismo que él, aunque su mente vagaba por nebulosos recuerdos de autopistas, carreteras nocturnas, ciudades en vela y luces fugaces. Afortunadamente su prima Rossaline no sólo les había prestado su vieja furgoneta Ford de 1970, con su gastado color blanco y una banda lateral del mismo color pardo que el techo del vehículo, sino que había aprovechado el viaje de la manada al otro lado de la frontera para ir a Seattle a visitar a unas amigas. Para hacerlo cruzaron la frontera de un modo bastante especial. Como Canción-Oculta. Crow, Lars y Faruq no tenían pasaportes ni visados en regla, caminaron de lado y se adentraron en lo que sería el reflejo umbral del otro lado de la frontera antes de volver al mundo material, en suelo estadounidense. Por su parte, Rossaline y él charlaron amigablemente con una hastiada trabajadora de aduanas, que les permitió pasar sin ningún problema. Unos minutos después, recogieron al resto del equipo para continuar la travesía.

Tuvieron que entrar en las calles de Seattle para acercar a su prima hasta una tienda de tatuajes, regentada por una de sus amigas, y luego volvieron a ponerse en marcha. Faruq y Canción-Oculta estuvieron durmiendo durante el resto el viaje, mientras los demás permanecían despiertos. Encontrar la ciudad de St. Claire por la noche no había sido fácil. No había un acceso directo desde la autopista, que estaba a unos cincuenta kilómetros del municipio, y pronto descubrieron que la señales de tráfico de las carreteras comarcales de esta parte del país eran una auténtica pesadilla. En numerosas ocasiones cogieron desvíos equivocados o se adentraron en carreteras que no iban a donde les decían los mapas. Cuando por fin llegaron a los límites del municipio, ya habían perdido prácticamente toda la noche, por lo que aparcaron la furgoneta en un área de servicios y decidieron despertar a Canción-Oculta y Faruq para que hiciesen  su turno de guardia por mientras ellos aprovechaban para descansar unas horas.

Canción-Oculta salió del restaurante con una bandeja llena de cafés para llevar y se acercó a la furgoneta con paso rápido.

-Iré despertando a todo el mundo-, se ofreció Voz-de-Plata, prefiriendo hacer el trabajo él mismo a confiárselo al Ragabash, que podría no resistir la tentación de gastar una de sus famosas bromas pesadas.

-Por mí de acuerdo-, respondió él con una sonrisa cargada de picardía, como si le hubiese leído la mente o estuviese maquinando ya alguna maldad.

-.-

-Entonces, ¿cuál es al plan?-, preguntó Crow después de beber un largo sorbo de café.

-Durante las últimas horas he estado dándole vueltas y creo que lo mejor sería que diéramos una vuelta por el pueblo con la furgoneta, para familiarizarnos con el terreno. Después iremos a casa de Tracy Wheeler, la última niña desaparecida, para investigar a fondo el sitio y, tal vez, hablar con sus padres. A partir de ahí trabajaremos con lo que vayamos encontrando en nuestro camino.

Era un buen punto de partida, el mejor con el que podían comenzar dada la escasez de información. Todos estuvieron de acuerdo en ello. Luego se concedieron a sí mismos unos escasos minutos para terminar el café antes de volver a ponerse en marcha. Sabían que el tiempo corría en contra de los menores secuestrados.

-.-

Cuando se acercaron al término municipal de St. Claire, comprobaron que estaba rodeado de numerosas colinas y bosques exuberantes. La ciudad en sí era pequeña y no debía llegar siquiera a los 50.000 habitantes. Su centro urbano era un perfecto modelo de comunidad de diseño, con un idílico surtido de adornos de ciudad pequeña. Muchas de las tiendas parecían haber sido construidas en edificios restaurados del siglo XIX. La mayor parte de la administración local estaba situada aquí, junto con la comisaría, el parque de bomberos y la oficina de correos. Una estatua dominaba las vistas de una tranquila plaza rodeada de bancos y columpios para niños. La furgoneta pasó junto a un edificio con un enorme cartel en el que podía leerse Hostal Maple Leaf. El ayuntamiento, por su parte, era una anticuada casa de planta baja, ladrillo y cristal en el extremo norte del centro urbano. La ciudad también disponía de una gasolinera de Endron, una sala de cine, el Lyric, cuatro iglesias, seis restaurantes, un edificio blanco con el austero letrero de "Refugio para mujeres de St. Claire". A lo lejos, a unos pocos kilómetros hacia el oeste, se podía intuir la línea del litoral costero.

Cuando se dirigieron al norte de St. Claire pasaron junto a la Radio WKEE, el Hotel Pacífico con sus llamativas casas de estilo "cabaña de caza y pesca", un estadio deportivo que tenía el ostentoso nombre de Coliseum y el pequeño aeropuerto Blake. A continuación fueron hacia el noreste, pasando junto a un destartalado hotel de carretera con el nombre de Bissette. A pocos metros de allí, se encontraba una profunda y boscosa garganta conocida por los lugareños como Norge Valley. Un pesado manto de niebla cubría toda esa zona, donde los residentes menos afortunados de la ciudad vivían en destartaladas caravanas y casuchas baratas. En lo alto de ese valle desde el lado más cercano a la ciudad estaba el instituto local de Norge Hill, un edificio espacioso en forma de ce mayúscula en donde no se veía a ningún alma en un domingo ese.

Después fueron a la última parte de St. Claire que les quedaba por visitar. En el sur de la ciudad vieron un hospital de aspecto monolítico y paredes grises, un factoría química de una empresa llamada Pangloss Cosmetics, unas instalaciones universitarias agrupadas bajo el nombre de Instituto Politécnico de Washington, situadas en unos resplandecientes edificios de hormigón y cristal, y, por último, un edificio de aspecto anodino con las letras apagadas de Hostal Quileute.

-Todo parece bastante normal-, dijo Voz-de-Plata.

-No te fíes de las apariencias-, le respondió Lars mientras hacia girar el volante del vehículo. -Si el sueño que me envió Uktena tiene algo que ver con este sitio, nada es normal. -¿Vamos a la casa de los Wheeler?

-Sí-, respondió Canción-Oculta desde los asientos de atrás mientras consultaba el ajado periódico que les había dado Samantha en Vancouver. -Vuelve al este, a Norge Valley. Aquí pone que sus padres viven en una caravana cerca de allí.

-¿Cuánto tiempo lleva secuestrada esa niña?-, quiso saber Voz-de-Plata.

-Desde la noche del jueves-, le respondió Canción-Oculta igual de preocupado.

-Hay que ser un auténtico cobarde para secuestrar a pequeños... cuando coja a ese hijo de puta va a saber muy bien lo que es el miedo y el dolor-, manifestó Crow. Nadie se atrevió a discutírselo.

-.-

Lars detuvo la furgoneta frente a una caravana de aspecto deteriorado. Varias prendas de ropa colgaban desde uno de sus laterales hasta un poste de metal a dos metros. Junto a la vivienda, había aparcado un pequeño coche familiar, de un insulso color gris y varios abollones y rayazos sobre su gastada carrocería. Una minúscula verja de metal oxidado de unos cincuenta centímetros separaba el terreno particular del resto de la ciudad. Por fortuna, no se veían periodistas ni agentes uniformados en ese momento.

-Hemos llegado-, anunció sin falta Lars.

-Vale, os diré lo que vamos a hacer. Voz-de-Plata y yo hablaremos con los padres. Si mienten lo sabré en seguida. Lars, tú y Crow echad un vistazo en la Umbra. Faruq, tú mira los alrededores. Busca huellas o cualquier cosa fuera de lugar que pueda darnos una pista de lo que pasó aquí.

-Vale, pero ¿qué vamos a decirles? No crean que quieran colaborar con nosotros-, le preguntó Voz-de-Plata.

-Les diremos que somos ayudantes de un importante periodista que está siguiendo el caso y ha dado con una buena pista, pero que quiere confirmar con ellos algunos detalles antes de acudir al FBI.

-¿Funcionará?

-Eso espero

-¿Y si no lo hace?

-Improvisamos-, respondió el Philodox poniendo fin a la conversación.

El Galliard lo siguió cuando se bajó del vehículo y caminaron con paso decidido hacia la caravana, aunque Voz-de-Plata estaba realmente nervioso. Estaba seguro de que la conversación no sería agradable para ninguna de las partes. Los Wheeler estarían destrozados por la desaparición de su hija y ellos irían a remover la mierda para ver qué descubrían debajo. "Hazlo por la pequeña Tracy", se dijo para darse ánimos.

lunes, 21 de enero de 2013

ERGUIDO-CUAL-MONTAÑA (3 - 1)


Vancouver, Columbia Británica (Canadá)
31 de octubre de 1992

Crow caminaba  por uno de los senderos internos de Stanley Park, atento a todo lo que ocurría su alrededor. A pesar de que las guardias en el túmulo solían ser inmensamente aburridas, un Garou nunca podía confiarse del todo y debía buscar cualquier señal que delatase la presencia de enemigos en sus tierras sagradas. Y eso es lo que llevaba haciendo los últimos meses: vigilar Stanley Park. Atrás habían quedado las fiestas de celebración por el rescate de los hermanos Worrell de la Parentela Fianna, las felicitaciones de los Garou más veteranos y las canciones sobre ese secuestro elaboradas por Voz-de-Plata en los consejos del Clan para incrementar el renombre de toda la manada de las Cinco Garras de Gaia.

Parecía que había pasado una eternidad después de su breve momento de gloria y antes de que el Protector del túmulo, un Ahroun de la Camada de Fenris llamado Destroza-Perdiciones, les hubiese asignado la honrosa tarea de unirse a las patrullas que protegían día y noche el túmulo de Stanley Park. Aquel puesto era un honor entre los suyos, Crow lo sabía muy bien, pero pronto descubrió que también era un soberano aburrimiento. Aunque las fuerzas del Wyrm no se atrevían a atacar el parque, las manadas de Guardianes debían recorrer sus caminos, vigilar a las personas sospechas y estar preparadas para entrar en combate en cualquier momento. Crow sabía que tenía que estar agradecido a Gaia porque no acechase ningún peligro en el túmulo, pero en su interior había tenido que reconocerse a sí mismo que echaba de menos la tensión del peligro y los riesgos de un combate incierto. No podía evitarlo. Eran un Ahroun de los pies a la cabeza.

"De todas formas, no soy el único que está intranquilo", solía repetirse para darse ánimos. "Mis hermanos de manada tampoco están llevando muy bien el papel de Guardianes". Ninguno de ellos se lo había dicho con esas mismas palabras, claro, pero Crow los había llegado a conocer lo suficiente como para darse cuenta de ello. Canción-Oculta, que había sido readmitido entre las filas de los Colmillos Plateados, aún estaba dolido por el trato injusto que le habían dado y solía evitar encontrarse con sus compañeros de tribu, por lo que sólo venía a Stanley Park en los Consejos del Clan del Pacto y en los turnos de guardia de su manada. Faruq iba y venía a su antojo, pero le había confesado en una ocasión en la que estuvieron ellos dos solos que se sentía completamente atrapado en Vancouver. "Quiero recorrer todas las sendas de Gaia y descubrir todos sus secretos", le había dicho dicho el Caminante Silencioso en voz baja.

El resto de sus hermanos parecían llevarlo mejor, cada uno a su manera. Desde que habían rescatado a los Worrell, Lars había pasado todo su tiempo libre en la Penumbra de Stanley Park entrando en comunión con los espíritus del túmulo. A pesar de que su relación mutua seguía sin ser demasiado buena, Crow había aprendido a regañadientes a confiar en la intuición y los conocimientos del Theurge. En cuanto a Voz-de-Plata, el Galliard de la manada, mataba el tiempo aprendiendo nuevas historias y canciones de otros Garou de visita al Clan del Pacto, por lo que era el que mejor llevaba su nuevo papel de Guardianes.

Cansado de caminar, Crow se sentó en un viejo banco de madera a un lado del camino asfaltado. Dos patinadoras pasaron a su lado, cogidas de la mano y mirándole con recelo a pesar de que había más personas en el camino. El Ahroun bajó la cabeza impotente ante el efecto inconsciente de su rabia en los seres humanos y trató de ignorar también las miradas suspicaces y temerosas de los otros viandantes.

Después de cuatro días seguidos de lluvias intensas, el tiempo por fin había dado un respiro a la ciudad. Las pocas nubes que había en el cielo no podían ocultar el calor del resplandeciente Helios, aunque las ráfagas de viento procedentes del mar sí les recordaban la época del año en la que se encontraban. Muchos árboles empezaban a perder sus hojas, cubriendo caminos y senderos con un quebradizo manto marrón. A pesar de todo, muchos ciudadanos de la ciudad habían decido aprovechar la oportunidad para visitar Stanley Park y disfrutar allí del soleado día. Crow había aprendido que a mejor tiempo, más trabajo para él y el resto de los Guardianes, por eso no estaba precisamente contento ese día.

A lo lejos un grupo de cuatro niños jugaban saltando sobre un montón hojas caídas, disfrutando de los sonidos quebrados y el ruido que hacían al partirlas, mientras sus padres discutían entre ellos, sin prestar atención a lo que hacían sus hijos. Crow suspiró de aburrimiento. Se levantó despacio, poco dispuesto a reanudar sus tareas, cuando vio a una joven acercarse por el agreste sendero que lo había traído a él hasta este camino asfaltado.

No debía superar los dieciocho años. Tenía la piel clara, una larga melena morena que se ocurría por debajo de un gorro negro de marinero con una estrella roja en su cenit, nariz aguileña y unos profundos ojos oscuros. Era extremadamente baja y delgada, aunque llevaba una voluminosa cazadora verde que casi podía disimular sus proporciones. Debajo de esta se intuía una camiseta negra, lisa y sin dibujos, unos recios pantalones de camuflaje verde y buenas botas de senderismo. Sus labios empezaron a dibujar una pequeña sonrisa al fijarse en él y se acercó caminando en su dirección con cierto aire nervioso.

Crow no sabía muy bien quién era. Conocía al menos de vista a todos los Garou del Clan del Pacto, pero ella parecía un caso aparte. "Quizás venga de otro clan de la Columbia Británica. Seamos amables", se dijo a sí mismo al tiempo que le ofreció a la desconocida su sonrisa más cordial. Ambos se detuvieron cuando estuvieron frente a frente.

-¡Hola!-, le dijo ella con una sonrisa sonrisa nerviosa mientras le ofrecía la mano derecha. -Mi nombre es Samantha. Tú eres Erguido-cual-Montaña, ¿no?

-Sí, encantado-, le respondió estrechándole la mano. -Perdona, pero ¿nos habíamos visto antes?

-No, no-, repuso ella sin perder su sonrisa nerviosa, -pero he oído hablar mucho de ti desde que rescataste a esos pobres niños secuestrados hace un par de meses.

-Bueno, no sé qué te habrán dicho por ahí, pero en realidad mis hermanos y yo tuvimos mucha suerte-, dijo él intentando evitar parecer fanfarrón.

-Comprendo. Niños desparecidos, investigaciones apresuradas, poco tiempo, extrañas criaturas del Wyrm... Con suerte o sin ella, lo que hicisteis tiene mucho mérito. No conozco a muchas personas que hubieran podido lograrlo por sus propios medios con tan poco tiempo disponible.

-Vaya, muchas gracias Samantha-, respondió él mientras su sonrisa se ensanchaba un poco más de lo necesario. -Ahora estaba de guardia, pero ¿puedo ayudarte en algo más?

-En realidad sí. Verás, estoy de paso en Vancouver. Llevo unas semanas recorriendo toda la costa oeste de Norteamérica y he descubierto algo muy sospechoso en un pueblecito llamado St. Claire. ¿Sabes dónde está?

-No, la verdad es que no.

-Al otro lado de la frontera con Estados Unidos, entre Aberdeen y Port Angeles.

-¿En el estado de Washington?

-Sí, eso es. Allí alguien o algo está raptando niños desde hace unas semanas y tiene a las autoridades humanas completamente desconcertadas. Creo que tu manada podría investigarlo. Si esos pobres niños siguen estando vivos, sois su mejor oportunidad para devolverlos con sus familias. Ojalá los rescatéis. Yo tengo que irme, pero toma-, dijo tendiéndole el periódico enrollado. -Aquí tienes más detalles sobre la historia.

-Gracias-, le dijo él mientas cogía el periódico. -Oye... pero no te vayas.

-Lo siento, tengo que irme-, repitió ella mientras se alejaba caminando de espaldas, -pero deberíais daros prisa. Puede que ellos no tengan mucho tiempo. ¡Hasta luego!

La joven se dio la vuelta y caminó con paso rápido mientras Crow la veía desaparecer. "¡Qué tía tan rara!", pensó mientras desenrollaba el periódico para buscar la noticia. "Seattle Post" se leía en letras grandes y negras en la cabecera de su portada.

-.-

"Esta es la soñolienta ciudad de St. Claire, un lugar donde todos los rostros son familiares y nunca ocurre nada malo. Es en esta idílica y pequeña población donde el monstruoso Rapta Pañales ha empezado a realizar sus malignas y macabras fechorías. El primer secuestro tuvo lugar hace unas tres semanas. Desde entonces, han desaparecido un total de siete niños y niñas de edades comprendidas entre los 1 y los 6 años. La desconcertada policía local afirma estar siguiendo en estos momentos algunas pistas importantes, aunque lo cierto es que todos los niños fueron secuestrados de sus hogares sin que exista ninguna puerta o ventana forzada por el misterioso asaltante. Tal es el estupor que despierta este caso, que las autoridades locales se vieron forzadas hace cinco días a solicitar la ayuda del FBI. Actualmente, el agente especial Roberth Danforth dirige las investigaciones, sin que haya habido ningún avance por el momento."

Crow tendió el periódico a Canción-Oculta después de haber leído en voz alta la parte más importante de la noticia a sus hermanos de manada. Al igual que él mismo, ellos también se habían quedado sorprendidos por el extraño comportamiento de Samantha y la gravedad de la noticia que trajo consigo.

-Siete niños y niñas desaparecidos en tres semanas-, repitió Voz-de-Plata indignado. -¡Tenemos que hacer algo!

-¿Por qué nosotros?-, le respondió Faruq. -Ya has escuchado la noticia. El FBI está investigando los secuestros.

-Si hay alguna criatura del Wyrm implicada en estos secuestros, como una sanguijuela o un fomori, nunca cogerán al culpable... ¡y solo Gaia sabe cuántos más desaparecerán sin dejar rastro!-, respondió Crow sorprendido por la reacción del Caminante Silencioso.

-Vamos, hombre, no me digáis que os asusta alguien a quien la prensa llama Rapta Pañales.

-Es cierto, Faruq. Piensa en esos inocentes...

-Lo siento-, respondió él con un tono inusitadamente duro. -No podemos salvar a todos los humanos que estén en peligro. Sois idiotas. Os recuerdo que tenemos nuestras propias obligaciones aquí, en Stanley Park.

-¡Los míos estarán más que encantados de hablar con Destroza-Perdiciones y cubrir nuestros puestos mientras buscamos a esos pequeños!-, repuso el Ahroun intentando contener los gruñidos de rabia que subían por su garganta. No entendía el extraño comportamiento de Faruq, pero si el Caminante Silencioso necesitaba una buena tunda para entrar en razón, estaba más que dispuesta a dársela.

-¡Eh, eh! ¡Calmad los ánimos!-, gritó Canción-Oculta interponiéndose entre ellos con la ayuda de Voz-de-Plata. -¿No ves que os está provocando a propósito?-, le preguntó a Crow. -Y tú, basta de juegos Ragabash por hoy. Tenemos que hablar en serio de este asunto-, le dijo también a Faruq.

Crow no pudo disimular su sorpresa, pero cuando vio la sonrisa culpable de Faruq se dio cuenta de que Canción-Oculta estaba en lo cierto. "¡Mierda! Me ha puesto a prueba y he caído directo en la trampa", pensó al tiempo que trataba calmar los resquicios de su rabia interior. "Parecía tan convincente..."

-Ahora escuchad. No sabemos si el Wyrm tiene realmente algo que ver con esos secuestros. Puede que ir allí sea una completa pérdida de tiempo, al fin y al cabo este periódico tiene fecha de ayer, pero creo que debemos averiguar lo que está pasando ahí abajo y estoy convencido de que tenemos la obligación moral de intentar salvar a esos inocentes. Dicho esto, también creo que debemos estar todos de acuerdo con la decisión. ¿Qué decís?

-Vayamos cuanto antes-, respondió Voz-de-Plata sin dudar.

-Sí, vámonos-, gruñó él todavía molesto.

-Estoy de acuerdo. Vancouver me aburre y nos vendrá bien hacer turismo-, añadió Faruq con un tono de voz calculadamente frívolo y desinteresado.

-¿Y tú qué dices Lars?-, preguntó el alfa de la manada. -Has estado callado todo este tiempo.

-Opino que debemos ir a St. Claire-, respondió Lars pensativo, -y creo que el Gran Uktena quiere hagamos precisamente eso.

-¿Por qué lo dices?-, preguntó Crow muy interesado.

-Los espíritus se comunican conmigo en mis sueños. Muchos veces dejan en mi mente imágenes sin sentido para nosotros, pero hay ocasiones en las que incluso dormido captas la importancia del mensaje. Hace dos noches tuve un extraño sueño en el cual vagaba junto a nuestro tótem por un extraño laberinto de oscuridad en el que sólo se oían llantos de niños humanos.

-¿Y cómo acabó tu sueño?-, preguntó Canción-Oculta.

-No tuvo un final claro. Simplemente me desperté cuando aún vagábamos perdidos por la oscuridad. Hasta ahora no le había encontrado ningún sentido...

Todos permanecieron callados, pensativos. Uktena guardaba secretos constantemente, aunque a veces compartía algunos con sus hijos. No obstante, parecía que siempre se esforzaba por hacerlo de la forma más críptica posible.

-No importa, ya lo averiguaremos cuando llegue el momento adecuado-, afirmó Canción-Oculta con seguridad. -Nos vamos a St. Claire cuanto antes. Crow, has tenido una buena idea. Habla con los Fianna y pídele a Brendan Dooly que nos cubra.

-Muy bien-, asintió él.

-Eso no le gustará a Destroza-Perdiciones-, objetó Faruq.

-No me importa si le gusta o no-, respondió Canción-Oculta. -Nuestros puestos en el túmulo no quedarán vacíos y este asunto parece lo bastante importante para tomar medidas urgentes.

-Mi prima Rossaline podría prestarnos su furgoneta-, dijo Voz-de-Plata.

-Bien, pensado entonces. Habla con ella y mira a ver si te la puede dejar para marcharnos esta misma noche.

-Muy bien.

-Entonces nos vemos en unas horas. Recoged vuestras cosas y despediros de quién queráis, pero nos vamos esta misma noche sin retrasos. ¿De acuerdo?

Todos estuvieron de acuerdo y se marcharon. Crow tenía mucho que hacer. Dar con el líder de los Fianna de Vancouver en tan poco tiempo no iba a ser algo fácil, pero sabía que podría hacerlo. El resto era pan comido. Brendan Dooly les ayudaría sin dudarlo. Estaba seguro de que incluso se enfrentaría personalmente a Destroza-Perdiciones si al Fenris se le ocurría dar demasiados problemas. Por primera vez en muchos días, una energía cargada de euforia volvía a recorrer todo su cuerpo.