miércoles, 20 de agosto de 2014

BC 26: Z'AAAL


"No tuvimos más noticias de nuestros anfitriones durante las siguientes horas. El día y la noche pasaron lentamente inmersos en una calma tensa que no auguraba nada bueno para nosotros. Presa de sus habituales delirios de grandeza, Mordekay se mostró confiado en todo momento y no perdía ninguna oportunidad para intentar ensalzar nuestros ánimos con este nuevo proyecto que habíamos acordado llamar Hermandad Apátrida, aunque la falta de noticias procedentes de la corte del Tirano de Velklir dejaron en evidencia sus planes.
En cualquier caso, mis hermanos, los viejos y los nuevos, y yo mismo aguardamos preparados para cualquier suceso. Conocíamos a la perfección el plano de la mansión, al igual que sus entradas y salidas, así como las mejores posiciones para controlar las entradas del edificio. Zenón incluso dibujó un tosco mapa callejero de su breve excursión por las callejas vecinas y comparamos sus vagas notas con los recuerdos de nuestra llegada a Velklir. Discutimos estrategias. Trazamos planes de actuación. No dejamos ninguna contingencia al azar.
No obstante, todas nuestras precauciones quedaron en saco roto cuando Karakos, que estaba apostado en una ventana situada en la esquina oriental de la primera planta de la mansión, nos informó que dos personas se estaban acercando desde la calle."

-.-

-No deberías haber vuelto-, manifestó Lambo con un regocijo malsano que no escondía el oscuro placer que sentía en esos momentos.

Las palabras del Astartes, proferidas a través de los altavoces de su yelmo, reverberaron en el patio de piedra de la mansión con la misma contundencia de un tañido fúnebre. Un estremecimiento resignado sacudió al traidor, que intentó hacer acopio de toda la dignidad que le quedaba para intentar mantenerse firme.

-Vengo a vosotros en calidad de emisario del gran Tirano de Velklir-, respondió el Magister Inmaterium. -¡Tal es su voluntad!

-Este gusano traicionero no debe ser portador de buenas noticias si lo han elegido precisamente a él como mensajero-, apuntó Lambo por el canal de vox de la escuadra.

-No tenemos tiempo para tus juegos, hombrecillo insignificante-, afirmó Mordekay divertido por la ironía de la situación. -Danos inmediatamente el mensaje de tu amo y te permitiré marchar con vida, por última vez.

Ajenos por completo a aquel conflicto dialéctico, Zenón y Orick apenas escuchaban palabra alguna. Sin saberlo, ambos estaban rendidos a una promesa invisible, un aroma cargado de almizcle y de tentaciones innombrables. Debajo de las pieles despellejadas que cubrían su carne, Lede les sonrió mostrándoles sus afilados colmillos y su lengua bífida se paseó obscena entre los labios.

-Pero antes, haz que se vaya-, exigió Nodius señalando a la criatura demoníaca. -Su presencia aquí es una ofensa para todos nosotros.

El Magister Inmaterium se volvió hacia la mujer poseída y le hizo un gesto nervioso con la mano buena. Sin dejar de sonreír, Lede dio unos cuantos pasos cortos hacia atrás, mirando todavía vorazmente a sus víctimas con sus orbes dorados, hasta que desapareció del patio de la mansión. Zenón volvió en sí mismo en ese instante,  avergonzado por su debilidad, pero Orick permaneció ensimismado por culpa de los últimos restos del olor sobrenatural que todavía flotaban en el aire.

-Habla ahora-, ordenó el psíquico de batalla.

-Los Catorce Factores de Surgub han descubierto vuestra presencia en Velklir y exigen que seáis hechos prisioneros y entregados a su custodia de inmediato. Aunque mi amo no esté dispuesto a cumplir estas ridículas exigencias, ha decidido que vuestra estancia en sus dominios debe finalizar cuanto antes. No obstante, en agradecimiento a vuestros servicios, pondrá a vuestra disposición una nave dorada que os transportará a cualquier destino de vuestra libre elección dentro del Vórtice de los Gritos.

-Estáis dando por sentado que queremos huir de este miserable planeta-, interrumpió Lambo, -Velklir puede rechazar nuestra ayuda, pero Tarnor no cometerá el mismo error.

-Me temo que eso no será posible.

-¿Y por qué no?

-Porque asesinasteis al Oráculo Mentiroso-, murmuró Zenón al recordar de repente una de sus últimas conversaciones con Marius.- Las tres ciudades estaban aliadas con él, ¿verdad? Fue esa la razón por la que decidimos no aterrizar en Tarnor desde el principio.

-Muy bien-, respondió el Magister Inmaterium visiblemente complacido.

-Quizás Marius hubiese mentido en ese punto-, empezó a elucubrar Lambo, -para tenernos controlados, limitando nuestras posibilidades desde el principio.

-Tal vez sea cierto, hermano-, advirtió Karakos con cautela. -Tanto Q'Sal como el Templo de las Mentiras adoran abiertamente a Tzeentch.

-Eso no significa nada-, respondió Nodius con desdén.

-¿Hay algo más que debamos saber?-, preguntó Mordekay hablando directamente al Magister Inmaterium.

-En efecto. Mi amo me ha elegido como su embajador personal y debo acompañaros en vuestros viajes para servir de enlace e intermediario entre sus deseos y los vuestros de la forma que estime más oportuna.

-No-, respondió Mordekay. -Si tu amo desea hacer futuras alianzas con nosotros, deberá elegir a otra persona como su representante. Tú no eres digno de nuestra confianza.

-El Tirano de Velklir no cambiará de parecer, noble Astartes, y contrariarlo podría resultar perjudicial para vuestros intereses. Además, soy la persona más indicada para ese puesto de confianza. Mi hechicería puede ser extremadamente necesaria en vuestros planes y he tenido la oportunidad de viajar en numerosas ocasiones por el Vórtice de los Gritos, por lo que estoy familiarizado con muchos de sus planetas y las gentes que los habitan.

-¿Planetas habitados?-, preguntó Zenón. -¿Cuántos?

-¿Quién sabe? Hay más de una treintena de mundos cartografiados por las naves doradas, pero ese número sólo es una simple aproximación. Probablemente ningún ser humano conozca nunca su cantidad exacta.

-Creía que sólo habría unos pocos planetas habitados, media docena como mucho. Esto lo cambia todo, Mordekay. Nuestras opciones son más amplias de lo que sospechábamos.

-Estoy de acuerdo-, murmuró taciturno el antiguo sargento. -¿Alguno de vosotros está en contra de abandonar Q'Sal a su suerte?

-Yo estoy en contra de llevarnos con nosotros a esta sabandija-, murmuró Lambo en calibanita por el canal de vox de la escuadra. Era el único que expresaba tan abiertamente esa inquietud.

-Es nuestra llave para salir de este planeta, hermano, pero te aseguro que cuando se presente la oportunidad nos desharemos de él sin miramientos.

-Bien. Entonces acepto-, respondió Lambo.

-Escúchame bien, brujo. Te aceptaremos como representante de tu amo con la única condición de que nos digas cuál es tu verdadero nombre-, explicó Mordekay al aludido.

El rostro del Magister Inmaterium, quedó oscurecido cuando frunció el ceño, dejando una pequeña mueca en la mitad de su cara que todavía conservaba los mayores resquicios de su piel natural. Los labios silenciosos aguardaron en tensión, a la espera de su decisión. Parecía que el antiguo sargento había acertado en el blanco sin proponérselo realmente.

-Z'aaal-, respondió a regañadientes el brujo. -Mi verdadero nombre es Z'aaal.

-En nombre de la Hermandad Apátrida, acepto tu estancia entre nosotros como representante oficial del Tirano de Velklir-, manifestó Mordekay con la misma voz ceremonial que empleaba en los viejos días de gloria de Caliban.

-Excelente, señor pero... ¿qué es la Hermandad Apátrida?

-Es una hermandad como ninguna otra en la galaxia, donde humanos y Astartes se sentarán por igual en la misma mesa para decidir su destino. Es un ejército que unificará el Vórtice de los Gritos y volverá sus armas contra el odiado Imperio. Es nuestro legado al universo: la promesa de la victoria final sobre todos nuestros enemigos.

Las palabras de Mordekay envolvieron a todos los presentes con una magia propia que casi asustaba. Incluso Zenón se sintió embargado por sus cantos de sirena. Durante unos preciosos segundos, nadie se atrevió a romper el silencio que siguió a aquella magnífica declaración de intenciones.

-.-

"Recuerdo con claridad ese día y las hermosas palabras que se dijeron. Los acuerdos, los tratos. La conveniencia de nuestros mismos actos. Afortunadamente la lejanía de estos mismos hechos me permite darme cuenta de los pequeños errores que se fueron amontonando sobre nuestros ideales.
Z'aaal aceptó el nacimiento de nuestra idea bastarda con poco más que un asentimiento conformista. Supongo que eso debió abrirnos los ojos, pero ninguno de nosotros podía ni tan siquiera adivinar lo que iba a sucedernos en los siguientes meses, así que recogimos alegremente nuestras escasas pertenencias con la idea de medrar en otro planeta más maduro para nuestros propósitos.
Unas horas más tarde, una vieja lanzadera nos transportó a una nave dorada anclada en el extraordinario anillo orbital que rodea el planeta de los hechiceros. De este modo, y por extraño que pudiese parecer, el Tirano de Velklir permitió que abandonásemos el planeta en uno de sus malignos navíos."


-.-

-El capitán de la nave necesita un destino. ¿Cuál elegís?-, preguntó Z'aaal sin poder ocultar del todo su propia curiosidad personal. Lede también estaba a su lado en la gran sala donde se alojaban. A pesar de las protestas de los Astartes, el Magister Inmaterium se había negado a abandonarla en Q'Sal.

-Lambo-, pidió con cortesía Mordekay.

-Esta es una carta de navegación del Vórtice de los Gritos que pude robar en el Templo de las Mentiras-, dijo el aludido mientras desplegaba dos grandes pliegos sobre una mesa. Aquella era una de esas pocas veces en las que el Astartes había aparecido sin su servoarmadura y sus enormes pero ágiles manos desplegaron la carta de navegación con precisión y rapidez.

Zenón la observó atentamente. El documento mezclaba elementos de un mapa estelar imperial con rasgos de una carta de navegación disforme de la Navis Novilitae. Distinguió con facilidad los planetas, las corrientes y las contracorrientes, pero su mente no encontró sentido al resto de los símbolos que salpicaban el manuscrito. "Obviamente, deben estar encriptados", decidió en silencio. "Interesante".


-El Vórtice de los Gritos es un enorme remolino, una herida del universo que une la realidad física y la Disformidad-, empezó a explicarles Z'aaal como un maestro dirigiéndose a sus alumnos menos avezados. -Los eruditos distinguen tres regiones dentro de ese remolino: los Mundos Crepusculares, el Anillo Interior y el Vórtice Inferior. La mayor parte de los planetas habitados por seres humanos se encuentran en la regiones periféricas, mientras que los demonios y otras criaturas disformes dominan las regiones interiores.

-Háblanos de los planetas más importantes en la periferia-, gruñó Mordekay pensativo.

-Ya habéis estado en Kymerus y Q'Sal, de modo que no puedo contaros nada que no hayáis visto por vuestra cuenta. Ghibelline y Guelph, son planetas en guerra donde se adora a Slaanesh y Nurgle respectivamente. Los Huecos es un planeta en ruinas, donde forjas del Adeptus Oscurus llevan siglos intentando destruirse mutuamente. La Hélice Irregular es una enorme cadena de asteroides infestados por piratas. Messia es un planeta inhóspito que tiene el dudoso honor de ser la única fuente permanente de promethium del Vórtice de los Gritos. Kurse es un mundo devastado cuyas lunas son famosas por sus pozos de sangre. En cuanto al resto de los planetas, son mundos salvajes habitados por humanos o xenos primitivos que son cazados sin tregua por esclavistas de todo tipo.

-¿Eso es todo?-, quiso saber Zenón.

-Así es.

-¿Qué opinas Mordekay?-, preguntó Nodius.

-La guerra hará brillar a nuestra Hermandad, por lo que debemos dirigirnos a ella desde el principio.

-El Vórtice de los Gritos parece entonces un lugar adecuado para prosperar-, manifestó Lambo sonriente.

-Aun así debemos ser prudentes si queremos sobrevivir en este lugar-, intervino Zenón haciendo que todas las miradas se posasen en él. -No podemos lanzarnos alocadamente a la aventura como tuvimos que hacer en Q'Sal o estaremos vagando de un lado a otro sin conseguir nada que merezca realmente la pena. Creo que deberíamos organizar nuestras prioridades, fijarnos en nuestras carencias y ponerles remedio.

-¿Las forjas de Los Huecos?

-¿Por qué no? Obtendremos armas, munición y víveres para movernos con mayor libertad.

-Yo apostaría mejor por los recursos críticos como el promethium y los esclavos-, decidió Nodius.

-¿Esclavos?-, preguntó Mordekay con incredulidad.

-Por lo que hemos visto hasta ahora, la mejor moneda de intercambio aquí son los esclavos-, le explicó Lambo pragmático. -Si queremos prosperar, tendremos que ensuciarnos las manos tarde o temprano.

-No, no lo permitiré de ninguna manera. Nuestros ancestros calibanitas prohibieron la esclavitud y no mancillaré su recuerdo. ¿Lo habéis comprendido bien?

-Olvida los esclavos por ahora. ¿Qué hay del promethium?-, propuso Nodius.

-¿Qué puedes decirnos de Messia, Z'aaal?

-Es un planeta inhóspito, sujeto a fuertes radiaciones solares y una atmósfera tóxica. Sólo hay dos ciudades, situadas en los polos planetarios, y clanes nómadas extraen el promethium de los yermos para venderlo luego en las ciudades. También he escuchado muchos rumores que hablan de pequeñas hordas de mutantes caníbales que infestan los yermos.

-¿Y qué sabes de Los Huecos?

-Los tecnosacerdotes del Adeptus Oscurus viven allí en una guerra que se ha prolongado ya varios siglos. Por un lado, está el Exoespectro, líder indiscutido de Forja Castir y, por el otro, está el Magos Onuris de Foja Polix, que tiene fuertes vínculos comerciales con las tres ciudades de Q'Sal.

-¿Y quién va ganando actualmente?-, quiso saber Zenón.

-Creo que nadie duda que el Exoespectro tiene ventaja en este conflicto, pero también he escuchado que las tropas del Magos Onuris han logrado conservar sus posiciones en el planeta hasta ahora.

-Parece que Messiah y Los Huecos son los objetivos más adecuados para rearmarnos y consolidar una base estable de operaciones-, razonó Mordekay. -Personalmente, creo que obtendremos ganancias más inmediatas en Los Huecos, pero me gustaría escuchar vuestra opinión. Votemos.

-Yo voto por Los Huecos-, afirmó Zenón. -Es la opción más sensata en estos momentos.

-Yo lo hago por Messia-, dijo Nodius.

-Voto por Los Huecos-, murmuró Karakos inmediatamente después de él.

-Yo también-, dijo Orick muy serio.

-Y yo-, exclamó Setus en voz baja. Parecía inseguro y nervioso por verse obligado a dar su opinión, como si temiese enfadar a cualquiera de los presentes y sufrir un nuevo maltrato físico en cualquier momento.

-¿Y tú Lambo?

-Mi voto ya no tiene sentido. Habéis ganado. Iremos a Los Huecos... ¿pero a quién vamos a apoyar?

-A Onuris, por supuesto-, respondió Mordekay presa de un repentino buen humor. -Es el que está más desesperado y el que nos recompensará con mayor generosidad cuando empecemos a inclinar la balanza de la guerra a su favor.

-Le comunicaré vuestra decisión al capitán del navío-, murmuró Z'aaal levantándose lentamente de su asiento.

martes, 5 de agosto de 2014

BC 25: LAS MÁSCARAS DEL ENGAÑO


"Cuando Mordekay y Karakos compartieron con nosotros sus divagaciones acerca del futuro de la escuadra Laquesis y la renuncia de nuestras tradiciones calibanitas, mi primera reacción fue completamente negativa. Uno a uno, fui exponiendo con paciencia mis propios argumentos para rebatir cada uno de los suyos, advirtiéndoles desde el primer momento de los fallos que encontraba en su forma de razonar.
Aunque al principio también se mostró escéptico, los argumentos de Mordekay terminaron arraigando con fuerza en nuestro hermano Lambo. Es de suponer que su sed de venganza se impuso a la lógica y cayó presa de un sin fin de emociones enfrentadas que lo dejó indefenso ante la tentación propuesta por nuestros camaradas de armas.
¿Y en qué punto me dejaba eso a mí? De nuevo, estaba pisando un terreno repleto de incertidumbres. Quisieron ganarme para su causa prometiéndome que todos seríamos iguales y me aseguraron que tomaríamos la decisiones conjuntamente. Incluso me dijeron que podría seguir usando mis poderes con moderación. Al final terminé aceptando porque era consciente de que no existían más alternativas. Era eso o recorrer un mortífero camino en solitario, lo que planteaba a su vez demasiadas incertidumbres para mi gusto. Así pues, acabé claudicando.
Pasamos la siguiente hora eligiendo un nuevo nombre para nuestro grupo, uno que sirviese de inspiración y advertencia tanto a aliados como enemigos. Al final, decidimos llamar a nuestro nuevo ejército la Hermandad Apátrida. Como emblema, escogimos una cadena rota, símbolo de nuestra liberación frente a la esclavitud del Imperio de la Humanidad. El negro siguió siguió siendo el color predominante en nuestras servoarmaduras, un recordatorio obligado de nuestros orígenes calibanitas, pero añadimos marcas plateadas a los bordes como homenaje a los orígenes de Karakos entre los Cráneos Plateados.
Finalmente, nuestros pueriles debates llegaron a otro enfrentamiento dialéctico, cuando Mordekay propuso ofrecer el acceso a la Hermandad Apátrida a Zenón, Orick y el hombrecillo que había capturado en Surgub. Presintiendo los peligros venideros, expuse rápidamente mi apoyo a la idea, siempre y cuando lo hiciesen como siervos de los Astartes. Eso nos volvió a colocar en otro larga discusión en la que Mordekay nos aseguró que la presencia de humanos iguales a los Astartes alentaría a otros  guerreros para que se unieran rápidamente a nuestras filas. Yo repuse que el peligro residía en que sus decisiones llegasen a afectar las nuestras. Lambo se mostró dividido entre las dos posturas, sin poder elegir la menos dañina para nuestra causa. Karakos apoyó a Mordekay sin reservas con la misma fidelidad mostrada por los perros respecto a sus amos... y por segunda vez en ese día, nos vimos obligados a claudicar ante las extravagantes ideas de nuestro antiguo sargento, decisión tan errónea como peligrosa, como quedaría demostrado en multitud de ocasiones.
A continuación, todos hicimos juramentos de lealtad a la Hermandad Apátrida y a todos sus miembros, utilizando el martillo energético de Mordekay como testigo y guardián de los mismos. Fue un acto inútil que atestiguaba mejor que nunca la insignificancia a la que nos había reducido el destino. Más tarde, llevamos a la mismo sala a Orick y Zenón por separado, les hablamos de la Hermandad Apátrida y les ofrecimos ingresar libremente en nuestras filas. Pese a la sorpresa inicial, ambos se apresuraron a aceptar la propuesta sin dudarlo siquiera."

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Hacía frío. Incluso tan cerca del mediodía, la brisa fresca de las montañas se colaba a través de las ventanas y recorría los pasillos. Zenón lo ignoró. Estaba contento, radiante incluso. Había conseguido entrar sin esfuerzo en el círculo de confianza de los Astartes renegados, prácticamente se lo habían suplicado. Él había aceptado, claro. En su situación, ¿quién no hubiese aceptado formar parte de su hermandad como miembro de pleno derecho? Pero la persona que se hacía llamar Zenón era demasiado inteligente para dejar que su bienestar dependiese únicamente de las buenas intenciones de los hombres, fuesen o no guerreros sobrehumanos. El respeto, al igual que la confianza, había que ganárselo con trabajo duro.

Metió la llave en la vieja cerradura y la giró hasta que se abrió la puerta de la alacena. A continuación, entró en la cámara. El prisionero estaba en el suelo, maniatado, temblando de frío. Su aspecto era lamentable, pero al mismo tiempo inspiraba compasión, un sentimiento que no le serviría de nada en estos momentos. Con cuidado, lo ayudó a sentarse, apoyando la espada despacio contra un armario repleto de sacos de comida y botellas de licor. El desconocido lo miró con ojos llenos de pánico.

-Me llamó Zenón-, se presentó. -¿Puedes oírme? ¿Entiendes mis palabras?

-Sí.

-No quiero hacerte daño. No voy a hacerte daño Sólo estoy aquí para ayudarte si puedo. Dime ¿cuál es tu nombre?

-Setus.

-Muy bien. Escúchame con atención, Setus. Tus captores han decidido liberarte. ¿Lo entiendes? ¡Muy pronto serás libre! Pero tendrás que tomar una importante decisión, una que te permitirá seguir viviendo o te condenará sin remedio.

-¿Qué decisión?-, preguntó el cautivo con voz temblorosa e insegura.

-Unirte a la Hermandad Apátrida o encontrar una muerte segura aquí, en Velklir.

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Uno de los esclavos del burócrata que los había recibido cuando llegaron les anunció que Marius estaba en la entrada de la mansión. Era el momento de recoger su premio. A pesar del frío, Mordekay los reunió a todos en el patio interior, el único lugar lo suficientemente amplio para que todos estuviesen presentes en el momento de su triunfo, el primero de los muchos que conquistaría la Hermandad Apátrida. Lo hicieron esperar un breve tiempo hasta que estuvieron preparados. Los Astartes se pertrecharon con sus servoarmaduras y armas de batalla. Por su parte, Zenón se encargó de que sus camaradas humanos presentasen un aspecto igualmente adecuado para la ocasión, aunque esa tarea estaba condenada al fracaso de antemano en el caso de Setus. Cuando por fin estuvieron listos, permitieron entrar a Marius. Afortunadamente para todos, el hechicero vino solo, aunque el renegado imperial sabía muy bien que Lede, la mujer poseída que solía acompañarlo, no debía andar demasiado lejos.

-Sé bienvenido, Marius-, saludó con cordialidad el antiguo sargento.

-Gracias, Mordekay. Espero que estéis complacidos con la hospitalidad del Tirano de Velklir.

-Lo estamos, efectivamente, pero pasa al interior de la casa, amigo mío, tenemos mucho de que hablar.

-Será mejor que no lo haga, Mordekay. Lamento decirte que no dispongo de mucho tiempo.

-¿Por qué no?

-Gracias a vuestros valerosos actos, el Tirano de Velklir me ha nombrado Magister Inmaterium, un ascenso acompañado de nuevas responsabilidades.

-¿Un ascenso, Marius?-, preguntó Nodius. -¿Por qué el Tirano de Velklir premiaría así a un hechicero de Tarnor?

-Porque nunca nací en Tarnor. La historia de Marius fue un elaborado engaño. Si los hechiceros tecnócratas de Surgub os capturaban o leían vuestras mentes por medio de la hechicería, culparían automáticamente a Tarnor de esta intriga, desviando la atención de Velklir y de mi humilde persona.

-¡Entonces nos has engañado!-, ladró Lambo malhumorado.

-Evidentemente. Debería servirte de lección, noble guerrero: las palabras son tan peligrosas como la fuerza de las armas.

-¿Y nuestro acuerdo?-, exigió saber Mordekay. -¿Cumplirás tu parte?

-Marius juró recompensaros, pero Marius no existe. Sólo era una quimera, una máscara si lo preferís. Por el contrario, yo sí existo pero nunca os he jurado nada.

-No olvidaremos esta afrenta-, lo amenazó Nodius con una voz tan gélida como los glaciares de las montañas vecinas.

-Tienes suerte de que seamos huéspedes de Velklir-, intervino Mordekay intentando salvar lo que pudiese de aquel completo desastre. -Corre a decirle a tu amo que quiero una audiencia con él mañana y no vuelvas a interponerte nunca más en nuestro camino, seas quien seas.

El aludido asintió rápidamente con la cabeza y abandonó el patio sin pronunciar ni una sola palabra. Zenón estaba tan sorprendido como el resto por aquel desenlace. Todos permanecieron en silencio durante algunos instantes, antes de que los cuatro Astartes se encarasen hacia él.

-¿Lo sabías?-, le preguntó de improviso Lambo.

-No, pero empecé a sospechar desde el momento en que dijo que viniésemos a Velklir. De hecho, os advertí que podíamos estar metidos en juego mayor de lo que nos habían dicho en un principio.

-Creo que es el momento de que nos cuentes todo lo que sabes acerca de él-, sugirió Mordekay.

-Está bien, aunque va a ser una historia larga. Como ya os conté hace unos días, tuve que huir del Imperio cuando descubrieron que llevaba años obteniendo jugosas ganancias por medio del contrabando. Sin embargo, el navío comercial que me sacó de Port Wander fue atacado por piratas. Esas alimañas abordaron la nave y capturaron a los pocos que sobrevivimos. Estuvimos encerrados en una celda maloliente durante meses. Luego nos sacaron de la nave y nos metieron en las entrañas excavadas en la roca de algún tipo de asteroide o luna perdida. Allí nos encadenaron a una fila cuyo final conducía a un pozo de lucha. El olor a sangre y muerte era abrumador. Creí que estaba condenado. Fue entonces cuando apareció Lede, la mujer poseída que siempre acompaña a Marius. Ella se paseó entre los esclavos mientras nuestros guardianes se arrojaban a sus pies con la patética esperanza de disfrutar de sus atenciones. Me avergüenza confesar que incluso yo caí presa de su perverso influjo sexual. El mundo entero dejó de tener importancia en ese momento. Entonces ella me eligió. El carcelero me soltó y luego murió entre espasmos cuando ella le abrió el vientre con las manos desnudas y le sacó las vísceras mientras el cuerpo del infeliz todavía se sacudía víctima de un placer abrumador.

-¿Así que ella te salvó?-, preguntó Karakos. -¿Por qué haría eso?

-No lo sé. Sólo tengo algunas conjeturas a ese respecto. Supongo que mi alma estaba menos corrupta que las demás y la quería para sí. En cualquier caso, me llevó a una nave dorada de Q'Sal donde estaba Marius y él, a pesar de la sorpresa inicial, me ofreció muy pronto su hospitalidad y protección. De hecho, lo primero que hizo fue advertirme que Lede no estaba por completo bajo su control y que por mi bien debía evitar a toda costa quedarme a solas con ella.

-Pues da la impresión de que ella obedece sus órdenes-, aventuró Nodius.

-No es así, os lo aseguro. Pese a sus estrictas órdenes, ella me acechaba constantemente, mirándome con sus horribles ojos dorados, sonriendo con esa boca plagada de dientes afilados bajo las pieles humanas cosidas entre sí que enmascaran su cuerpo.

-¿Y qué hizo él durante vuestro viaje?

-Se pasó todo el tiempo concentrado en sus estudios místicos. Cuando la nave dorada no estaba en el Inmaterium, a veces lo acompañábamos a la sala de observación para que pudiera tomar notas de la posición de los astros. Otras veces se pasaba horas enteras sentado en un escritorio calculando fórmulas numerológicas que para mí carecían de todo sentido. Llevado por la curiosidad, una vez le pregunté por qué hacía todo eso. Me respondió que eran una parte muy importante de sus prácticas mágicas. Incluso me explicó que los hechiceros del Caos eran muy superiores a los psíquicos del Imperio, porque los últimos estaban lisiados, incompletos, mientras que los primeros disponían de poderes más allá del umbral de los simples poderes psíquicos.

-¿Y no pudiste averiguar nada más?-, preguntó Mordekay visiblemente decepcionado. -¿Algo más práctico, que pueda sernos de utilidad en estos momentos?

-Pude observar que la tripulación de la nave lo trataba con deferencia a pesar de que su camarote no era precisamente lujoso, por lo que supuse que era una persona influyente pero más allá de eso... no, no averigüé nada más. Ahora veo que nunca había bajado realmente la guardia en mi presencia.

-Está claro que es una víbora traidora-, manifestó Lambo sin que nadie se opusiese a esa afirmación. -Deberíamos plantearnos qué vamos a hacer a partir de ahora.

-Creo que todos consideraréis adecuado establecer turnos de guardia durante el día y la noche para prevenir sorpresas inesperadas. Karakos, Lambo, vosotros haréis el primero. Nodius y yo el siguiente. El resto vigilad las idas y venidas de los esclavos del Tirano, pero no salgáis de la mansión bajo ningún concepto.