martes, 5 de agosto de 2014

BC 25: LAS MÁSCARAS DEL ENGAÑO


"Cuando Mordekay y Karakos compartieron con nosotros sus divagaciones acerca del futuro de la escuadra Laquesis y la renuncia de nuestras tradiciones calibanitas, mi primera reacción fue completamente negativa. Uno a uno, fui exponiendo con paciencia mis propios argumentos para rebatir cada uno de los suyos, advirtiéndoles desde el primer momento de los fallos que encontraba en su forma de razonar.
Aunque al principio también se mostró escéptico, los argumentos de Mordekay terminaron arraigando con fuerza en nuestro hermano Lambo. Es de suponer que su sed de venganza se impuso a la lógica y cayó presa de un sin fin de emociones enfrentadas que lo dejó indefenso ante la tentación propuesta por nuestros camaradas de armas.
¿Y en qué punto me dejaba eso a mí? De nuevo, estaba pisando un terreno repleto de incertidumbres. Quisieron ganarme para su causa prometiéndome que todos seríamos iguales y me aseguraron que tomaríamos la decisiones conjuntamente. Incluso me dijeron que podría seguir usando mis poderes con moderación. Al final terminé aceptando porque era consciente de que no existían más alternativas. Era eso o recorrer un mortífero camino en solitario, lo que planteaba a su vez demasiadas incertidumbres para mi gusto. Así pues, acabé claudicando.
Pasamos la siguiente hora eligiendo un nuevo nombre para nuestro grupo, uno que sirviese de inspiración y advertencia tanto a aliados como enemigos. Al final, decidimos llamar a nuestro nuevo ejército la Hermandad Apátrida. Como emblema, escogimos una cadena rota, símbolo de nuestra liberación frente a la esclavitud del Imperio de la Humanidad. El negro siguió siguió siendo el color predominante en nuestras servoarmaduras, un recordatorio obligado de nuestros orígenes calibanitas, pero añadimos marcas plateadas a los bordes como homenaje a los orígenes de Karakos entre los Cráneos Plateados.
Finalmente, nuestros pueriles debates llegaron a otro enfrentamiento dialéctico, cuando Mordekay propuso ofrecer el acceso a la Hermandad Apátrida a Zenón, Orick y el hombrecillo que había capturado en Surgub. Presintiendo los peligros venideros, expuse rápidamente mi apoyo a la idea, siempre y cuando lo hiciesen como siervos de los Astartes. Eso nos volvió a colocar en otro larga discusión en la que Mordekay nos aseguró que la presencia de humanos iguales a los Astartes alentaría a otros  guerreros para que se unieran rápidamente a nuestras filas. Yo repuse que el peligro residía en que sus decisiones llegasen a afectar las nuestras. Lambo se mostró dividido entre las dos posturas, sin poder elegir la menos dañina para nuestra causa. Karakos apoyó a Mordekay sin reservas con la misma fidelidad mostrada por los perros respecto a sus amos... y por segunda vez en ese día, nos vimos obligados a claudicar ante las extravagantes ideas de nuestro antiguo sargento, decisión tan errónea como peligrosa, como quedaría demostrado en multitud de ocasiones.
A continuación, todos hicimos juramentos de lealtad a la Hermandad Apátrida y a todos sus miembros, utilizando el martillo energético de Mordekay como testigo y guardián de los mismos. Fue un acto inútil que atestiguaba mejor que nunca la insignificancia a la que nos había reducido el destino. Más tarde, llevamos a la mismo sala a Orick y Zenón por separado, les hablamos de la Hermandad Apátrida y les ofrecimos ingresar libremente en nuestras filas. Pese a la sorpresa inicial, ambos se apresuraron a aceptar la propuesta sin dudarlo siquiera."

-.-

Hacía frío. Incluso tan cerca del mediodía, la brisa fresca de las montañas se colaba a través de las ventanas y recorría los pasillos. Zenón lo ignoró. Estaba contento, radiante incluso. Había conseguido entrar sin esfuerzo en el círculo de confianza de los Astartes renegados, prácticamente se lo habían suplicado. Él había aceptado, claro. En su situación, ¿quién no hubiese aceptado formar parte de su hermandad como miembro de pleno derecho? Pero la persona que se hacía llamar Zenón era demasiado inteligente para dejar que su bienestar dependiese únicamente de las buenas intenciones de los hombres, fuesen o no guerreros sobrehumanos. El respeto, al igual que la confianza, había que ganárselo con trabajo duro.

Metió la llave en la vieja cerradura y la giró hasta que se abrió la puerta de la alacena. A continuación, entró en la cámara. El prisionero estaba en el suelo, maniatado, temblando de frío. Su aspecto era lamentable, pero al mismo tiempo inspiraba compasión, un sentimiento que no le serviría de nada en estos momentos. Con cuidado, lo ayudó a sentarse, apoyando la espada despacio contra un armario repleto de sacos de comida y botellas de licor. El desconocido lo miró con ojos llenos de pánico.

-Me llamó Zenón-, se presentó. -¿Puedes oírme? ¿Entiendes mis palabras?

-Sí.

-No quiero hacerte daño. No voy a hacerte daño Sólo estoy aquí para ayudarte si puedo. Dime ¿cuál es tu nombre?

-Setus.

-Muy bien. Escúchame con atención, Setus. Tus captores han decidido liberarte. ¿Lo entiendes? ¡Muy pronto serás libre! Pero tendrás que tomar una importante decisión, una que te permitirá seguir viviendo o te condenará sin remedio.

-¿Qué decisión?-, preguntó el cautivo con voz temblorosa e insegura.

-Unirte a la Hermandad Apátrida o encontrar una muerte segura aquí, en Velklir.

-.-

Uno de los esclavos del burócrata que los había recibido cuando llegaron les anunció que Marius estaba en la entrada de la mansión. Era el momento de recoger su premio. A pesar del frío, Mordekay los reunió a todos en el patio interior, el único lugar lo suficientemente amplio para que todos estuviesen presentes en el momento de su triunfo, el primero de los muchos que conquistaría la Hermandad Apátrida. Lo hicieron esperar un breve tiempo hasta que estuvieron preparados. Los Astartes se pertrecharon con sus servoarmaduras y armas de batalla. Por su parte, Zenón se encargó de que sus camaradas humanos presentasen un aspecto igualmente adecuado para la ocasión, aunque esa tarea estaba condenada al fracaso de antemano en el caso de Setus. Cuando por fin estuvieron listos, permitieron entrar a Marius. Afortunadamente para todos, el hechicero vino solo, aunque el renegado imperial sabía muy bien que Lede, la mujer poseída que solía acompañarlo, no debía andar demasiado lejos.

-Sé bienvenido, Marius-, saludó con cordialidad el antiguo sargento.

-Gracias, Mordekay. Espero que estéis complacidos con la hospitalidad del Tirano de Velklir.

-Lo estamos, efectivamente, pero pasa al interior de la casa, amigo mío, tenemos mucho de que hablar.

-Será mejor que no lo haga, Mordekay. Lamento decirte que no dispongo de mucho tiempo.

-¿Por qué no?

-Gracias a vuestros valerosos actos, el Tirano de Velklir me ha nombrado Magister Inmaterium, un ascenso acompañado de nuevas responsabilidades.

-¿Un ascenso, Marius?-, preguntó Nodius. -¿Por qué el Tirano de Velklir premiaría así a un hechicero de Tarnor?

-Porque nunca nací en Tarnor. La historia de Marius fue un elaborado engaño. Si los hechiceros tecnócratas de Surgub os capturaban o leían vuestras mentes por medio de la hechicería, culparían automáticamente a Tarnor de esta intriga, desviando la atención de Velklir y de mi humilde persona.

-¡Entonces nos has engañado!-, ladró Lambo malhumorado.

-Evidentemente. Debería servirte de lección, noble guerrero: las palabras son tan peligrosas como la fuerza de las armas.

-¿Y nuestro acuerdo?-, exigió saber Mordekay. -¿Cumplirás tu parte?

-Marius juró recompensaros, pero Marius no existe. Sólo era una quimera, una máscara si lo preferís. Por el contrario, yo sí existo pero nunca os he jurado nada.

-No olvidaremos esta afrenta-, lo amenazó Nodius con una voz tan gélida como los glaciares de las montañas vecinas.

-Tienes suerte de que seamos huéspedes de Velklir-, intervino Mordekay intentando salvar lo que pudiese de aquel completo desastre. -Corre a decirle a tu amo que quiero una audiencia con él mañana y no vuelvas a interponerte nunca más en nuestro camino, seas quien seas.

El aludido asintió rápidamente con la cabeza y abandonó el patio sin pronunciar ni una sola palabra. Zenón estaba tan sorprendido como el resto por aquel desenlace. Todos permanecieron en silencio durante algunos instantes, antes de que los cuatro Astartes se encarasen hacia él.

-¿Lo sabías?-, le preguntó de improviso Lambo.

-No, pero empecé a sospechar desde el momento en que dijo que viniésemos a Velklir. De hecho, os advertí que podíamos estar metidos en juego mayor de lo que nos habían dicho en un principio.

-Creo que es el momento de que nos cuentes todo lo que sabes acerca de él-, sugirió Mordekay.

-Está bien, aunque va a ser una historia larga. Como ya os conté hace unos días, tuve que huir del Imperio cuando descubrieron que llevaba años obteniendo jugosas ganancias por medio del contrabando. Sin embargo, el navío comercial que me sacó de Port Wander fue atacado por piratas. Esas alimañas abordaron la nave y capturaron a los pocos que sobrevivimos. Estuvimos encerrados en una celda maloliente durante meses. Luego nos sacaron de la nave y nos metieron en las entrañas excavadas en la roca de algún tipo de asteroide o luna perdida. Allí nos encadenaron a una fila cuyo final conducía a un pozo de lucha. El olor a sangre y muerte era abrumador. Creí que estaba condenado. Fue entonces cuando apareció Lede, la mujer poseída que siempre acompaña a Marius. Ella se paseó entre los esclavos mientras nuestros guardianes se arrojaban a sus pies con la patética esperanza de disfrutar de sus atenciones. Me avergüenza confesar que incluso yo caí presa de su perverso influjo sexual. El mundo entero dejó de tener importancia en ese momento. Entonces ella me eligió. El carcelero me soltó y luego murió entre espasmos cuando ella le abrió el vientre con las manos desnudas y le sacó las vísceras mientras el cuerpo del infeliz todavía se sacudía víctima de un placer abrumador.

-¿Así que ella te salvó?-, preguntó Karakos. -¿Por qué haría eso?

-No lo sé. Sólo tengo algunas conjeturas a ese respecto. Supongo que mi alma estaba menos corrupta que las demás y la quería para sí. En cualquier caso, me llevó a una nave dorada de Q'Sal donde estaba Marius y él, a pesar de la sorpresa inicial, me ofreció muy pronto su hospitalidad y protección. De hecho, lo primero que hizo fue advertirme que Lede no estaba por completo bajo su control y que por mi bien debía evitar a toda costa quedarme a solas con ella.

-Pues da la impresión de que ella obedece sus órdenes-, aventuró Nodius.

-No es así, os lo aseguro. Pese a sus estrictas órdenes, ella me acechaba constantemente, mirándome con sus horribles ojos dorados, sonriendo con esa boca plagada de dientes afilados bajo las pieles humanas cosidas entre sí que enmascaran su cuerpo.

-¿Y qué hizo él durante vuestro viaje?

-Se pasó todo el tiempo concentrado en sus estudios místicos. Cuando la nave dorada no estaba en el Inmaterium, a veces lo acompañábamos a la sala de observación para que pudiera tomar notas de la posición de los astros. Otras veces se pasaba horas enteras sentado en un escritorio calculando fórmulas numerológicas que para mí carecían de todo sentido. Llevado por la curiosidad, una vez le pregunté por qué hacía todo eso. Me respondió que eran una parte muy importante de sus prácticas mágicas. Incluso me explicó que los hechiceros del Caos eran muy superiores a los psíquicos del Imperio, porque los últimos estaban lisiados, incompletos, mientras que los primeros disponían de poderes más allá del umbral de los simples poderes psíquicos.

-¿Y no pudiste averiguar nada más?-, preguntó Mordekay visiblemente decepcionado. -¿Algo más práctico, que pueda sernos de utilidad en estos momentos?

-Pude observar que la tripulación de la nave lo trataba con deferencia a pesar de que su camarote no era precisamente lujoso, por lo que supuse que era una persona influyente pero más allá de eso... no, no averigüé nada más. Ahora veo que nunca había bajado realmente la guardia en mi presencia.

-Está claro que es una víbora traidora-, manifestó Lambo sin que nadie se opusiese a esa afirmación. -Deberíamos plantearnos qué vamos a hacer a partir de ahora.

-Creo que todos consideraréis adecuado establecer turnos de guardia durante el día y la noche para prevenir sorpresas inesperadas. Karakos, Lambo, vosotros haréis el primero. Nodius y yo el siguiente. El resto vigilad las idas y venidas de los esclavos del Tirano, pero no salgáis de la mansión bajo ningún concepto.

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