miércoles, 9 de julio de 2014

BC 22: EL BUEN PILOTO


-¡Por el Trono Dorado!-, exclamó involuntariamente Zenón muy a su pesar.

Desde el aire tenía una visión privilegiada de lo que estaba sucediendo en esos momentos. Los Astartes estaban desembarcando rápidamente del barco que acaban de embarrancar en las marismas, mientras se esforzaban al mismo tiempo por hacer descender el artefacto metálico que les había descrito Marius. A unos treinta o cuarenta metros de su posición, un proyectil enemigo levantó una gran columna de agua y espuma cuando erró en el blanco. Sin embargo, el navío de guerra que había realizado el disparo continuó avanzando a toda máquina hacia la costa, haciendo que los Astartes quedasen dentro del alcance de sus armas.

-¡No lo conseguirán!-, gritó Orick a su lado.

-¡LO HARÁN!-, respondió a su vez Zenón mientras forzaba los mandos para realizar el descenso.

La barcaza de carga respondió con rudeza, realizando un torpe giro mientras reducía su velocidad. El renegado imperial cambió de posición dos relés y contuvo la respiración al sentir el tirón provocado por la desaceleración cuando se activaron los propulsores de emergencia. Una sirena aulló en el interior de la cabina. Zenón la desactivó sin miramientos.

-¿Qué era esa alarma?

-No tiene importancia-, gruñó el renegado imperial.

"No será un aterrizaje elegante, pero la nave lo soportará. Sólo espero que el suelo no se hunda por nuestro peso", pensó con frialdad en los pocos segundos que les quedaban para comprobar de primera mano el resultado de sus cálculos improvisados.

-.-

-¡Fuego enemigo!-, gritó Lambo sin necesidad.

El gemido provocado por el proyectil se incrementó considerablemente, como si fuese un aullido proferido por una de las grandes bestias que aterrorizaron en el pasado a las gentes de Calibán. Afortunadamente, pasó por encima de sus cabezas envuelto en un manto de llamas y se estrelló violentamente contra las aguas estancadas de la marisma.

La explosión resultante arrojó agua y algas en todas las direcciones en medio de una columna de humo negro. Formas etéreas y borrosas brotaron de la humareda, riéndose con una alegría febril y demente antes de desaparecer en medio de pequeñas explosiones de luces y llamas. Su naturaleza demoníaca era evidente incluso para los Astartes que carecían de facultades psíquicas.

-¡Seguid avanzando! ¡Vamos!-, gritó Mordekay mientras empujaba con todas sus fuerzas el artefacto.

-.-

Una barcaza de carga no era una lanzadera tan aerodinámica como una cañonera Aquila, sino que más bien podría compararse a una pesada caja cuadrada equipada con motores. La mayoría de los pilotos imperiales, tanto civiles como militares, odiaban ser destinados a estos transportes porque, en situaciones de combate, las barcazas eran extremadamente difíciles de pilotar sin que importase en modo alguno la pericia del hombre que estuviese a los mandos.

Hacía mucho tiempo que Zenón no pilotaba una de esas "tumbas voladoras", como las llamaban en la academia de Escintilla, pero el tiempo pasado no había mermado sus capacidades naturales para pilotar cualquier cosa que pudiese volar. Con suma determinación y frialdad, forzó a la barcaza a tomar tierra en una franja aparentemente libre de lodos.

Las patas de la pesada lanzadera de transporte aplastaron hierbas de aspecto enfermizo y se hundieron más de lo debido en el suelo. Durante unos tensos segundos, la barcaza tembló un par de veces como un animal asustado y se escoró unos pocos grados hacia estribor.

-¡Vete a abrir la trampilla!

Orick obedeció sin rechistar, saltando prácticamente de su asiento cuando se hubo liberado de los arneses de seguridad que lo inmovilizaban. Su rostro estaba blanco como la nieve, imaginándose sin duda las escasas probabilidades que habían tenido de que hubiese salido salido bien parados de un aterrizaje tan poco ortodoxo.

"¡Vamos, vamos!", animó en silencio los Astartes que se acercaban.

-.-

Al darse cuenta de sus intenciones, los artilleros del barco enemigo apuntaron sus cañones hacia la barcaza de carga. Al fin y al cabo, era más fácil disparar a un objetivo inmóvil que a unas figuras en movimiento.

El primer proyectil pasó peligrosamente cerca de su posición, llenando la superficie metálica de la barcaza con restos calientes de barro y algas. El artillero de Surgub lanzó una maldición y amenazó a los esclavos para que se diesen prisa en cargar el cañón. Si los extranjeros conseguían escapar, los Catorce Factores no mostrarían ninguna piedad. Sus subordinados obedecieron rápidamente. Todos sabían que la muerte era un destino mil veces preferible a cualquier castigo que pudiesen imaginar los enloquecidos gobernantes de Surgub.

-.-

Nodius fue el primero en alzarse sobre la parte superior de la rampa, ayudando a sus compañeros a subir el artefacto de Marius. Luego lo hicieron Karakos y Lambo y, finalmente, Mordekay. Mientras Orick apretaba la runa que cerraría la trampilla, Zenón despertó de nuevo los motores y alzó verticalmente los mandos. La barcaza se separó lentamente del suelo con una lentitud angustiosa.

-¡Sácanos de aquí!-, gritó Mordekay. -¡Ahora!

El buque de guerra de Surgub disparó un nuevo proyectil dorado, que cruzó raudo el cielo buscando con avidez a su objetivo. Zenón lo vio acercarse a toda velocidad gracias a los limitados auspex de la barcaza de carga, pero no pudo hacer otra cosa que maldecir en silencio. Tenía los dedos agarrotados sobre los mandos, a pesar de que era perfectamente consciente de que la lanzadera no incrementaría su velocidad por ello. Impotente, observó cómo el proyectil enemigo estaba más y más cerca.

La barcaza de carga comenzó a ascender, escorada todavía hacia estribor. Las ráfagas de aire caliente sacudían violentamente el lodo bajo su lomo. "Puedes hacerlo, puedes hacerlo", se repitió el renegado imperial mientras al mismo tiempo se preparaba inconscientemente para el impacto. Dos segundos y medio más tarde, el proyectil cayó sobre ellos, errando de nuevo el blanco por una distancia insignificante. Hubo una fuerte explosión. Los mandos de la barcaza amenazaron con rebelarse, pero Zenón no los soltó en ningún momento de modo que, en lugar de estrellarse contra el suelo, la lanzadera de carga consiguió ganar altitud y alejarse lentamente de los dominios de aquella ciudad maldita.

-¿Cuál es ahora nuestro destino?-, quiso saber Mordekay sin ofrecer ningún tipo de gratitud al piloto por haberles sacado con vida de una muerte segura.

-Tarnor-, respondió Zenón en voz baja mientras intentaba normalizar su respiración. -Marius... me dijo que regresásemos a allí.

Mordekay asintió levemente con la cabeza y regresó a la sección de carga de la barcaza para comprobar el estado de la carga y de sus compañeros, mientras su mente daba vueltas a la ayuda que podría proporcionarles Marius cuando llegasen a su destino.

-.-

-Sombra Huidiza. Sombra Huidiza. ¿Me recibes?-, preguntó una voz por el sistema de vox. -Aquí Fuego Dorado. ¿Me recibes Sombra Huidiza?

-Te recibo alto y claro, Fuego Dorado. Hemos conseguido nuestros objetivos y nos dirigimos al punto de reunión acordado.

-¿Alguna baja?

-Negativo. Estamos al cien por cien de nuestra capacidad operativa.

-Excelente, excelente... Tengo que comunicarte un cambio de planes, Sombra Huidiza. La situación en Tarnor se ha vuelto peligrosamente volátil. No vengáis aquí. Repito, no vengáis aquí. ¿Lo has entendido?

-¿Cuál es nuestro nuevo destino entonces?-, preguntó Zenón con un estoicismo que desmentía su creciente preocupación.

-Velklir... ¿Podrás conseguirlo?

-Sí, desde luego. Tengo suficiente combustible para llegar allí, aunque tendré que rehacer por completo los cálculos de vuelo.

-Confío en que sabrás ocuparte de esos pequeños detalles, pero todavía me queda un último consejo que darte.

-¿Cuál?-, preguntó Zenón desviando su mirada del exterior para observar con recelo el pequeño altavoz del sistema de comunicaciones integrado en la barcaza.

-Sigue volando en dirección a Tarnor todo el tiempo que puedas antes de corregir tu rumbo.

-Entendido Fuego Dorado. Fin de transmisión.

El renegado imperial suspiró para sus adentros durante unos largos segundos. ¿Qué estaría sucediendo en Tarnor para que Marius cambiase sus planes en el último momento? ¿Es que esperaba problemas en el espaciopuerto? ¿O había algo más en juego al margen de lo que les habían contado? Zenón hizo un silencioso recuento de las opciones que aún tenía y finalmente se decidió por abrir el canal de vox interno de la barcaza.

-Hay un cambio de planes-, empezó a decir antes de explicar a los Astartes la conversación que acababa de tener con Marius.

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