viernes, 28 de marzo de 2014

BC 11: EL TEMPLO DE LAS MENTIRAS


"Lambo regaló su gladius a Toruk Guantequemado, como agradecimiento por recargar los generadores de nuestras servoarmaduras en tan poco tiempo. Personalmente, ese acto de generosidad me pareció un despilfarro de nuestros menguantes recursos y así se lo hice saber luego a mi camarada de armas, pero él insistió tercamente en que debía pagar su deuda con los Guantequemado. Supongo que ahora que estaba armado con la peligrosa hacha sierra del difunto Discípulo de Crox podía permitirse el lujo de aparentar sentimientos tan honorables.
En cualquier caso, volvimos con Mordekay y Karakos justo a tiempo para ayudar al sargento a ponerse su servoarmadura y activar el generador antes de que el transporte llegase a las afueras de Cuerpo Putrefacto. El vehículo de orugas serpenteó con cautela entre las ruinas, deteniéndose finalmente a unos veinte metros de la barcaza de Theon."

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El piloto abrió la puerta y se bajó del transporte cubierto de polvo. Era un hombre ligeramente corpulento, de mediana edad, piel morena y ojos oscuros. Estaba casi completamente calvo, a excepción de unos mechones morenos que le nacían en los costados de la cabeza. Sus vestimentas tan sólo eran un poco mejores que la de los habitantes de Cuerpo Putrefacto, llenas de remiendos y costuras deshilachadas, aunque estaban igual de polvorientas. Sin embargo, el detalle que verdaderamente llamó la atención de los Astartes era que el humano parecía estar desarmado, lo que podía reflejar una gran confianza en su posición como sirviente del Templo de las Mentiras o una peligrosa temeridad que podría conducirle a la tumba mucho antes de lo que se imaginaba.

-Cargad los suministros, amigos-, dijo en voz alta el recién llegado a los pocos habitantes del asentamiento que se habían acercado. -No me quedaré mucho tiempo...

Su rostro fue palideciendo paulatinamente al fijarse en ellos y tragó saliva visiblemente. Después de unos largos segundos, pareció reunir el valor suficiente para acercarse mientras los jóvenes holgazanes y los borrachos tirados en el suelo colaboraban de mala gana entre maldiciones para cargar unas pocas garrafas y cajas en el transporte.

-Me llamo Orick-, se presentó el hombre con voz pastosa. -¿Sois... sois los invitados del Templo de las Mentiras, verdad?

-En efecto-, asintió Mordekay al mismo tiempo que liberaba el cierre de seguridad de su yelmo con movimientos rápidos y precisos para dejar al descubierto su rostro. -Mi nombre es Mordekay. Mis camaradas se llaman Lambo, Nodius y Karakos.

-¿Debemos entregarte nuestras invitaciones?-, preguntó Nodius a través de los altavoces de su yelmo.

-No será necesario. Cuando estos haraganes hayan terminado, podréis subir al transporte y os llevaré inmediatamente al Templo de las Mentiras.

-¿Siempre llevas a los invitados del Oráculo Mentiroso, Orick?-, preguntó Karakos con curiosidad.

-Sí, señor. Soy el responsable de esta vieja maravilla-, explicó el hombre con humildad mientras señalaba el transporte con el que había llegado al asentamiento. -Mi deber es transportar suministros y personas al Templo, y luego devolver a los invitados a Cuerpo Putrefacto para que puedan marcharse de Kymerus.

A pesar del tono casual y despreocupado con el que había hablado mientras vigilaba la carga de mercancías en el transporte, los agudos oídos de Mordekay y Lambo detectaron una pequeña debilidad en su voz, que delataba inconscientemente cierto deseo inconfesable para un sirviente.

-¿Alguna vez has llevado a otros invitados como nosotros? ¿A otros Astartes?-, quiso saber Mordekay.

-Sí, en ocasiones he tenido que hacerlo.

-¿Quiénes son?-, preguntó Nodius inquisitivo.

-No lo sé. Es peligroso hablar con ellos a no ser que te preguntando algo primero.

-Pero puedes describir cuáles eran sus colores y emblemas, ¿verdad?

-Los colores eran el granate, con un gris piedra cubriendo los bordes de las armaduras. Sus hombreras mostraban símbolos de cabezas demoníacas y estrellas de ocho puntas.

-No conozco esos emblemas-, confesó Mordekay. -¿Y tú, Karakos?

-Creo que son Portadores de la Palabra, o al menos eso parece.

Mordekay asintió, recordando las historias de la Herejía de Horus que les había contado Karakos el día anterior. No sabía como interpretar las relaciones entre los Portadores de la Palabra y el Oráculo Mentiroso, pero confiaba en que si podía llegar a un acuerdo con esos extraños Astartes, tal vez ellos le ayudasen a contactar con otros calibanitas que hubiesen sobrevivido hasta ahora... y con ellos reconstruir el poder militar de los Ángeles Oscuros de Caliban para vengarse del maldito Imperio. Era un plan atrevido que todavía no había compartido con Lambo y Nodius, aunque estaba seguro de que ellos lo apoyarían incondicionalmente cuando se lo propusiera.

-Ya han terminado-, dijo Orick al ver que los habitantes de Cuerpo Putrefacto habían dejado finalizado la carga de mercancías. -Podemos irnos cuando lo deseéis.

-Entonces no perdamos más tiempo. Dime Orick, ¿has viajado alguna vez a otros planetas?-, preguntó Lambo con una cordialidad un poco forzada mientras caminaban hacia el transporte.

-No, señor. Nací y me crié en el Templo-, confesó el hombre como si eso lo explicase todo.

-¿Y no tienes deseos de ver qué hay más allá de Kymerus?-, siguió preguntando el Astartes.

-A veces sueño que lo hago-, reconoció el hombre cuando abrió la puerta del vehículo. Su mirada parecía melancólica, casi apagada por la resignación. -Pero son sueños imposibles.

-Quizás-, murmuró Lambo haciendo en silencio sus propios planes. Una mirada cómplice de Mordekay le indicó que probablemente los dos acabasen de tener la misma idea. El Astartes sonrió dentro del burdo yelmo con forma de cabeza de perro que había pertenecido al Discípulo de Crox.

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"Orick condujo el transporte con la pericia que concede la práctica a través de los caminos que cruzaban las colinas occidentales. La mayor parte de las veces siguió la misma ruta que habíamos recorrido Lambo y yo cuando escoltábamos a Elika la Vidente el día anterior, pero evitó los accesos más estrechos tomando en su lugar desvíos más adecuados para el tamaño del vehículo en el que viajábamos. Esta vez no se produjo ningún asalto por parte de los Querubines corruptos por la Disformidad, aunque permanecimos igualmente vigilantes y con nuestras armas preparadas para usarlas sin vacilación.
El humano intentó amenizar el viaje suplicándonos que le contásemos historias de nuestros viajes a través de la galaxia. Su estúpido parloteo me cansó rápidamente, pero Mordekay y Karakos debieron encontrarlo entretenido, ya que se turnaron para hablar de Caliban y de otros planetas del Segmentum Obscurus en los que había estado el antiguo Cráneo Plateado. Ninguno de los dos tenía grandes historias que contar, aunque se las arreglaron para que un ignorante como Orick no se diese cuenta de que estaban jugando con él."

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Finalmente, el vehículo alcanzó con dificultad la cima de la última colina y desde ese lugar privilegiado pudieron contemplar el Templo de las Mentiras en todo su esplendor, así como a las criaturas de la disformidad que sobrevolaban las ruinas en pequeños grupos. Orick detuvo el vehículo sin que se lo pidiesen para que los Astartes pudiesen observar el paisaje durante todo el tiempo que deseasen.


-¿Podrías decirme qué pasó aquí?-, quiso saber Karakos después de unos segundos contemplando en silencio la llanura llena de escombros y ruinas reconstruidas en las que se asentaba el Templo de las Mentiras.

-La nave se llamaba Luz de la Ascensión-, la voz de Orick había perdido parte de su entusiasmo, adquiriendo un tono más profesional como si hubiese dado otras veces las mismas explicaciones a diferentes personas. -Era un navío imperial dañado sin remedio por las tormentas del Halo de Estrellas que se estrelló aquí, en Kymerus, hace muchos tiempo. Unos adoradores de Tzeentch descubrieron los cadáveres corrompidos de los antiguos tripulantes y erigieron un templo para honrar al Arquitecto del Destino.

-Los escombros que rodean el templo son los "jardines"-, continuó explicando el humano tras una pequeña pausa dramática. -Allí encontraréis los preservatorios, los santuarios donde los acólitos de Tzeentch guardaron los cadáveres de los antiguos tripulantes de la Luz de la Ascensión. Os aconsejo que los visitéis durante el tiempo de espera previo a vuestra audiencia con el Oráculo Mentiroso.

-¿Por qué?-, preguntó Nodius con suspicacia. -¿Qué tienen de especial?

-Son cadáveres tocados por la Disformidad. Los acólitos y demagogos dicen que un Gran Demonio de Tzeentch retorció los cuerpos para expresar un dolor y desesperación imposibles de explicar con palabras mortales.

-Entiendo-, respondió el calibanita con algo parecido al desagrado, -pero la idea no me seduce.

-Ya hemos visto bastante, Orick-, intervino Mordekay. -Llévanos al Templo de las Mentiras.

El humano obedeció sumisamente, volviendo a poner en marcha el vehículo para descender por la colina. Pronto estuvieron siguiendo un camino sin asfaltar a través de las ruinas polvorientas del antiguo navío espacial. A continuación se detuvo frente a la puerta de una verja de barras de hierro, de quince metros de altura, que estaban rematadas en púas afiladas para disuadir a los intrusos.

Seis guardias apostados allí, abrieron las puertas rápidamente para franquearles el paso sin que se lo pidieran. Su aspecto era sumamente extraño, ya que vestían extraños atuendos y sus yelmos, lisos y cristalinos, reflejaban cuanto les rodeaba. Además, estaban armados con gujas que poseían circuitos eléctricos y runas bizarras en su filo alargado, además de grandes pistolas amarradas con correas de cuero a sus caderas. Una vez que el vehículo traspasó la puerta de la verja, los guardias se apresuraron a cerrarla inmediatamente.

Por encima de sus cabezas, las criaturas de la disformidad emitían terribles aullidos bestiales y se perseguían en juego retorcidos sin reparar aparentemente en su presencia. El transporte se detuvo frente a dos gigantescas puertas dobles en el casco del Templo de las Mentiras después de recorrer dos o tres kilómetros a través de las ruinas y los escombros.

-Hemos llegado-, anunció Orick sin necesidad mientras bajaba del vehículo. -Nos veremos luego.

-¿No vienes con nosotros?-, preguntó Lambo suspicaz.

-No. Tengo que descargar todos los suministros de ahí atrás.

Los cuatro Astartes descendieron del vehículo y se acercaron despacio a las enormes puertas de acero, reforzadas con barras verticales. Incluso para ellos, el tamaño de la entrada al Templo de las Mentiras era descomunal, más propio de los hangares de un espaciopuerto o de una nave nodriza que de un templo. Mordekay y Lambo avanzaron con paso decidido mientras Nodius y Karakos mostraban más cautela, aturdidos por la fuerte presencia de la Disformidad en este lugar. Justo en ese momento, las puertas comenzaron a abrirse hacia el interior con un gran chirrido, activadas tal vez por algún mecanismo oculto a los ojos de los recién llegados.

El ruidoso sonido del metal resbalando contra el metal continuó durante unos segundos más, lo justo para revelar el acceso a un vestíbulo de gran tamaño, iluminado por lúmenes enjaulados entre barrotes de bronce que colgaban de la superficie ennegrecida del techo. En las paredes metálicas reposaban hermosas pero extrañas pinturas y esculturas de aspecto muy dispar, que parecían conmemorar de algún modo las gloriosas gestas de los grandes personajes retratadas en ellas. Cuatro personas, ataviadas con humildes túnicas grises, aguardaban pacientemente en la sala para darles la bienvenida al interior del Templo de las Mentiras. Los figuras blindadas de los Astartes entraron despacio en el interior encabezadas por Mordekay.

-Bienvenidos al Templo de las Mentiras, ilustres invitados del Oráculo Mentiroso Renkard Copax-, los recibió un hombre de figura obesa, rostro ovalado y pelo corto y sucio. -Os alegrará saber que nuestro amo ha dispuesto que tengáis acceso a las bibliotecas y sus conocimientos prohibidos mientras él última personalmente los preparativos para vuestra audiencia. Mis compañeros y yo tenemos el honor de actuar como guías personales durante esta parte de vuestra visita.

-¿Cuánto tiempo tardará?-, quiso saber Nodius de pronto.

-¿Disculpa, ilustre invitado?

-He pregunto cuánto tiempo tendremos que esperar para reunirnos con el Oráculo Mentiroso.

-No puedo saberlo con seguridad, señor. La tradición del templo manda que los invitados deban pasar al menos unas horas en las dependencias del templo antes de la audiencia.

-Nosotros no somos invitados normales-,espetó Lambo, -y hacernos esperar es una grave ofensa.

-Aun así...-, su voz se quebró de miedo ante la amenaza y dio un paso vacilante hacia sus compañeros, que estaban tanto o más asustados que él.

-¿Qué tramáis? ¿Por qué queréis separarnos?

-No te lo tomes como algo personal, Lambo-, intervino Karakos tratando de apaciguar los ánimos. -Tenemos una oportunidad única para echar un vistazo y quien sabe, tal vez podamos encontrar cosas interesantes.

-Tiene razón-, sentenció Mordekay tras unos segundos, más que elocuentes, de reflexión silenciosa. -Respetaremos las tradiciones locales siempre y cuando no amenacen nuestra propia seguridad. Llevadnos a las bibliotecas.

Los sirvientes abrieron una puerta y comenzaron a caminar por el pasillo al que conducía. Mordekay miró a sus camaradas de armas y les hizo un gesto con la cabeza para que siguiesen a los humanos. En ese momento, todos sintieron un fuerte ruido a sus espaldas. Karakos fue el único que se volvió para echar un último vistazo a las puertas de la entrada. Las vio cerrarse lentamente, del mismo modo en que lo harían las fauces de una bestia de tamaño inimaginable. Maldiciendo en silencio su portentosa imaginación, el antiguo Cráneo Plateado se adentró en el pasillo decidido a desvelar los misterios que habían ensombrecido su alma desde que el mismo momento en que sus inocentes manos sostuvieron por primera vez aquella copia incompleta del Libro de Lorgar.

martes, 25 de marzo de 2014

BC 10: EL DISCÍPULO DE CROX


"Volvimos a reunirnos cuando el patético sol de Kymerus se escondió tras el horizonte, abandonando los yermos sin vida a la oscuridad de la noche y provocando que la temperatura exterior cayese por debajo de cero. Los cansados habitantes de Cuerpo Putrefacto no nos causaron problemas, sino que se encerraron rápidamente en sus ruinosas viviendas; de hecho, tan solo unos pocos se acercaron a la barcaza de Theon para emborracharse con su licor casero.
Mientras esas ratas miserables se ahogaban en alcohol en el piso inferior, nosotros compartimos los decepcionantes retales de información que habíamos averiguando. Fue entonces cuando el sargento Mordekay me reveló la existencia de los cuernos que habían brotado de mi cabeza. Al igual que Lambo, me resistí a creerle, por supuesto, pero un rápido interrogatorio a algunos de los humanos del piso inferior nos obligó a darnos cuenta de que estábamos equivocados.
No obstante, la revelación tuvo el mismo efecto que si alguien hubiese retirado una venda de mis ojos, ya que ahora sí podía entrever sus formas dobladas y puntiagudas en los extremos. ¿Y cuál fue mi reacción? Una mezcla de curiosidad morbosa y aceptación pragmática. Incluso ahora cuando escribo estas palabras, me resulta extraordinariamente difícil explicar con palabras la sensación instintiva de alivio que sentí.
Tan intensos fueron los oscuros pensamientos que me dominaron en esos momentos, que me pasé las siguientes horas contemplando embelesado esas dos siniestras proyecciones óseas, al igual que las adaptaciones inexplicables que había sufrido mi yelmo para darles cabida. Asimismo, no podía evitar preguntarme qué otros regalos podría haber depositado la Disformidad en nuestros cuerpos sin que todavía fuésemos conscientes de su existencia.
Mientras estaba completamente sumergido en estos lúgubres pensamientos, los demás discutían a cerca de la conveniencia de hacer guardias durante la noche. Gracias al implante del Nodo Catalepsiano, los Astartes no necesitábamos dormir del mismo modo que un hombre normal y estaba claro que los patéticos habitantes de Cuerpo Putrefacto no eran una verdadera amenaza para cualquiera de nosotros, pero el sargento Mordekay insistió en que debíamos mantener la disciplina militar para sobrevivir en un lugar como se imaginaba que debía ser el Vórtice de los Gritos.
El primer turno de guardia lo hicimos Karakos y yo. Afortunadamente para ambos, el clamor procedente del piso inferior fue descendiendo por sí sólo paulatinamente, a medida que los borrachos regresaban a sus respectivas viviendas. Era una buena noticia, ya que sus gritos estridentes estaban crispando mis nervios.
Nuestro turno de guardia terminó a medianoche, cuando recibimos la visita de varios jóvenes de la familia Guantequemado que trajeron consigo el generador de la servoarmadura que Lambo les había confiado. A partir de ese momento, Mordekay y él se ocuparon de la vigilancia durante lo que quedaba de noche."

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-¡Soy el Discípulo de Crox!-, gritó de repente una voz profunda en el exterior. -¿Quién desafiará a un Campeón del Señor de los Cráneos?

Lambo corrió hacia un ventanuco desde el que se podía observar el exterior, mientras que Mordekay se dirigió hacia la puerta para asegurarse que no había nadie al otro lado. En una de las esquinas de la habitación, Karakos apartó a un lado el Libro de Lorgar que había estado releyendo desde el final de su guardia y desenfundó la espada de energía de su vaina.

-¿Cuántos enemigos ves?-, quiso saber Nodius mientras se incorporaba de su lecho sosteniendo la pistola bólter con mano firme.

-Solo uno-, respondió Lambo satisfecho.

-Las escaleras están despejadas-, susurró Mordekay tras abrir la única puerta de la estancia.

-¡Soy el Discípulo de Crox! ¿Quién desafiará a un Campeón del Señor de los Cráneos?-, volvió a gritar el extraño a pleno pulmón.

"Es muy alto para ser un humano", se sorprendió Lambo mientras seguía mirando por la ventana. El extraño debía medir dos metros y medio de estatura y estaba ataviado con una armadura pesada de ceramita embarrada con sangre y polvo. Un yelmo con la burda forma de un perro protegía su rostro. Lambo sonrió para sus adentros al reparar en la mortífera hacha sierra que sostenía en sus manos. "Un reto, por fin", agradeció en silencio.

-Ayudadme a ponerme mi armadura. ¡Rápido!

Mordekay y Karakos hicieron lo que les pedía adivinando fácilmente sus intenciones y colocaron con cuidado los conectores y las protecciones tan rápido como pudieron. Por su parte, Nodius bajó sigiloso los peldaños de las escaleras para comprobar que no hubiese enemigos ocultos en el piso inferior, pero allí sólo estaba Theon, temblando como un animal asustado al otro lado de la chatarra que hacía de barra en su establecimiento. Moviéndose sin hacer el menor ruido a pesar de su tamaño, Nodius consiguió acercarse al joven por la espalda y apoyar el cañón de su pistola bólter sobre su cabeza.

-¿Quién es ese hombre?-, siseó en la oscuridad.

-¡El Discípulo de Crox!-, respondió atemorizado el joven dueño de la barcaza tras soltar un respingo. Su voz le temblaba como un barco presa de una fuerte tormenta y el aroma del miedo bañó rápidamente la sala.

-Dime algo que no sepa o te juro que te vuelo la cabeza ahora mismo.

-Es un guerrero vagabundo que vive en los yermos cazando animales. Siempre desafía a un duelo a todas las personas con las que se encuentra, pero si no aceptáis sus juegos os dejará en paz.

-¿Y por qué no está en los yermos?

-¡Las malditas lanzaderas! ¡Debió darse cuenta de que había forasteros por las entradas y salidas de las lanzaderas!

-¡Soy el Discípulo de Crox! ¿Quién desafiará a un Campeón del Señor de los Cráneos?-, volvió a gritar el extraño ahí fuera.

-¡Yo lo haré!-, respondió esta vez Lambo con una alegría insana, casi febril.

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El Discípulo de Crox le esperó impaciente sin tratar de ocultarse, iluminado por la tenue luz grisácea de Elorum, la única luna del planeta, que brillaba en el cielo nocturno seguida de cerca por una pequeña cola de meteoritos. A pesar de que había dejado de gritar, encendía y apagaba los dientes de su hacha sierra, provocando aullidos metálicos que resonaban espantosamente entre las ruinas que hacían las veces de viviendas en Cuerpo Putrefacto. Realmente parecía un perro rabioso a punto de saltar en cualquier momento.

Lambo salió de la barcaza de Theon aferrando su gladius en la mano diestra. Intuía que necesitaba ese duelo. Todo lo que conocía había sido destruido. Era el momento de poner a prueba una vez más sus habilidades marciales y devolverle al universo parte del sufrimiento que había soportado hasta ese momento. Sus camaradas de armas también salieron al exterior para asegurarse de que el Discípulo de Crox no contaba con la ayuda de cómplices que pudiesen intervenir para inclinar el combate a su favor.

-¡Reza tus oraciones, engendro!-, gritó saboreando el momento mientras se acercaba a su enemigo. -Esta noche vas a morir a manos de Lambo de Caliban.

-¡Tu sangre es la única ofrenda que necesito!-, ladró el Discípulo de Crox a través de su yelmo con forma de perro mientras alzaba con las dos manos su hacha sierra, cuyos afilados dientes rugían ahora sin freno.

Tal y como esperaba, el Discípulo cargó directamente contra él. Lambo saltó hacia la izquierda para evitar la feroz embestida y se puso en pie con elegancia. Sin embargo, antes de que pudiera terminar el movimiento, su enemigo detuvo su trote y lanzó un diestro barrido horizontal. Lambo lo intentó bloquear con su gladius ladeando el cuerpo, pero no pudo evitar que los dientes del hacha sierra mordiesen su servoarmadura. La sorprendente fuerza del Discípulo lo empujó hacia atrás y un repentino relámpago de dolor hizo que Lambo comprobase para su sorpresa que un pequeño rastro de sangre había aparecido a media altura del brazo izquierdo.

-¡Sangre para el Dios de la Sangre!-, gritó exultante el Discípulo de Crox, volviendo a caer sobre él entre horribles aullidos.

Lambo se concentró completamente el combate. La euforia inicial había desaparecido y su mente estaba ahora absolutamente centrada en parar y devolver la lluvia de golpes de su adversario. Para su desesperación, descubrió que se encontraba a la defensiva. Un nuevo barrido del Discípulo impactó directamente en el pecho, haciendo que saltasen chispas cuando el los dientes del hacha sierra volvieron a chocar contra las placas centrales de ceramita. Por fortuna, esta vez su servoarmadura prevaleció ante el golpe.

La fuerza del impacto hubiese dejado sin respiración a un hombre normal, pero Lambo era un Astartes y aprovechó esos segundos para responder con su gladius. Con torpeza, el Discípulo trató de apartarse sin éxito. El arma del Astartes se hundió en su muslo derecho, atravesando carne y músculo. Otra herida como esa y el Discípulo de Crox estaría acabado.

-¡Cráneos para el trono de Khorne!-, jadeó el humano retrocediendo un paso para volver a coger impulso mientras alzaba su arma.

Lambo intentó apartarse de la mortífera trayectoria del arma. No lo consiguió del todo, no fue lo suficientemente rápido. El hacha sierra pareció descender lentamente sobre él con un hambre anticipatoria. "He perdido", pensó el Astartes con incredulidad durante unos instantes. No fue consciente de que el golpe quebró su yelmo, volviéndolo inservible, pero sí de que estaba cubierto de su propia sangre. Su servoarmadura liberó automáticamente drogas estimulantes en su torrente sanguíneo, impidiendo que perdiese el conocimiento y el dolor desapareció como un mal recuerdo justo a tiempo, dado que el Discípulo de Crox estaba cogiendo impulso para intentar decapitarlo. Se apartó del golpe en el momento oportuno, por un margen de apenas unos centímetros, retrocediendo unos pasos para ganar más espacio de maniobra a la par que arrojaba al suelo el yelmo quebrado.

-¡Sangre para el Dios de la Sangre! ¡Sangre para el Dios de la Sangre!

El Astartes consiguió evitar dos barridos más. Estaba tan concentrado en el combate que no se había percatado de la mirada inquisitiva que Nodius lanzó en silencio a Mordekay mientras comenzaba a alzar su pistola bólter para disparar por la espalda al Discípulo de Crox. Tampoco había visto a Mordekay deteniendo a su hermano con un gesto negativo con la cabeza. Estaba demasiado concentrado para fijarse en todo lo que no fuera la peligrosa estrategia de la que dependía su vida en esos momentos.

Cediendo terreno, permitió que el Discípulo de Crox lo fuese arrinconando. Fingió que sus respuestas se volvían torpes y lentas. Eso envalentonó a su enemigo, tal y como esperaba, que volvió a precipitarse sobre él como una fiera hambrienta. Su falta de disciplina era la única ventaja con la que contaba Lambo.

-¡Sangre para el Dios de la Sangre! ¡Cráneos para el trono de Khorne!

Un fuerte barrido estuvo a punto de llevárselo por delante. Lambo se lanzó hacia delante, sabedor de que no tendría más oportunidades. Clavó el gladius en el pecho derecho del Discípulo, sintiendo una enorme satisfacción cuando escuchó el crujido de la armadura enemiga rota y la sensación blanda que encontró debajo. El hombre retrocedió tambaleándose y arrastrando el hacha, mientras su sangre se derramaba sin control por su pecho. Lambo lo siguió con paso resuelto a pesar de la gravedad de sus propias heridas.

El Discípulo arriesgó un nuevo golpe, que pasó muy lejos de su objetivo. El calibanita aguardó a que el arma pasase de largo antes de lanzar otra estocada. El gladius se clavó en el brazo derecho del hombre, sin llegar a profundizar lo suficiente para cortárselo. El Discípulo lo empujó antes de alzar de nuevo su arma. El movimiento fue demasiado lento. La perdida de sangre lo estaba debilitando.

Lambo no sufría un defecto tan mundano porque las plaquetas sanguíneas de su cuerpo Astartes habían comenzado a cerrar poco a poco las heridas sufridas y las drogas estimulantes todavía seguían inundando su cuerpo sobrehumano. Reuniendo las últimas fuerzas que le quedaban, arrojó una nueva acometida al cuello desprotegido su enemigo. El golpe fue mortal. El Discípulo se tensó como un títere al que tirasen con fuerza de sus hilos y a continuación tembló sin control mientras la vida se le escapaba del cuerpo en cuestión de segundos.

Jadeando con esfuerzo, el Astartes se inclinó para arrebatarle el yelmo con forma de perro y contemplar el rostro barbudo y lleno de cicatrices que había debajo. A continuación usó el gladius para decapitarlo con dos diestros tajos y, cogiéndolo por el pelo, lanzó su cabeza bien lejos para que la devorasen las alimañas que poblaban ese planeta.

-¿Quién más quiere enfrentarse conmigo?-, gritó a la noche liberando toda la rabia y la impotencia que le quedaban en su interior. -¿Quién quiere enfrentarse conmigo?

Ninguno de los asustados habitantes de Cuerpo Putrefacto se atrevió a responder, sino que volvieron a meterse en sus ruinosas viviendas atrancando en silencio todas las puertas y ventanas. Lambo recogió entonces el yelmo del Discípulo de Crox y comprobó si podría utilizarlo. Le quedaba justo, cierto, pero podía servirle hasta que consiguiese uno mejor. A continuación hizo lo mismo con el hacha sierra del caído. Una vez que estuvo satisfecho, entró de nuevo en la barcaza de Theon, tambaleándose, sin aceptar la ayuda de ninguno de sus hermanos.

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"El duelo que acabábamos de presenciar nos había sorprendido considerablemente. ¿Cómo esperar que un simple humano pudiese hacer frente, y casi derrotar, a un guerrero Astartes de la talla de Lambo? Creo que las evidentes implicaciones de ese hecho no nos pasaron desapercibidas a ninguno de nosotros, aunque no llegamos a expresarlas en voz alta. Estaba claro que la Disformidad había fortalecido el cuerpo del humano, exagerando extraordinariamente su fuerza y resistencia hasta límites casi imposibles.
Interrogando con más calma a Theon, pudimos averiguar que Crox, el maestro del guerrero con el que se había enfrentado Lambo, era un poderoso paladín del dios Khorne que lideraba su propia partida de guerra en el Vórtice de los Gritos. Había visitado el Templo de las Mentiras tres años antes para entrevistarse con el Oráculo Mentiroso. Ya fuese por descuido o un acto intencionado, lo cierto es que su Discípulo quedó abandonado desde entonces en Kymerus, de donde no supo, o no quiso, escapar.
Ante nuestras insistentes preguntas acerca de Khorne, Theon sólo pudo contestarnos que era el siniestro dios de la sangre, los cráneos, las matanzas y la guerra. Solían adorarlo todo tipo de piratas, soldados y asesinos, que gritaban su nombre antes de cada batalla para intentar llamar su atención y conseguir su favor. En este punto, Karakos nos confirmó que el joven estaba siendo sincero, porque el Libro de Lorgar describía al Dios de la sangre en términos similares.
Satisfechos con sus explicaciones, regresamos al piso superior y continuamos haciendo guardia hasta que la noche terminó con el ascenso de luces de color verde pálido en el horizonte. No volvimos a ser interrumpidos en ningún momento, salvo por los aterrados jóvenes Guantequemado, que nos devolvieron el generador de mi servoarmadura. Tan sólo faltaba el de Mordekay.
Una hora y media después del amanecer, la temperatura exterior había subido hasta alcanzar los diez grados aproximadamente. Un poco más tarde, divisamos un lento vehículo de orugas acercándose a Cuerpo Putrefacto. Tenía el tamaño de un transporte industrial, como los que habíamos visto cientos de veces en las fábricas de Caliban, con el espacio de carga abierto al exterior, y un solo hombre controlando los mandos. Mordekay nos pidió a Lambo y a mí que fuésemos a la vivienda de los Guantequemado y recuperásemos su generador, estuviese recargado o no. Desde ese momento, teníamos que estar preparados para afrontar cualquier amenaza."

viernes, 21 de marzo de 2014

BC 9: CUERPO PUTREFACTO


-Una historia interesante-, reconoció Nodius sin mucho entusiasmo una vez que el ex Cráneo Plateado hubo terminado de hablar.

-Así es-, asintió Mordekay. -De hecho, ha reforzado mi intención de hacerte una propuesta, Karakos.

-¿Y cuál es?-, preguntó el aludido con manifiesta curiosidad.

-Ocurra lo que ocurra mañana en el Templo de las Mentiras, necesitarás formar parte de un grupo poderoso para sobrevivir en este Vórtice de los Gritos habitado por piratas y herejes, como has dicho antes. Nosotros te ofrecemos un puesto en nuestra escuadra, con todos los honores, derechos y deberes que ello implica. Te prometo que reconstruiremos nuestras fuerzas y nos cobraremos justa venganza sobre el maldito Imperio. ¿Quieres ser nuestro hermano de armas, Karakos?

-Lo lamento-, respondió tras unos largos segundos de larga reflexión silenciosa, -pero acabo de recuperar mi libertad y no me agrada la idea de perderla ingenuamente. No obstante, es obvio que compartimos muchos intereses comunes. Por ello te pido más tiempo para conoceros mejor y reflexionar acerca de las ventajas de tu propuesta.

-No hace falta que seas diplomático conmigo. Tómate el tiempo que necesites-, concedió el sargento con gesto huraño. A continuación Mordekay se dirigió a los demás. -Debemos aprovechar bien el tiempo que nos queda. Nuestra mayor prioridad es conseguir energía para recargar nuestras servoarmaduras. Este asentamiento debe tener algún tipo de generador o planta energética que suministre electricidad a la red local. También deberíamos obtener toda la información que podamos sobre el Templo de las Mentiras, Cuerpo Putrefacto y el resto del planeta.

-Es una población pequeña-, murmuró Nodius. -No deberíamos tardar mucho tiempo en dar con el generador.

-¿Nos agrupamos por parejas?-, preguntó Lambo dubitativo.

-Sería lo más conveniente-, reconoció Mordekay. -¿Quieres ayudarnos, Karakos?

-Será un placer-, asintió él. -No necesito recargar mi servoarmadura pero estaré encantado de poder ayudar de todos modos.

-Entonces decidido. Lambo y Nodius buscarán el generador, mientras tanto Karakos y yo sondearemos a los lugareños.

-.-

Tal y como habían supuesto, no tardaron mucho tiempo en dar con la estructura que proporcionaba energía a todo Cuerpo Putrefacto. Sólo que tuvieron que seguir los cables que conectaban los edificios y ruinas habitadas hasta llegar a un pequeño armazón cilíndrico con numerosos remaches, una sola apertura por puerta y una maraña de cables negros que salían desde su techo extendiéndose al resto los edificios en ruinas del asentamiento como una siniestra telaraña de la que a veces saltaban peligrosas chispas sin previo aviso. Los Astartes pudieron percibir con claridad los zumbidos sordos producidos por los espíritus máquina de la planta energética incluso desde el exterior del edificio.

Un niño de unos seis u ocho años y tez oscura se entretenía junto a la puerta desmontando un aparato mecánico, pero cuando los vio acercarse dejó inmediatamente lo que estaba haciendo y corrió hacia el interior del edificio con la cara dominada por el más absoluto temor. Seguido de cerca por Nodius, Lambo entró en el edificio sin pedir permiso. El interior de la estructura parecía un vertedero, lleno de chatarra inútil, vigas metálicas y trozos de plástico. Un sólido pilar circular de metal unía el techo con el suelo, adentrándose en sus profundidades. Los ocupantes del edificio retrocedieron temerosos al verlo cruzar la entrada.

-¿Quién es vuestro líder?-, preguntó Lambo decepcionado al no encontrar ningún generador a la vista.

-Yo-, respondió una voz entre la multitud. Era un hombre de unos cincuenta años, un verdadero anciano entre las gentes de Cuerpo Putrefacto. Tenía una larga melena blanca y una barba recortada del mismo color, ojos oscuros, nariz aguileña y vestía un mono de trabajo que había recibido demasiados remiendos improvisados como para identificar su procedencia. Un cinturón de herramientas colgaba pesadamente de su delgada cintura, obligándole a caminar con dificultad.

-¿Cómo te llamas?

-Torak Guantequemado-, respondió el anciano con voz ronca y temblorosa. -Por favor, no nos haga daño. Haremos lo que quiera.

-Te doy mi palabra de que nadie saldrá perjudicado si colaboráis conmigo, Torak. Dime, ¿cómo obtenéis la electricidad?

-Del espíritu máquina que hay bajo este edificio. Mi familia lo ha servido durante siglos, realizando los ritos sagrados cuando es necesario.

-¿Y quién os enseñó esos ritos?-, quiso saber Nodius, al entrar en la estructura.

-Un sacerdote de metal que fue invitado al Templo de las Mentiras por aquel entonces. Fue él quien abrió la tierra para que acogiese al espíritu máquina y fue él quien enseñó a la familia Guantequemado los misterios que agradan al espíritu.

-¿Un sacerdote de metal?-, repitió Lambo. -¿Te refieres a un tecnosacerdote del Adeptus Mechanicus?

-No lo sé, terrible gigante-, respondió el anciano. -Nuestras historias simplemente lo llaman sacerdote de metal.

-No perdamos el tiempo con supersticiones-, sentenció Nodius tajante. -Muéstranos la entrada al espíritu máquina.

-No puedo hacer eso-, respondió Torak con tono lastimero. -El sacerdote de metal no dejó puerta alguna para que el espíritu no fuese profanado, sólo runas e instrumentos. Digo la verdad. ¡Lo juro!

-Te creo-, respondió Lambo. Se quitó el yelmo para que el anciano y todos los presentes pudiesen ver su fiero rostro antes de seguir hablando. -Nuestras servoarmaduras necesitan energía. ¿Puedes recargar sus generadores?

-No lo sé... puedo intentarlo. ¿Son estos dos?

-Estos dos y otro más-, aclaró él. -Los tres tienen que estar operativos mañana a primera hora de la mañana.

-Eso es imposible-, volvió a lamentarse el anciano. -No puedo alimentar los generadores de vuestras armaduras al mismo tiempo sin enfurecer al espíritu máquina y ponerlos en peligro. Últimamente está muy irascible y furioso. Tendremos que nutrirlos de uno en uno realizando con cuidado cada una de las plegarias.

-Muy bien. Alimenta primero el mía hasta la mitad de su capacidad. Cuando esté listo, haz que lo lleven a la barcaza de Theon. Luego ocúpate de los demás en el orden que prefieras. Y otra cosa...

-¿Sí?

-No nos traiciones. Soy muy peligroso cuando me enfurecen. ¿Lo has entendido bien, Torak?

-Sí, sí-, asintió rápidamente el anciano. -Os juro que os devolveremos vuestros generadores sin desperfectos ni daño alguno.

-Eso espero.

-Acabemos con esto cuanto antes, hermano-, murmuró Nodius deseando salir de la sala. -Te ayudaré a quitarte tu servoarmadura.

-.-

Mordekay y Karakos dieron una vuelta rápida para inspeccionar el asentamiento. Sus impresiones iniciales se vieron confirmadas casi inmediatamente. El estado calamitoso de las viviendas explicaba mejor que las palabras las duras condiciones de vida de los habitantes de Pueblo Putrefacto, pero lo que más les llamó la atención fue la total falta de defensas organizadas para protegerse de incursiones y saqueos por parte de piratas y otros grupos igual de peligrosos. Tampoco había armerías, establecimientos comerciales, calzadas ni edificios de gobierno. "¿Qué clase de lugar es este?", se preguntó a sí mismo el último sargento de la Escuadra Laquesis.

Por fortuna, pudo aprovechar el paseo de reconocimiento para responder las preguntas de Karakos, informándole de los sucesos que habían ocurrido en Caliban, la traición de Lion El'Johnson, el bombardeo del monasterio fortaleza de Osul, su viaje forzoso a través de las corrientes de la Disformidad y finalmente la invitación del Oráculo Mentiroso que le entregó en persona el demagogo Tristam Denieri. Karakos escuchó maravillado todo lo que le contó, interrumpiéndole únicamente para hacerle unas pocas preguntas en asuntos que el calibanita había dado por sentado.

-Es una historia asombrosa-, reconoció el psíquico claramente impresionado. -¿Crees que fue esa estancia milenaria en las profundidades de la Disformidad la que provocó que brotasen los cuernos de la cabeza de Nodius?

-¿De qué hablas?-, preguntó Mordekay sorprendido y deteniéndose de golpe. -Nodius no tiene cuernos.

-Sí, sí los tiene. Te lo aseguro.

-¿Y por qué no los hemos visto ni Lambo ni yo?-, preguntó mirando fijamente a los ojos de su interlocutor.

-Tal vez os neguéis a verlos, aunque son bien visibles. Quizás vuestras mentes todavía no se han serenado del todo de vuestra estancia en la Disformidad. Sea cual sea la causa, yo puedo verlos sin recurrir a mis poderes psíquicos y apostaría a que también pueden verlos los habitantes de Cuerpo Putrefacto.

-Lo que dices es muy preocupante-, murmuró Mordekay visiblemente alarmado al tiempo que volvía a caminar mirando al frente, -pero ahora debemos reunir información. Luego averiguaremos si lo de Nodius es cierto. Llegado el caso, déjamelo a mí. Yo me encargaré de decírselo.

Su paseo les llevó al espaciopuerto, donde pudieron contemplar con sus propios ojos que el estado de las instalaciones eran tan ruinoso como les habían descrito Lambo y Nodius. Hangares vacíos, dispositivos estropeados y unas pocas personas realizando labores de mantenimiento que difícilmente podían contribuir a las reparaciones que necesitaba el espaciopuerto con tanta urgencia. Mordekay decidió no perder más tiempo y se acercó a uno de los trabajadores, un hombre de mediana edad, más bajo y delgado de lo normal, con la piel extremadamente pálida y un ojo de color azul cielo y el otro rosa aguado.

-Necesito que respondas a unas preguntas-, le dijo acercándose más de lo necesario para intimidar todavía más al hombre. -¿Dónde está todo el mundo?

-Trabajando en las minas del norte, terrible guerrero.

-¿Minas? ¿Qué sacáis de esta tierra polvorienta?

-Cobre rojo y otras rocas que no sé cómo se llaman.

-¿Y qué hacéis luego con los minerales? No he visto fundiciones ni forjas.

-Lo traemos aquí y los dejamos en los hangares para comerciar con los viajeros que vienen a Kymerus.

-Eso es interesante ¿Qué productos os entregan a cambio?-, quiso saber Karakos, uniéndose al interrogatorio.

-Agua y comida, sobre todo. A veces también nos traen alcohol, herramientas, armas, ropas casi nuevas y esclavos, pero los esclavos son muy caros y pocas veces podemos comprarlos.

-No entiendo por qué los piratas simplemente no os quitan todo lo que tenéis-, reconoció el calibanita. -No tenéis defensas y vuestras armas son endebles. ¿Por qué no os atacan?

-Porque Cuerpo Putrefacto está protegido por el Templo de las Mentiras. Nadie se atrevería a hacer enfadar al Oráculo Mentiroso. Él nos protege...es muy poderoso... y tan sólo nos pide que le demos la mayor parte de lo que conseguimos comerciando... y a veces también nos ordena que le entreguemos a varios de los nuestros cuando necesita hacer sacrificios.

-Cuerpo Putrefacto y el Templo de las Mentiras, ¿son los únicos asentamientos humanos del planeta?

-Sí, sí. Dices bien. En el resto de Kymerus sólo hay desiertos vacíos.

-¿Puedes contarnos cómo es el interior del Templo de las Mentiras?-, quiso saber Karakos.

-Nunca he estado allí, poderoso guerrero, pero todo el mundo sabe que se parece al vientre de una nave espacial, aunque está lleno de libros y de cosas todavía más extrañas y terribles... hay muchos fantasmas y demonios recorriendo sus oscuros pasillos.

-Entiendo-, asintió Karakos siguiéndole la corriente al lugareño.

-Y además del Oráculo Mentiroso, ¿quién manda en Cuerpo Putrefacto cuando tenéis que tomar alguna decisión?

-Las familias. Las familias se reúnen y los viejos hablan y hablan. No suele haber peleas, aunque a veces son cosas que pasan. Recuerdo que una vez...

-Ya nos hacemos una idea-, lo interrumpió Mordekay perdiendo lo poco que le quedaba de paciencia al darse cuenta de que las pesquisas no iban a salir de la forma que él había esperado en un principio. -Gracias por tu ayuda.

Los dos Astartes salieron del espaciopuerto en silencio. En el exterior, el cielo anaranjado había dado paso a un azul polvoriento y oscuro, que indicaba la proximidad del atardecer. A lo lejos, también pudieron ver una fila silenciosa de hombres y mujeres que venían del norte arrastrando sacos repletos de piedras minerales y metales en bruto. Debía haber más de un centenar de personas de todas las edades, con sus ropas polvorientas, caras sucias y gestos cansados. Los habitantes de Cuerpo Putrefacto estaban regresando a casa.

miércoles, 19 de marzo de 2014

LIBRO-JUEGO SIERVOS DE LA SANGRE


No hace mucho recibí un correo electrónico donde me hablaban de un nuevo proyecto de crowdfounding que me hizo recordar mi infancia y todos los libros-juego que cayeron en mis manos durante aquella época. Estoy seguro de que muchos de vosotros conocéis la serie de "Elige tu propia aventura" y no necesitáis más explicaciones.


Para los que no habéis tenido la suerte de conocer estos famosos libros, os diré que fueron una colección de novelas juveniles de ficción, en la que las decisiones del lector modificaban la trama de la historia. Es decir, el libro-juego presentaba un enigma a resolver, unos antagonistas y una serie de decisiones que te enviaban de una página a otra mientras intentabas que el protagonista y sus compañeros saliesen bien parados de los problemas en los que se metían.


Los libros fueron todo un éxito, por supuesto. La serie empezó a publicarse en inglés en 1979 y las primeras traducciones llegaron a España en la década de los 80 para gran placer de miles de jóvenes que nos imaginamos atrapados en estas fascinantes aventuras.

Sin embargo, la idea original dio un giro todavía más interesante cuando algunos escritores consideraron que merecía la pena mezclar la "esencia" de los juegos de rol con la estructura de los libros-juego. Muchas editoriales se subieron al carro rápidamente y pronto surgieron numerosas colecciones explotando la idea como Lucha-Ficción o Dungeons & Dragons Aventura Juego, por citar unos pocos ejemplos, pero hubo muchas más (algunas incluso ambientadas en el universo de superhéroes de Marvel o en los oscuros relatos  de horror vinculados a los Mitos de Cthulhu de H. P. Lovecraft y sus seguidores).


En estos libros-juego de rol tenías que hacer una ficha donde se describían las características, los rasgos y hasta el equipo de tu protagonista, tirar dados que decidían el resultado de algunas situaciones difíciles y tomar las decisiones correctas para llegar al mejor de los desenlaces posibles.

¿Y a dónde nos lleva este viaje al pasado de recuerdos y emociones? A un interesante proyecto conocido como Siervos de la Sangre, un libro-juego que promete promete reunir las mejores cualidades del género y cuyo autor es David Velasco, un joven y famoso escritor español de novela épica. Para los que no lo conozcáis, deciros que también es el autor de Los Manuscritos de Neithel, Héroes del Acero y Krynea, la Novena Runa.



Pero hablemos de Siervos de la Sangre. Lo único que sabemos por ahora es que el libro está ambientado en la época actual y que su argumento nos conducirá a un inquietante secreto que debemos averiguar en una apasionante carrera contrarreloj donde las apuestas son altas y numerosos peligrosos amenazarán nuestras vidas en todo momento. El resto tendremos que descubrirlo nosotros mismos, confiando en nuestras decisiones y la suerte con los dados. Si queréis ver el vídeo promocional, podéis hacerlo en este enlace.

Como veis, todo lo que rodea a Siervos de la Sangre es muy intrigante y todavía promete mucho más. Personalmente, me llama mucho la atención este otro vídeo cuyo enlace os dejo aquí también. No sé qué tienen esos pocos segundos, pero todo parece tan mundano y a la vez tan oscuro, que es imposible no preguntarse qué diablos estará pasando.

Como os decía al principio del post, es un proyecto de crowdfounding en el que todos podemos colaborar para sacarlo adelante. Podéis obtener más detalles sobre el proyecto y los beneficios que podéis conseguir como mecenas en el siguiente enlace de la web de Verkami. Sólo quedan 7 días para la finalización de la campaña de recogida de fondos y cada aportación es importante, por lo que os animo encarecidamente a que echéis un vistazo.

Por último, me gustaría decir unas pocas palabras. Como todos sabéis muy bien, estos no son buenos tiempos económicos. Las grandes editoriales no arriesgan, las pequeñas sobreviven como pueden, los autores luchan por mantenerse a flote y la mayoría de los aficionados hemos visto muy mermada nuestra capacidad de gasto. Pero si nuestra comunidad no se vuelca en apoyar y sacar adelante como buenamente pueda este tipo de proyectos, nunca lograremos que las editoriales tengan en cuenta al mundo hispanohablante a la hora de traducir y vender muchos libros-juego, novelas y juegos de rol en general que SÍ están disponibles actualmente en el mercado anglosajón o en el francés, por ejemplo. La decisión, como siempre, dependerá de nosotros y el resultado nos afectará a todos.

martes, 18 de marzo de 2014

BC 8: EL HEREJE


"Era necesario un cambio de estrategia. Los guardianes demoníacos y la preocupante escasez energética de nuestras servoarmaduras sugerían que cualquier ataque directo contra el Templo de las Mentiras estaría condenado casi con seguridad al fracaso, incluso si ese asalto estaba protagonizado por dos Astartes.
Así pues, regresamos por el camino por el que habíamos venido con la intención de pasar la noche en Cuerpo Putrefacto y, con un poco de suerte, buscar algún espíritu máquina que nos permitiese recargar las reservas energéticas de nuestras servoarmaduras. Lambo fantaseaba con la idea de hacernos fuertes en el asentamiento, resistir cualquier asalto del Templo Mentiroso y embarcarnos en la primera lanzadera que aterrizase en el espaciopuerto para salir cuanto antes de aquel planeta marchito.
Confieso que, a falta de un plan mejor, la idea me pareció muy tentadora. No deseaba entrar en el Templo de las Mentiras, ya que había percibido que el velo invisible que separa las mareas y corrientes de la disformidad de nuestro universo físico era extraordinariamente débil en el lugar donde estaba ubicado el templo.
Así pues, deshicimos el camino tan rápido como pudimos, preparados para repeler cualquier emboscada de los Querubines deformes. Afortunadamente para ellos, no encontramos ni rastro de esas desagradables criaturas pero, para cuando regresamos a Cuerpo Putrefacto, nuestras armaduras únicamente disponían de menos del 10% de su capacidad energética. Sin perder más tiempo, nos dirigimos directamente a la barcaza pesada de Theon mientras ignorábamos las miradas asustadas de los habitantes del asentamiento."

-.-

Lambo fue el primero en entrar por la apertura apartando a un lado la tosca chapa metálica que hacía las veces de puerta. Dos quemadores encendidos iluminaban la estancia. El interior consistía en un pequeño espacio abierto, con tres sucias mesas de metal dispersas y ocho jóvenes lugareños de semblante suspicaz y ropas raídas que estaban sentados alrededor de una de las mesas. Pero el elemento más sorprendente de todos era un Astartes sentado sobre un trozo rectangular de chatarra que debía hacer las veces de barra de bar en ese garito. El marine espacial no tenía puesta ninguna servoarmadura y sus únicas vestimentas eran unas túnicas amplias y descoloridas. En una mano sostenía un libro de aspecto envejecido y páginas desgastadas, en la otra un pequeño barril de licor local.

-Bienvenidos-, los recibió el Astartes con una cálida sonrisa en su cara pálida, mientras dejaba su bebida sobre la mesa. Aunque hablaba el gótico terrano, las palabras y los acentos parecían muy distintos al que habían escuchado pronunciar a Elika la Vidente. -Os estaba esperando.

-¿Ah, sí?-, preguntó Nodius. -¿Y cómo es eso?

-El demagogo me dijo que llegarían más invitados para pasar la noche en esta barcaza-, le respondió el extraño sin mostrar ninguna acritud ni agresividad cuando su educada bienvenida no fue correspondida. -Mi nombre es Karakos. ¿Puedo conocer los vuestros?

-Lambo y Nodius-, respondió el primero mirando de reojo a los lugareños que, pese a que rehuyeron su mirada, debían estar escuchando con gran atención todo lo que decían.

-Deberíamos hablar en un lugar más privado-, dijo Nodius, leyéndole el pensamiento a su compañero.

-Ese joven de ahí es nuestro anfitrión-, dijo Karakos señalando a un hombre asustado de apenas veinte años que estaba en la mesa. -Se llama Theon y ha dispuesto toda la planta superior para nuestro alojamiento. Podemos ir allí, si lo preferís.

-Excelente idea-, se apresuró a responder Nodius. -Subamos.

Karakos les guió hasta un tramo de escaleras que tenía un aspecto rudimentario, sin duda alguna un añadido realizado después de que el transporte se hubiese estrellado en la superficie de Kymerus, y los tres subieron por ellas sin sufrir más trastorno que el ocasional quejido de los peldaños bajo el peso de sus servoarmaduras. La planta superior consistía en otro espacio abierto, iluminado por un débil lumen que colgaba del techo, estaba libre de muebles salvo seis colchones tirados en el suelo y carecía de cualquier tipo de decoración que personalizase el alojamiento. Sin embargo, había unos elementos claramente llamativos apoyados en una de las esquinas: una servoarmadura azulada, un modelo claramente superior al suyo propio que no habían visto hasta ahora, una espada envainada y una pistola bólter.

Karakos dejó cuidadosamente el libro sobre uno de los colchones y se encaró hacia ellos con sus ojos castaños llenos de seriedad. Tenía una cara pálida y alargada, cejas oscuras y un pelo oscuro y corto. Para los criterios Astartes, tenía una estatura mediana, aunque Lambo le seguía sacando una cabeza entera de alto, y su cuerpo parecía tan fibroso y resistente como el de cualquier marine espacial.

-No reconozco los emblemas tu servoarmadura. ¿A qué Legión perteneces?-, le preguntó Nodius después de cerrar la única puerta.

-¿Legión?-, preguntó a su vez Karakos con curiosidad. -No pertenezco a ninguna "Legión". Antes formaba parte de los Cráneos Plateados. Ahora recorro mi propio camino libre de ataduras.

-Nunca había oído hablar de ellos.

-Son bien conocidos, te lo aseguro.

-Luego volveremos a hablar sobre eso, ¿puedes decirnos cuánto tiempo has estado en Kymerus?

-Apenas seis horas estándar. ¿Y vosotros?

-Unas dos horas-, respondió Lambo todavía suspicaz, -aunque hemos visto más que suficiente.

-Lo entiendo. Parece un planeta pobre y sin ninguna importancia estratégica.

-Pero tú estás aquí...

-En efecto. Recibí una invitación muy intrigante del Oráculo Mentiroso. ¿Vosotros también,verdad?

-La recibimos, pero no acudiremos a esa reunión.

-¿Por qué?-, quiso saber Karakos claramente sorprendido por sus palabras.

-Porque no confiamos en las intenciones del Oráculo Mentiroso-, intervino Nodius sombrío. -¿Cómo llegaste al planeta?

-Mi guía, un sirviente del templo llamado llamado Onaeus el Extraño, nos consiguió pasaje en las bodegas de un navío pirata llamado El Rastro de Sangre y nos trajo al espaciopuerto esta mañana.

-¿Y después?

-Después él regresó al Templo de las Mentiras. Yo, por mi parte, me quedé en esta barcaza, esperando y leyendo en compañía de los rufianes que visteis abajo. ¿Me diréis ahora cuál es la razón de este burdo interrogatorio?

La pregunta resonó afable pero estaba cargada de tensión. Lambo y Nodius se miraron entre sí, dudando acerca de si podían confiar o no en Karakos. El Astartes no parecía esconder intenciones hostiles hacia ellos, aunque eso no quería decir nada por ahora. Sin embargo, unos fuertes ruidos en las escaleras evitaron el hecho de que tuviesen que responder. Los tres Astartes se tensaron cuando los oyeron. Parecían los típicos chirridos de una servoarmadura energética y, fuera quien fuese el recién llegado, estaba subiendo por las escaleras. Al igual que hizo Nodius, Lambo empuñó inmediatamente su pistola bólter, apuntando directamente hacia la única puerta de la sala. Karakos simplemente permaneció muy quieto donde estaba, sin hacer ademán siquiera de intentar coger sus armas.

En ese momento, los pesados pasos se detuvieron frente a su puerta y pasaron unos segundos antes de que la figura acorazada que había al otro lado se decidiese abrirla. Pese a todos los sufrimientos que habían padecido desde su heroico combate en Osul, el severo entrenamiento Astartes de Lambo y Nodius evitó que sus dedos apretasen los gatillos de sus armas para abrir fuego, incluso cuando comprobaron que el recién llegado lucía el color negro metalizado de los Ángeles Oscuros o que estaba armado con un enorme martillo energético que sostenía con ambas manos. El recién llegado no llevaba puesto el yelmo, sino que lo mantenía sujeto magnéticamente en su servoarmadura. Nodius bajó su arma inmediatamente cuando contempló el rostro descubierto.

-.-

"La aparición de Mordekay fue un milagro extraordinario, dado que Lambo y yo nos habíamos hecho inconscientemente a la idea de que habría muerto en el fuerte bombardeo que sufrimos en Osul o que no habría sobrevivido a las terribles corrientes de la Disformidad. En términos más egoístas, he de reconocer que su presencia incrementaba nuestra capacidad operativa en este mundo extraño lejos de todo lo que nos era conocido.
El último sargento de la Escuadra Laquesis bloqueó con su cuerpo blindado la única salida de la habitación y nos pidió en calibanita un informe de la situación sin perder de vista al indefenso Karakos, que ahora estaba encerrado con tres Ángeles Oscuros equipados con sus servoarmaduras y armas de combate. Dicho fuera en su honor, el Astartes permaneció estoicamente en silencio.
Después de que le hubiésemos explicado todo lo que había pasado desde que habíamos perdido el contacto, Mordekay nos contó su parte de la historia. Dijo que había aparecido en un yermo rocoso, donde se encontró con un tembloroso hombre errante que lo estaba buscando desde hacía muchas horas. Su nombre era Tristam Denieri. El hombrecillo también le había entregado una invitación del Oráculo Mentiroso y le había guiado en una larga caminata de varias horas hasta Cuerpo Putrefacto, donde finalmente le había suplicado que se alojara en la conocida barcaza de Theon hasta el día siguiente. Demasiado conmocionado por los hechos de los que había sido testigo en el Inmaterium, Mordekay hacía aceptado mientras trataba de serenarse en las afueras del asentamiento."

-.-

-¿Podemos confiar en él?-, preguntó, refiriéndose claramente a Karakos.

-No parece hostil-, respondió pragmáticamente Lambo.

-Te pido disculpas por la brusquedad de nuestro comportamiento-, se excusó el sargento usando el gótico terrano para comunicarse con el otro Astartes. -Hemos sufrido la traición de nuestros supuestos hermanos y defendido nuestro hogar contra toda esperanza. Todo es demasiado fresco, demasiado reciente... Mi nombre es Mordekay-, dijo finalmente mientras le ofrecía su mano blindada.

-Parece que tenéis una historia interesante que contar-, respondió él estrechándosela sin mostrar miedo alguno.

-Responderemos a todas tus preguntas, cuando nos ayudes a entender mejor nuestra situación actual. ¿Te  parece justo, Karakos?

-De acuerdo-, consintió él.

-Nos ayudaría saber a qué Legión perteneces. No reconozco ni el color ni las insignias de tu servoarmadura.

-Ya se lo he dicho a ellos. No pertenezco a ninguna Legión, pero formaba... esperad un momento, ¿a qué Legión pertenecéis vosotros?

-Estábamos en la I Legión, los Ángeles Oscuros.

Karakos asintió pensativo, aunque no pudo ocultar el creciente gesto de sorpresa que acudió de inmediato a su rostro. Algo en aquella mirada maravillada disgustó a Nodius, que decidió permanecer callado por el momento.

-Entonces hay algo que debéis saber ahora mismo-, empezó a decir Karakos. -Las Legiones fueron disueltas después de la Herejía de Horus y reorganizadas en Capítulos siguiendo las pautas establecidas por el Codex Astartes. De eso hace ya diez mil años...

-¡Diez mil años!-, exclamó Lambo. -No puede ser.

-Es posible-, insistió Karakos. -Sabemos que los viajes espaciales a través de la Disformidad no son completamente seguros. A veces ocurren distorsiones temporales, retrasos de meses o incluso años. Hay leyendas de navíos espaciales que llegan a su destino siglos después de haber iniciado su viaje, sin que sus tripulantes y pasajeros hayan envejecido más que unos pocos meses. ¿Por qué no iba a ser ese vuestro caso?

-Puede tener razón-, intervino Nodius a su pesar. -Ya hemos visto lo que puede hacer la Disformidad...

-¿Y qué ha pasado durante todos estos milenios?-, le urgió Mordekay apoyando su mano sobre el hombro de Karakos.

-Si las leyendas son ciertas, el Emperador asaltó El Espíritu Vengativo, la nave insignia de Horus, con sus seguidores de mayor confianza durante el asedio de Terra. Los combates allí debieron ser muy cruentos, ya que perecieron grandes héroes de ambos bandos, incluyendo a Sanguinius o al propio Horus. Luego los mitos son confusos. Se dice que el Emperador, moribundo a causa de las heridas, fue recluido en el Trono Dorado para preservar su vida y que desde entonces guía a los Altos Señores de Terra para proteger el Imperio de la Humanidad de sus numerosos enemigos.

-¿El Imperio sigue existiendo?-, preguntó con Lambo a través de su yelmo. Ni siquiera la voz distorsionada por los altavoces pudo ocultar el odio casi físico que escupieron sus palabras.

-Sí, sigue existiendo. Ha superado varias guerras civiles y logrado sobrevivir hasta la fecha gracias al sacrificio y la ignorancia de sus gentes. Incluso se ha llegado al extremo de adorar al Emperador como el único dios de la humanidad.

-¿El Emperador un dios?-, murmuró Mordekay divertido. -¡Qué ironía! Él siempre trató de evitar en vida que se lo considerase de esa forma... ¿Y qué hay de Lion El'Johnson y los Ángeles Oscuros de la I Legión?

-Creo que nunca se volvió a hablar en público de Lion El'Johnson después de la Herejía de Horus. En cuanto a la I Legión, se disolvió como el resto. Se formó el Capítulo de los Ángeles Oscuros y otros sucesores de los que no recuerdo sus nombres. Tienen buena reputación como soldados del Imperio, pero dicen que no se relacionan demasiado bien con nadie que no pertenezca sus respectivos Capítulos.

-¿Y qué hay de Caliban?-, quiso saber Lambo mientras apretaba los puños de sus guanteletes.

-No lo sé-, reconoció Karakos. -¿Quién es Caliban?

-Es nuestro planeta, el mundo donde fue descubierto Lion El'Jonhnson. La base planetaria de la I Legión.

-Los Ángeles Oscuros son un Capitulo errante-, le explicó despacio Karakos. -No tienen un mundo natal propio. Por lo que sé, su flota sigue unas rutas determinadas, captando nuevos reclutas y aprovisionándose de suministros en algunos planetas que se encuentran a su paso, pero eso es todo.

-Tal vez su nombre haya cambiado con el paso de los milenios-, aventuró Nodius.

-Es posible-, reconoció Mordekay iracundo, -pero tenemos que prepararnos para lo peor.

-¿Qué quieres decir?

-Siempre hubo rumores de que Lion era extremadamente vengativo. ¡Recordad el exilio de Luther y los otros caballeros que habían servido fielmente a sus órdenes en la cruzada contra las Grandes Bestias! Creo que tenemos que prepararnos para la posibilidad de que haya destruido nuestro planeta y exterminado a todos sus habitantes.

-Lo pagarán-, murmuró Lambo incrementando el volumen de su voz paulatinamente. -Si fue un exterminio lo pagarán todos ellos. ¡Lo juro!

-Tranquilízate, hermano-, le aconsejó Nodius con suma frialdad. -No hay forma de que podamos averiguarlo con certeza y tus juramentos quedarían en vano.

-Puede que exista un medio a vuestra disposición-, intervino Karakos con cautela. -Onaeus el Extraño me aseguró que las bibliotecas del Templo de las Mentiras no tenían igual fuera de las fronteras del Imperio. Tal vez podáis averiguar la verdad que buscáis en sus tomos.

-¿Averiguar una verdad en un templo de mentiras?-, dijo Nodius despectivamente. -Te diré una cosa. Elika la Vidente no dudó en intentar engañarnos a Lambo y a mí diciéndonos que el Imperio había sido destruido. Nos mintió sin motivo. No creo que sus libros deban merecernos más confianza.

-Aun así Karakos tiene razón-, intervino Mordekay intentando serenarse. -Lo siento Nodius, pero no podemos dejar pasar esta oportunidad. Aceptaremos la invitación del Oráculo Mentiroso.

-Estoy de acuerdo-, le respaldó Lambo.

-Asunto zanjado, entonces- asintió Nodius con evidente pesimismo. -Volvamos al principio. ¿A qué... Capítulo Astartes pertenecías, Karakos?

-A los Cráneo Plateados, herederos de los Ultramarines. Nuestras servoarmaduras son aceradas, con las hombreras y el peto de color negro y el caso de color plateado. El emblema del capítulo es, por supuesto, el cráneo plateado.

-Pero la tuya es azul-, observó Mordekay.

-Es una regla del Codex Astartes. Las servoarmaduras de todos los Bibliotecarios siempre deben lucir el color azul con bordes dorados y amarillos. La hombrera izquierda muestra el cráneo del capítulo y la derecha mi rango como Lexicanum.

-¿Qué modelo de servoarmadura es?-, quiso saber Lambo olvidándose por un momento de la furia que sentía contra los leales al Imperio. -No se parece a ninguno de los que conocemos.

-Creo que el Adeptus Mechanicus no la fabricaba en vuestra época. Es una servoarmadura Mark VII, también llamada "Aquila"... pero está diseñada para que sólo funcione conmigo, al igual que la espada psíquica y la pistola bólter-, añadió finalmente.

-¿Ah, sí?-, preguntó Mordekay con un pequeño suspiro. -¡Lástima! Hubiese sido interesante probar tu servoarmadura para comprobar el grado de mejora respecto a los modelos que conocemos.

Karakos asintió, ocultando el alivio que sentía en esos momentos. Afortunadamente, su pequeño engaño había pasado completamente desapercibido. No quería quedarse sin sus pertenencias ni tampoco enfrentarse a sus nuevos... compañeros. Había arriesgado mucho por llegar hasta donde estaba ahora mismo y no quería echarlo todo a perder por un arrebato codicioso de estos Ángeles Oscuros que acababa de conocer.

-Has dicho que eres un Bibliotecario. ¿Es que el Imperio ha anulado el Decreto de Nikaea que disolvía los Librariums en las Legiones Astartes?

-Así es-, respondió Karakos con una humildad innecesaria entre ellos. -Soy un Bibliotecario, un psíquico de combate.

-¿Y por qué has venido a Kymerus?-, preguntó Mordekay sin ocultar ya su curiosidad.

-Es una larga historia. Los Cráneos Plateados me reclutaron en los Yermos de Ceniza del planeta Garlanda II después de una feroz batalla entre dos tribus en la que despertaron mis poderes. Después de superar las pruebas de ingreso, sobreviví a la implantación genética y pasé las duras ordalías del Librarium. Como os podréis imaginar a estas alturas, fui un soldado leal al Imperio. Podía recitar de memoria cada línea del Codex Astartes, adoraba al Emperador como el único dios protector de la humanidad y estaba dispuesto a dar mi vida por el Imperio en cuanto lo ordenasen mis superiores sin tan siquiera cuestionármelo.

La voz de Karakos fue perdiendo intensidad mientras los recuerdos acudían con viveza a su memoria. Mordekay creyó percibir un deje de amargura en la historia, una sentimiento demasiado familiar para él. Asintió con simpatía y animó en silencio a Karakos para que siguiera hablando.

-Los Cráneos Plateados patrullan la Grieta Gilgar desde hace siglos, protegiendo a las naves mercantes de los piratas y los adoradores del Caos. Mi primera misión militar fue participar en el abordaje de la Negrura del Vacío, un crucero de clase Masacre. Mis compañeros de armas y yo eliminamos a la tripulación enemiga y nos hicimos con el control de todo el navío, pero durante la lucha encontré un libro entre los cadáveres de los herejes. Estaba abierto, invitándome a leer las palabras escritas con sangre que escondían sus páginas y esas palabras se me quedaron grabadas a fuego en el interior de mi alma: "Rogamos que nos hagan caso aquellos que no lo harían, para que puedan volver los ojos a nuestra manera de ver y regalarnos el don del dolor, para tintar la galaxia del color rojo de la sangre y saciar el hambre de los dioses".

-¿Qué libro era?-, quiso saber Nodius.

-En ese momento no lo sabía. No tenía ningún titulo en la cubierta que ayudase a identificarlo, pero más tarde descubrí que me había apoderado de una copia incompleta del Libro de Lorgar.

-¿Lorgar? ¿El Primarca de la Legión de los Portadores de la Palabra?

-Sí. Fue uno de los Primarcas que renegaron del Emperador y se unieron al bando rebelde de Horus hace diez mil años. Escribió un libro donde figuran sus reflexiones, visiones y epístolas. Copias bastardas de ese libro han circulado clandestinamente entre algunos cultos y sectas prohibidas desde entonces a lo largo de todo el Imperio.

-Así que te llevaste el libro...-, murmuró Mordekay con incredulidad.

-No pude evitarlo. Lo escondí y lo leí en secreto durante muchos años, empapándome de sus enseñanzas más profundas. También hice una docena de copias transcritas en placas de datos que dejé escondidas en varios navíos de los Cráneos Plateados y luego huí en un navío mercante independiente tras comprar la buena voluntad de su capitán sancionado prometiéndole mis servicios como mercenario, guardaespaldas y psíquico personal durante un año estándar. No había pasado la mitad de ese plazo cuando lo convencí con engaños para que me transportase a la región de tormentas disformes conocida como el Vórtice de los Gritos.

-Elika la Vidente nos dijo que Kymerus estaba dentro del Vórtice-, asintió Lambo atrapado también por la singular historia.

-Puedo aseguraros que la terrible naturaleza de este lugar se ha ganado merecidamente ese nombre entre las Casas de Navegantes. Cuando nos acercamos, me sentí abrumado por el coro de gritos y aullidos de millones de almas torturadas. Mi mente se derrumbó ante la acometida de semejante herida psíquica en el Inmaterium y perdí la consciencia. Más tarde, cuando me recuperé tiempo después, me hallaba en un asteroide habitado por piratas y herejes. Allí fue donde me encontró Onaeus el Extraño, donde me entregó la invitación del Oráculo Mentiroso.

-Pero ¿por qué abandonaste a los Cráneos Plateados?-, preguntó Mordekay sin terminar de comprender del todo la raíz de las motivaciones de Karakos. -¿Por qué traicionaste al Imperio?

-Porque me mintieron. Me traicionaron de la peor forma posible. Me obligaron a adorar al Emperador como si fuese un dios, cuando en realidad sólo era un psíquico extremadamente poderoso con una ambición inconmensurable. Me hicieron creer que Él protegería mi alma de la Disformidad cuando mi cuerpo muriese a su servicio, sabiendo que Él no podría salvarme. ¡Y no solo a mí! ¡Están haciendo lo mismo a los innumerables billones de habitantes del Imperio de la Humanidad! No podía seguir permaneciendo impasible ante la magnitud de sus crímenes.

viernes, 14 de marzo de 2014

BC 7: KYMERUS


"La lanzadera estaba en un estado decrépito y descuidado, como si hubiese pasado mucho tiempo desde la última vez que había recibido adecuadamente los ritos de reparación, pero cumplió con creces su misión transportándonos de Elorum a Kymerus en apenas treinta minutos. En ningún momento tuvimos contacto alguno con sus pilotos, que permanecieron encerrados en la cabina de pilotaje durante todo el tiempo de vuelo. Demostraron ser unos auténticos estúpidos al pensar que una puerta cerrada podría protegerles si provocaban la furia de un Astartes.
Durante nuestro breve viaje, Lambo y yo continuamos interrogando a Elika la Vidente para confirmar la historia que nos había contado y, pese a que no cogimos a la mujer en ninguna contradicción evidente, pudimos averiguar otros detalles relevantes, como que el Oráculo de las Mentiras era una figura muy influyente en el Vórtice de los Gritos o que muchos señores de la guerra y grandes piratas le proporcionaban todo tipo de favores a cambio de contar con su beneplácito. Sin embargo, a pesar de mi creciente escepticismo, ella seguía insistiendo inútilmente en que su amo nos había conferido un gran honor al invitarnos a visitar el Templo de las Mentiras."

-.-

Cuando disminuyó el rugido de los motores y descendió la trampilla de carga y descarga, los dos Astartes salieron para asegurar el perímetro, pero sus precauciones parecieron innecesarias tras comprobar que no había nadie esperándoles en el hangar vacío y mugriento en el que había aterrizado la lanzadera. Ningún técnico u operario que tuviese que atender las necesidades de la lanzadera corrió a recibirles. Ningún guardia que custodiase el hangar excavado en la fachada del barranco les dio el alto. No había nadie allí. Nadie. De hecho, la débil luz proporcionada por dos lúmenes en las paredes apenas era suficiente para iluminar adecuadamente el lugar, lleno de tuberías oxidadas y manchas de aceite sobre las sucias placas metálicas del suelo.

Elika la Vidente salió de la lanzadera con la mayor dignidad que pudo reunir, cubriéndose el rostro con la capucha de su túnica de cuero. En silencio, les hizo un gesto hacia la puerta y comenzó a caminar hacia allí. Lambo y Nodius la siguieron reluctantes. Al otro lado de la puerta sólo había un oscuro pasillo sin iluminar y, más allá, las instalaciones habituales de un pequeño espaciopuerto. Los dos Astartes obligaron a la mujer a que les mostrase el resto del edificio antes de salir al exterior. Aunque encontraron algunas personas realizando vagos ritos de reparación que nunca hubieran sido autorizados por los tecnosacerdotes del Adeptus Mechanicus, la mayor parte del edificio parecía hallarse en un estado cercano a la ruina total. Cortes de energía, paneles oxidados, espíritus máquina dañados y en general toda clase de basura de basura y chatarra ofrecían un fiel testimonio del abandono de las instalaciones. Había dos hangares más, todos ellos vacíos y con aspecto de llevar así mucho más tiempo del que pudiesen imaginar.

-Si tu amo es una figura tan importante, ¿por qué permite que el espaciopuerto esté en unas condiciones tan miserables?-, quiso saber Nodius.

-El espaciopuerto no es suyo, mi señor-, respondió ella. -Pertenece a los habitantes de Cuerpo Putrefacto, la única ciudad de Kymerus. Es cierto que sus gentes tienen escasos recursos para su mantenimiento, pero hacen lo que pueden con lo poco que tienen.

Los dos Astartes se percataron fácilmente de que el puñado de hombres y mujeres que vieron en las instalaciones del espaciopuerto estaban armados con armas rudimentarias como grandes llaves inglesas, martillos, barras metálicas con clavos y cuchillos oxidados. También descubrieron que esas personas, asustadas por su imponente y amenazadora presencia, se esforzaban por concentrarse en sus tareas de mantenimiento o apartarse de su camino tan rápido como podían.

Una vez que lo hubieron inspeccionado todo, permitieron que Elika les guiase hasta los portones de la salida. Sin embargo, la visión del exterior no mejoró respecto a lo que habían encontrado en el espaciopuerto. La pálida luz anaranjada del sol reveló un paisaje seco y desolador, interrumpido por pequeñas colinas rocosas y los restos de antiguas naves espaciales reconvertidos en viviendas para alojar a los aproximadamente doscientos o trescientos habitantes que debía tener el asentamiento.

-Bienvenidos a Cuerpo Putrefacto, grandes guerreros-, les anunció Elika. -Mi señor ha dispuesto unos alojamientos apropiados para vuestro tamaño en las ruinas de aquella barcaza elevadora-, dijo mientras señalaba en dirección a las ruinas de gigantesca nave de carga industrial. -Su propietario, un joven llamado Theon, tiene órdenes de atender todas vuestras necesidades. Yo debo adelantarme...

Antes de que pudiese continuar, escucharon un enorme rugido a sus espaldas. Tanto Lambo como Nodius se dieron la vuelta sabiendo de antemano lo que iban a ver. Tal y como temían, la lanzadera en la que habían venido estaba elevándose hacia el cielo anaranjado. Habían perdido su única forma de escapar del planeta. Estaban atrapados en Kymerus.

-¡Haz que vuelva!-, rugió Lambo a través de los altavoces de su yelmo mientras cogía a Elika del cuello, elevándola con facilidad del suelo. -¡Ahora!

-No puedo...No es... no es... de aquí... Son pi... ra... tas...

Lambo la soltó al darse cuenta de que estaba apretando demasiado fuerte. Elika cayó torpemente al suelo, tosiendo y tocándose la garganta. Nodius, por su parte, no intervino en ningún momento, sino que se dedicó a contemplar las ruinas que formaban Cuerpo Putrefacto y luego la colina en la que estaba excavado el espaciopuerto. "Ciertamente, la ciudad se merece este nombre", pensó con frialdad.

-¿Cuándo volverán?-, preguntó Lambo recuperando la compostura.

-No lo sé-, respondió ella con una grave ronquera. -Vienen y van a su antojo. Regresarán cuando quieran volver a comerciar. Sólo colaboraron para traeros a Kymerus porque mi amo se lo ordenó.

-Un transporte de ese tamaño no puede alejarse mucho sin una nave espacial. ¿Dónde está?

-Supongo que está en órbita, poderoso guerrero, pero... ya habrán terminado todos sus asuntos aquí, de modo que lo más probable es que se marchen a destinos más rentables para ellos.

-Antes nos dijiste que tu amo recibía visitas-, intervino Nodius tranquilo. -¿Cada cuánto vienen?

-Cuando mi amo los invita.

-¿Y no hay forma de saber cuándo volverá otro transporte, ni siquiera para comerciar?

-No hay forma de saberlo con seguridad, mis señores. Podrían pasar semanas, incluso meses, hasta que Kymerus vuelva a tener visitantes, pero lo cierto es que volverán. Siempre regresan tarde o temprano.

Los tres permanecieron callados durante unos minutos. Los planes de los dos Astartes se habían desmoronado por completo y el resto de sus posibilidades eran muy limitadas: seguirle el juego al Oráculo Mentiroso o jugar según sus propias reglas. Lambo no tardó mucho tiempo en decidirse.

-Llévanos con tu amo ahora.

-Nada me gustaría más, pero no puedo hacer eso. Como intentaba deciros antes, debo adelantarme para anunciar vuestra llegada. Vosotros debéis descansar en la barcaza de Theon y mañana el Templo enviará un transporte para llevaros allí.

-¿Un transporte?-, preguntó Nodius sorprendido. -¿A cuánta distancia está el templo de esta... esta ciudad?

-A una hora caminando en dirección oeste, mi señor, aunque el terreno es irregular y está lleno de pendientes, barrancos y recodos.

- No pienso esperar a mañana para ver a tu amo, Elika. Iremos ahora mismo.

-Pero los preparativos...

-Muy bien-, la cortó Lambo con sarcasmo. -Vete a avisar a tu amo.

A pesar de sus dudas, la mujer hizo una atemorizada reverencia y se alejó caminando lentamente. Después, cuando estuvo a unos veinte metros de distancia de ellos, aligeró el pasó. Lambo y Nodius se miraron durante unos segundos en completo silencio, tras lo cual comenzaron a seguirla sin hacer ademán alguno de esconderse o disimular, ya que eran bien conscientes de que los constantes ruidos producidos por sus servoarmaduras energéticas delatarían igualmente su presencia.

-.-

Llevaban caminando diez minutos aproximadamente y sólo habían cubierto una parte muy pequeña de la distancia que debían recorrer. No obstante, los cortos pasos de Elika los habían ralentizado más de lo necesario, pero, como no querían perderla de vista por si les había intentado engañar, muy a su pesar tuvieron que mantener. Al menos en dos ocasiones, Elika se volvió para comprobar si estaban ahí y luego retomó la marcha intentando ocultar cualquier emoción en las sombras más profundas de su rostro encapuchado.

No siguieron ningún camino establecido, aunque encontraron numerosas marcas de uno o más vehículos de orugas en el suelo polvoriento, lo que parecía indicar que estaban siguiendo la dirección correcta. El terreno se fue volviendo más escarpado, con pequeñas colinas y barrancos áridos de colores pardos, naranjas y amarillos que no mostraban más vegetación que unas pocas malas hierbas creciendo con dificultades en el cadáver podrido de algún pequeño animal salvaje nativo del planeta. Muy pronto también pudieron comprobar que, al igual que en el caso de Elorum, los niveles de humedad de Kymerus eran exageradamente bajos.

Los dos Astartes avanzaron en silencio, vigilando el escarpado relieve a la búsqueda de cualquier indicio de enemigos escondidos entre los peñascos. Por sus experiencias previas durante la instrucción, ambos tenían bien presente que aquel camino era perfecto para una emboscada bien organizada. Sin embargo, a pesar de sus precauciones, no divisaron a ningún francotirador agazapado en las rocas, ni otros tiradores ocultos, por lo que continuaron siguiendo Elika a una distancia de menos de diez metros.

El "camino" se estrechó entonces todavía más en una nueva pendiente, hasta el punto de obligarles a subir de uno en uno, a una distancia de cinco o seis metros entre sí. Nodius, que cerraba la marcha del grupo, optó entonces por volverse con frecuencia y a intervalos irregulares para vigilar la retaguardia. Sus precauciones parecían infundadas, pero aun así permaneció alerta.

Casi habían llegado a la cima de la pendiente cuando un pequeño zumbido de alas, hizo que Lambo alzase la cabeza justo a tiempo para ver una pequeña figura ocultándose entre las rocas que tenían a su izquierda. No llegó más que a intuir su forma alada de vientre abultado, pero eso fue suficiente para darse cuenta del peligro. Reaccionó inmediatamente corriendo hacia Elika para protegerla o retener a su guía si aquella criatura salvaje se decidía a atacarles mientras desenfundaba su pistola bólter. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de su error de cálculo, ya que una treintena de esos seres se alzaron desde sus escondites en lo alto del peñasco para caer sobre ellos planeando sobre sus alas membranosas y cubiertas de escamas donde su pellejo carnoso parecía más duro.

Su pistola bólter descargó una pequeña ráfaga de tres proyectiles, que abatieron a dos de esas cosas, haciéndolas estallar en el aire como si fueran bombas vivientes de cartílago y sangre. Nodius alzó ambas manos e invocó sus energías psíquicas, creando una llamarada ardiente entre sus dedos blindados. Elika se echó al suelo aterrada, gritando de puro pánico. Casi al mismo tiempo, el enjambre de criaturas cayó vorazmente finalmente sobre ellos. Sus pequeñas garras y colmillos arañaron las superficies blindadas de sus servoarmaduras sin lograr atravesar las placas defensivas. Elika no tuvo tanta suerte y sus manos desarmadas pronto estuvieron cubiertas de sangre cuando intentaron espantar inútilmente a aquellos seres.

Mientras Lambo cogía su gladius con la mano izquierda a la velocidad del rayo, Nodius liberó las llamas psíquicas que había invocado. El fuego, libre de sus ataduras, bañó a las criaturas con su toque ardiente, quemando con facilidad alas, carne y metal. Cuatro cadáveres carbonizados cayeron pesadamente sobre la superficie rocosa. Dos más les siguieron cuando Lambo comenzó a asestar tajos y cortes con su espada. Aquella carnicería debería haber espantado a una manada "normal" de criaturas salvajes, pero esos seres continuaron atacando con toda la ferocidad que pudieron reunir. Una docena de ellos se arremolinó inútilmente alrededor de los Astartes, mordiendo y arañando. Otros intentaron aferrarse a Elika, pero sólo lograron destrozar su túnica de cuero con sus garras.

Riéndose como un demente dentro de su servoarmadura, Lambo atacó a las cuatro criaturas que asaltaban a Erika. Tres de ellas quedaron horriblemente destrozadas por los tajos implacables de su gladius. A su lado, Nodius volvió a recurrir a sus poderes pirománticos utilizando las llamas que todavía ardían sobre algunos cadáveres. Sus poderes avivaron los fuegos convirtiéndolos en pequeñas columnas ígneas, que provocaron que cuatro seres más acabasen convertidos en ascuas humeantes. 

Los seres alados intentaron huir en ese momento, soltándolos de pronto y alzándose en el aire. Lambo alzó la pistola bólter que empuñaba en la mano diestra y disparó una nueva ráfaga de tres proyectiles, derribando a dos más. Fuera del alcance de sus poderes psíquicos, Nodius se vio obligado a hacer lo mismo. Sin tiempo para apuntar, disparó una ráfaga directamente contra el enjambre en fuga. Sus disparos acertaron a una criatura más antes de que el resto llegasen a la seguridad de las rocas en las que se habían ocultado previamente.

Sospechando que las criaturas habían aprendido la lección, bajó la mirada para contemplar uno de los cadáveres que había matado Lambo con su gladius. Parecía ser una pequeña amalgama caótica de carne y metal, que recordaba vagamente a una figura humanoide con cabeza calva, el cuerpo hinchado, alas membranosas y un par de brazos y piernas regordetas. Algunos de ellos tenían incluso más de dos brazos o mostraban escamas de colores brillantes en la piel de su cuerpo.


Nodius supo que le resultaban muy familiares. "¡Son Querubines!", descubrió con gran asombro. Los Querubines eran constructos fabricados por los tecnosacerdotes, servidores de carne y metal que recordaban a niños alados. No obstante, alguien... o algo había retorcido sus cuerpos hasta hacerlos prácticamente irreconocibles. Tuvo una intuición, quizás un recuerdo borroso de algo que había visto en el pasado. Cerró los ojos y concentró su mente para percibir el toque de la disformidad. Sin embargo, la turbación que sentía en esos momentos le impidió confirmar si sus sospechas eran ciertas.

Entretanto, Lambo observó a Elika. A pesar de la sangre que teñía sus brazos y sus manos, parecía no haber sufrido ninguna herida grave. "Necesitará que la atienda un apotecario, pero sólo le quedarán unas cicatrices inofensivas", pensó para sí. Ella rechazó la mano que le ofreció, se puso en pie y miró hacia las rocas con el rostro todavía desencajado por el pánico.

-Si no te hubiésemos seguido, te habrían matado-, afirmó él sin dudar.

-Tienes razón-, murmuró ella sintiendo un escalofrío. -Os debo mi vida y estoy dispuesta a pagar esa deuda ahora mismo. No vayáis hoy al Templo de las Mentiras. Si Renkard Copax descubre que os encontráis ante su puerta antes de que se hayan hecho los preparativos para vuestra reunión, os matará sin dudarlo. No subestiméis su poder.

-Tú subestimas el nuestro y acabas de contemplar con tus propios ojos lo que podemos hacer a los que se cruzan en nuestro camino. Tu amo no me da ningún miedo.

-Aun así, hacedme caso-, le suplicó ella. -Esperad a mañana para hablar con él y salvaréis no sólo vuestras vidas sino también vuestras mismas almas.

-Está bien-, concedió Lambo sorprendido por la persuasión de la mujer. "Si me está mintiendo, tiene un talento insuperable", reconoció para sí. -Esperaremos a mañana, pero te acompañaremos de todas formas hasta las cercanías del Templo de las Mentiras para asegurarnos al menos de que llegas con vida.

-.-

Los tres retomaron la marcha formando un solo grupo, siempre en dirección oeste, como les había dicho Elika cuando se lo preguntaron a la entrada del espaciopuerto de Cuerpo Putrefacto, y tomando toda clase precauciones. Sin embargo, no sufrieron más ataques ni accidentes imprevistos. Después de casi una hora serpenteando a lo largo de rocas y peñascos, subieron a la cima de la última colina y contemplaron un paisaje verdaderamente impresionante. Al otro lado había una enorme llanura de ruinas y escombros que se extendía varios kilómetros cuadrados en todas las direcciones.

En dicha llanura, excavados profundamente en la tierra, reposaban los restos de una gigantesca nave espacial. Debió haberse estrellado contra el planeta en algún pasado distante, aunque el impacto la había quebrado, en lugar de destruirla por completo, dejando únicamente ruinas monolíticas en medio de la enorme llanura. Sobre las ruinas principales, alguien había hecho algunas reparaciones rudimentarias y añadido unas puertas dobles tan grandes que podían verse con claridad desde kilómetros de distancia.


Pero sin duda el elemento visual más impresionante del Templo de las Mentiras eran las pequeñas siluetas de formas voladoras que sobrevolaban los vientos alrededor del edificio principal. Nodius ajustó las lentes de su yelmo para conseguir una imagen más nítida. Sus ojos vieron la forma de un animal con aspecto de raya marina, con enormes colmillos sobresaliendo de la boca y púas afiladas sobre su piel rosada con los extremos blancos. Aquellos seres "nadaban" sobre el aire con total libertad, del mismo modo que lo harían los grandes escualos de los océanos. Nodius recordó haberlos visto en un lugar que no quería recordar. Eran habitantes de la Disformidad. Algunos eruditos los llamaban entidades o inteligencias incorpóreas. Los ignorantes los conocían por una sola palabra: demonios. En ese momento, el psíquico sintió un siniestro escalofrío recorriendo todo su ser.